C A P Í T U L O 17

7 5 0
                                    

C A P Í T U L O  17 

G R E T T A
  Estar encerrada en ese lugar me estaba volviendo loca. Aunque lo más probable era que estuviera loca desde hace mucho tiempo.
  Comencé a creer que toda mi vida había sido esquizofrénica y, al estar tan metida en mi propia locura, no me había dado cuenta. Probablemente Silvia era un producto de mi imaginación al igual que Iván y Josh y todos los otros espíritus que había visto.
  El frío que hacía allí era insoportable, pero no sabía con seguridad de dónde salía. Quizá provenía de mi imaginación o de la calefacción averiada o de los supuestos espíritus que me rodeaban. Lo cierto es que sentía el corazón congelado.
  Había comenzado a tragar las pastillas y a aceptar las inyecciones. Me había resignado a que necesita ayuda. Hablaba con el doctor y le contaba todo lo que él quería, ya no había razones para negarme.
  Sin embargo, los fantasmas seguían hablándome. Empecé a ignorarlos y a fingir que no estaban allí. Aunque fue algo difícil debido a que eran muchísimos.
  Seguía las rutinas del hospital al pie de la letra. Desayuno, visita al doctor, almuerzo, siesta, baño, sala de juegos, cena, hora de dormir. Y al día siguiente todo se repetía otra vez.
  No sabía cuánto tiempo había pasado exactamente. Podrían haber sido meses, semanas, días o unas pocas horas. Sin embargo, se sentía como toda una vida. Aún tenía recuerdos de la "antigua" Gretta. Recuerdos de esa mujer fuerte e independiente que, a pesar de no haber logrado muchas cosas en su vida, era libre. También recordaba que ella estaba enamorada de un hombre y tenía unos amigos espectaculares. Pero todo era demasiado bueno para ser verdad.
  Me encontraba completamente desnuda dentro de una gran tina. El agua caliente era reconfortante. Al salir, una correntada de viento me heló la sangre. Una enfermera me ayudó a vestirme y a peinarme para luego llevarme a la sala de juegos.
  Había conocido a una señora bastante agradable. Su nombre era Lucy y siempre estaba hablando sola. Era muy probable que yo me convirtiera en alguien como ella. Su cabello completamente gris, las arrugas de su piel y la expresión de su rostro, como cansada y resignada, eran mi futuro. Ya había aceptado ser una paciente psiquiátrica, ¿por qué no aceptar el resto de mi destino?
   Me había acostumbrado a cada parte de mi nueva vida. La comida (una especie de pasta similar a la avena pero con un sabor más parecido al plástico) era igual de asquerosa que el día anterior, pero se hacía más soportable con cada bocado que daba. Las visitas al doctor se sentían bien y en cierto punto era bueno contarle a alguien sobre mis alucinaciones.
  Sin embargo, había algo a lo que aún no lograba acostumbrarme. Las noches eran espantosas. Mis alucinaciones elegían la oscuridad nocturna para hacer su aparición y aterrarme.
Podía ver sus rostros contraídos por la pena acercándose a mí. Sus gritos y susurros me retumbaban en la cabeza y me obligaban a cubrirme los oídos.
-¡Sal de aquí! -decían todos a la vez -¡Vete! ¡Huye! ¡Gretta!
  Bastaba con que mencionaran mi nombre para que comenzara a gritar pero ellos no detenían su charla. Casi al instante entraban algunos enfermeros y me inyectaban los sedantes.
  Una noche de esas tuve una nueva alucinación que no había tenido hasta el momento. Silvia apareció frente a mí justo cuando las drogas comenzaban a hacer efecto. Ella me dedicó una mirada triste y se acostó a mi lado.
-Todo saldrá bien, Gretta, ya lo verás -dijo mi amiga intentando tranquilizarme.
-¿Qué haces aquí? -pregunté esforzándome por mantener los ojos abiertos. Los somníferos eran tan fuertes que apenas sentía como me caía la saliva por la comisura de mis labios -. Este no es tu lugar.
-Mi lugar está donde tu estés, querida. Intenta descansar.
  A partir de ese momento no se apartó nunca de mi lado y jamás me dejó sola. Ella hacía que no tuviera tanto dolor en mi pecho.
  Silvia era, sin dudas, la mejor de mis alucinaciones.
