C A P Í T U L O 16
I V Á N
Corrí lo más rápido que mis piernas me lo permitieron pero no logré alcanzar la ambulancia.
Caí de rodillas en el suelo viendo como Gretta se perdía en la distancia. Se la habían llevado y yo no había podido hacer nada para impedirlo. Al golpear el suelo pavimentado de la frustración y el enojo me lastimé la mano, pero no me importó.
Golpear a Benjamín sintió increíble debido a que se lo merecía, pero aun no estaba satisfecho. Me levanté y volví a la Estación para buscarlo. Se estaba limpiando la herida del labio cuando volví a golpearlo.
Le di un fuerte puñetazo en el estómago y lo dejé sin aire. Fue un golpe sucio, pero él también lo había hecho. Lo empujé fuertemente haciendo que cayera al piso. Iba a patearlo pero una mano me aferró el hombro e intentó detenerme.
Comencé a forcejear pero dejé de hacerlo al ver que era Josh y que podía hacerle daño a su brazo enyesado. Benjamín se levantó del suelo y llamó a unos oficiales.
-Espósenlo -ordenó el capitán para luego escupir sangre frente a mis pies -. Queda arrestado por agresión a un efectivo policial. Pero no hace falta que te diga tus derechos, ya deberías saberlos.
-Eres un hijo de puta - espeté con furia.
El frío metal de las esposas hizo contacto con la piel de mis muñecas, jamás había sido arrestado. Me llevaron por a través de las oficinas principales para que todos pudieran verme y sentir vergüenza. Pero no estaba avergonzado, estaba enojado con Benjamín y preocupado por Gretta. A pesar de eso no me resistí, no quería hacerles daño a esos policías.
Los oficiales me liberaron las manos y me metieron en una celda. Me aferré a los barrotes cuando el capitán se acercó a mí para burlarse.
-Quédate tranquilo, voy a retirar los cargos -dijo sonriendo cínicamente -, sólo que hoy no.
No me pude resistirme a golpearlo una vez más. Mi puño voló a través de los barrotes para impactar en su rostro. El golpe envió una corriente de dolor por mi mano herida pero sonreí cuando escuché el sonido de su nariz al fracturarse.
Una cascada de sangre le recorrió la cara y no pude sentirme más orgulloso de mí mismo. Él se alejó de las celdas y yo me recosté sobre el duro colchón. Sólo podía pensar en Gretta y en lo que debería estar sufriendo.
Nunca debí haberla presionado para hacer la sesión allí. Con lo que ella sentía por mí tuve que haber sabido que no se negaría a hacerlo. Ahora estaba encerrada en algún lugar desconocido y era mí culpa. Cada cosa que le sucediera estando en ese lugar serían mí culpa.
Estuve toda la noche sin dormir mirando por la ventana, la única que había allí, como el cielo se aclaraba hasta amanecer. Josh apareció por el pasillo con un café y una bolsa de papel.
-Sólo me dejaron entrar para traerte el desayuno -dijo dándome las cosas -. Eres un idiota por hacer la sesión aquí, pero no voy a regañarte por golpear a ese imbécil.
-¿Sabes cuánto tiempo estaré aquí? -pregunté.
-Creo que Morales te dejará salir en una semana.
Si antes quería golpearlo ahora quería herirlo de gravedad. No podía dejarme allí una semana.
-¿Sabes algo de Gretta? -cuestioné desesperado por saber si ella se encontraba bien.
-Se la llevaron a un psiquiátrico, pero no me dejan verla -respondió indignado -. Dijeron que tiene que estar unos días allí para darle un diagnóstico.
Suspiré frustrado y me pasé las manos por el rostro. Ella no estaba loca, probablemente era una de las personas más cuerdas que conocía. Mi pobre Gretta no merecía estar allí.
Un guardia se acercó a nosotros y le dijo a Josh que ya era hora de irse.
-Iré todos los días a ver a Gretta hasta que me dejen entrar, no te preocupes por eso -dijo intentando reconfortarme -. Y también vendré a aquí a traerte las noticias.
-Josh ni se te ocurra decirle a mi madre que estoy aquí -lo amenacé pensando en que se sentiría muy decepcionada de verme en esos momentos.
-Iván Nicholson, detective de homicidios y la persona que golpeó a su superior en jefe sin importarle nada -comenzó a alejarse con una sonrisa -, aún le tiene miedo a su madre.
Esa semana sólo logré dormir un par de horas. Me la pasaba dando vueltas en la celda o haciendo ejercicio para canalizar mi ira. Sólo podía pensar en que había perdido todo lo que creía que me importaba: mi caso, mis antecedentes limpios, probablemente también había perdido mi trabajo y la credibilidad de mis compañeros.
Pero en ese momento sólo una cosa me parecía importante. No podía creer que se la habían llevado sin que pudiera decirle lo que sentía. Gretta debía estar viviendo un infierno y yo no podía hacer nada para impedirlo.
●●●
G R E T T A
Estaba viviendo mi peor pesadilla.
Me encontraba dentro de unas cuatro paredes blancas, con la cabeza dándome vueltas y una ropa que no era la mía. No sabía en dónde estaba, pero sí que conocía bien esa clase de lugar.
Las inyecciones con sedantes adornaban mis brazos debido a que no podía evitar ponerme violenta cuando alguien quería acercarse. Las dosis de fármacos eran como un cóctel que me traían las enfermeras, pero los antipsicóticos no cumplían su cometido.
El frío que había allí era glacial. Los espíritus se me acercaban y me gritaban que me fuera de allí o que terminaría como ellos. Pero yo no quería escucharlos.
Me cubrí los oídos instintivamente y me acurruqué en posición fetal. Lloré como nunca antes había llorado, no quería estar allí.
Un Comunicador se me acercó y comenzó a hablarme. Nunca había estado tan asustada como en ese instante.
-Tienes que largarte de aquí - me dijo el fantasma de un hombre. Tenía una bata blanca idéntica a la mía -. A los doctores les gusta drogar a los pacientes. Vete de aquí.
-¡No quiero hablar contigo! -grité espantada. El Comunicador se fue enojado conmigo por no escuchar sus advertencias.
Llamé la atención de una enfermera que entró corriendo con una nueva dosis lista.
-Bebe esto cariño -dijo con fingida voz dulce a la vez que empujaba las pastillas en boca.
Ellos sólo revisaban debajo de la lengua, así que fingí tragarlas mientras las escondía entre mi mejilla y la muela. Había olvidado que sabía hacer eso. Las inyecciones estaban perdiendo el efecto y yo debía comportarme si no quería estar sedada nuevamente.
La enfermera se fue y yo escupí las pastillas para luego esconderlas debajo del colchón. Eso lo había aprendido cuando era una niña y agradecía haberlo recordado en el momento exacto.
No estaba segura de cuánto tiempo llevaba allí, pero sí que habían pasado un par de días debido a que tenía varias marcas de pinchazos en mis brazos y cuello. Los sedantes podían ser perjudiciales si se aplicaban a corto plazo.
Unos enfermeros, que tenían más parecido con unos gorilas que con personas, entraron en la habitación y me miraron expectantes. Al parecer estaban esperando a que los atacara para darme otra inyección. Pero no lo hice, tenía que estar lúcida si quería salir de allí.
Ellos me sacaron tomándome de los brazos y me arrastraron por un pasillo. Debian llevarme a una habitación donde habían muchos otros pacientes. Algunos hablaban solos, otros se concentraban en sus juegos de mesa y otros simplemente parecían unos zombies con la mirada perdida.
-Señorita Adams -dijo una enfermera acercándose a mi y hablando con una voz melosa -, tienes visita.
Mi corazón se aceleró al ver que Iván y Josh estaban esperándome. Los gorilas me soltaron enfrente de mis amigos y ellos corrieron a abrazarme. Sentí como si no los hubiese visto en un largo tiempo.
No pude evitar llorar.
-Sáquenme de aquí -sollocé contra el hombro de Josh. Cuando al fin pude calmarme un poco nos sentamos en una mesa vacía.
Ellos parecían no haber dormido mucho durante esos días debido a sus grandes ojeras. Iván no se había afeitado y comenzaba a tener una barba incipiente, aunque le quedaba muy bien.
-Quiero irme -comencé con la voz entrecortada.
Mis amigos intercambiaron una mirada de preocupación y luego me comunicaron lo que tanto temía.
- El doctor aún no tiene tu diagnóstico -dijo Iván tomándome de la mano para reconfortarme, aunque sin ningún éxito -. Todo depende de lo que él diga.
-Pero no estoy loca -afirmé con las lágrimas asomándose en mis ojos.
-Lo sabemos, querida -habló Josh mientras intentaba peinarme el cabello enmarañado -, nosotros lo sabemos mejor que nadie.
-No pueden dejar que Benjamín los saque del caso -dije recordando la manera en la que el capitán les había gritado -. No hay tiempo que perder.
-No sabemos qué hacer. Iván estuvo cinco días preso por fracturarle la nariz -dijo el morocho.
Había perdido cinco días. Había estado drogada durante cinco días. E Iván había estado preso. Todos parecíamos encerrados de alguna manera.
Recordé que aún teníamos un as bajo la manga que podía marcar la diferencia.
-El At Medium es nuestra última esperanza -dije a pesar de a Iván no le gustaría la idea. Me dirigí hacia él y le hablé para hacerle entrar en razón. Tenia que hablarle con claridad si quería que me entendiera -. Sé que no quieres hacerlo, pero es tu deber. Sí quieres encontrar a este maldito asesino y dar justicia a la víctimas lo vas a necesitar. Deja de pensar en tus jodidos sentimientos y desentierra el puto libro.
Fui muy dura y lo sabía, pero no había tiempo para arrepentimientos.
No les dejaron quedarse mucho más tiempo conmigo. Antes de irse, Josh me dio un fuerte abrazo y me dejó unos instantes a solas con Iván.
-Gretta, sobre lo que me dijiste el otro día, quería que supieras que...
-No sé si pueda escucharlo ahora -interrumpí sabiendo que me diría que no sentía lo mismo. Me lo imaginaba, pero no podía confirmarlo en aquel momento -. Dímelo cuando salga de aquí.
Suspiró pesadamente y se quedó en silencio unas instantes. Intentaba descifrar mi mirada, pero solo encontraría temor en ella.
-Te prometo que haré cualquier cosa para que salgas de aquí -habló finalmente.
Me besó la frente y yo aspiré su dulce fragancia. Probablemente no volvería a tenerlo tan cerca otra vez.
Los gorilas aparecieron nuevamente y me llevaron a mi jaula. Esperé sentada en la cama a que el doctor apareciera y me comí las uñas debido a la ansiedad que sentía.
Finalmente el doctor apareció. Él me miró con sus ojos enmarcados con unos gruesos anteojos y me sonrió.
-Ah, señorita Adams. Veo que hoy estás más tranquila que de costumbre.
No le respondí y esperé a que el doctor continuara. Él ya me había visitado varias veces pero ni siquiera lo recordaba.
-También luces más despierta -lo miré con mala cara pero no hizo nada al respecto. En una pequeña libreta comenzó a escribir -¿Podrías continuar hablándome sobre Silvia, la Comunicadora que habita en tu casa?
-No sé de que me está hablando -dije pero era evidente en mi rostro sorprendido que estaba mintiendo. Él hizo más anotaciones.
-¿No quieres hablar? -preguntó pero no obtuvo una respuesta de mi parte.
Otra vez volvió a escribir. El sonido de la lapicera contra el papel me inundaba los oídos y hacía que quisiera cubrirlos. Me resistí todo lo que pude para evitar lucir como una loca.
-Estuve revisando tu historial médico y no es la primera vez que estás en un hospital psiquiátrico - hizo una corta pausa para observar mi reacción y anotarla -. Cuando tenías ocho años fuiste diagnosticada con esquizofrenia.
-Ese diagnóstico está mal -afirmé con más rudeza de la que pretendía.
-¿Y por qué crees eso, Gretta? -su tono tranquilo era demasiado inquietante.
-Porque no estoy loca -respondí simplemente.
Luego de eso, el doctor me hizo algunas preguntas personales como mi edad o el nombre de mis padres. Le respondí secamente a todas hasta que se fue.
Nuevamente me quedé sola en la habitación y el frío me invadió. Había muchos espíritus, cientos de ellos, que me estaban rodeando. Ninguno emitió sonido y me indicaron que me acercara a la puerta.
-Escucha -susurraron todos al mismo tiempo.
Pegué mi oreja a la puerta escuché atentamente. La voz del doctor me llegó hasta los oídos.
-Parece que estará aquí un buen rato. Su esquizofrenia la ha convertido en una persona peligrosa para sí misma y para los demás -dijo dirigiéndose a alguien más -. No creo que pueda volver a salir.
-Es una lástima -dijo una voz que reconocí al instante -. Era una chica muy bonita y resultó ser una completa loca.
La risa de Benjamín Morales me golpeó de tal manera que me dejó sin aire. Mis peores pesadillas se habían hecho realidad.
Me acurruqué en un costado de la habitación mientras las lágrimas me recorrían el rostro. Los espíritus comenzaron a removerse inquieto por todo el lugar.
-¡No hay escapatoria! -gritaron nuevamente al unísono.
Los espíritus tenían razón, no había escapatoria.
Enterré la cabeza entre mis rodillas y me preparé para convertirme en una más de ellos.
Estaba encerrada en aquel lugar para siempre.
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El Legado De Los Muertos {COMPLETA}
Mistério / SuspenseLOS OJOS SON LAS VENTANAS DEL ALMA, LA MUERTE ES LA PUERTA Las cintas tenían las primeras pistas, pero ella era la clave para resolverlo. "Y recuerda, el Cazador está cerca"