●●●
I V Á N
  Las palabras que Gretta había dicho con respecto al libro eran ciertas. Me había dejado guiar por mis emociones y había antepuesto mis sentimientos por sobre el caso. 
  Eso había sido un error y debía repararlo. Si quería recuperar mi caso y liberar a Gretta del manicomio tenía que desenterrar el libro.
  Me encontraba en mi camioneta, conduciendo hacia la casa de mi madre. Hacía días que no hablaba con ella y no quería preocuparla. Esa misma noche iría a la tumba de mi padre para sacar el At Medium y necesitaba algo que me hiciera sentir mejor.
  Mi madre me recibió con los brazos abiertos y me invitó a entrar.
-¿Cómo has estado, hijo? Desde que Diana nació no pudimos hablar mucho -dijo cuando terminó de abrazarme -. He estado cuidando mucho a las niñas
  No le había contado nada al respecto de mi suspensión o de los días que había estado preso, y tampoco pensaba hacerlo.
-Bien, repleto de trabajo -mentí descaradamente.
-¿Y qué hay de Gretta? -preguntó dándole un sorbo a su té -.¿Aún siguen viéndose?
-Ella está bien, se tuvo que ir unos días por problemas familiares.
  Ethel sabía que algo más estaba sucediendo. Nada se le escapaba a esa mujer.
-¿Sucedió algo que quieras contarme, hijo?
  Me mordí el labio inferior mientras debatía conmigo mismo si quería contarle algo al respecto. Tenía demasiados sentimientos que superponían unos con otros y necesitaba liberarlos.
  Finalmente le conté mi historia con Gretta, aunque omití las partes innecesarias También le dije lo que sentía con respecto a Emily y como eso me impedía enamorarme de alguien más.
  Mi madre escuchó atentamente cada palabra que le dije y, cuando terminé, ella me miró afligida.
-Te entiendo perfectamente Iván. Cuando tu padre murió supe que nunca amaría a nadie más como lo amé a él -habló y sonrió tristemente -. Pero nosotros ya habíamos tenido una vida juntos.
-Creo que no sé a qué te refieres -dije confundido por sus palabras.
-Lo que quiero decir es que Emily y tú no tuvieron su final feliz. Pero la vida te está dando una segunda oportunidad con Gretta -explicó. Mi madre podía estar en lo cierto -. Muy pocas personas reciben una segunda oportunidad para ser felices, no la desperdicies.
  Besé su mejilla y le agradecí por el maravilloso consejo que iba a seguir. Luego de eso le ayudé a preparar la cena.
  Ya había aclarado gran parte de mis emociones, pero aún tenía algunas preguntas que hacerle sobre el At Medium.
-¿A papá lo enterraron junto con algo? -pregunté repentinamente haciendo que se le cayeran los cubiertos de las manos debido a la sorpresa.
-Sólo una foto de nosotros en Egipto -dijo limpiándose las manos -¿Por qué lo preguntas?
-Por nada, sólo tenía curiosidad.
  Al parecer, mi madre no sabía nada de aquel libro. O me lo estaba ocultando, aunque esa idea era poco probable. Terminamos de cenar y me despedí de ella.
  Josh ya debía estar esperándome en el cementerio. Bajé unas palas que tenía guardadas en la parte trasera camioneta y fui a su encuentro. Pero me había olvidado por completo de que mi amigo no podía ayudarme a cavar debido a que tenía su brazo derecho totalmente inmovilizado.
-Llegué hace una hora para observar los movimientos del lugar -dijo él en un susurro -, hay sólo dos cuidadores en todo el cementerio. Si cavas rápido no nos descubrirán.
-Dices eso porque tú no vas a cavar.
  Josh se rio y sostuvo una gran linterna sobre su cabeza.
-Yo seré la luz de tu oscuridad -dijo y luego me llevó hasta una alta pared de ladrillo -. Vamos a tener que trepar para llegar al otro lado.
  Primero arrojé la pala y luego ayudé a Josh a subir el muro.
-Ya puedes venir, no hay nadie - afirmó mi amigo desde el otro lado.
  Tomé carrera y salté. Me sostuve con ambas manos y luego subí las piernas.  Estaba por soltarme pero un fantasma gritó junto a mí haciendo que cayera sobre mi espalda.
  Me esforcé por respirar mientras Josh se reía a mi lado. Una vez que logró controlar su risa, me tendió una mano y me ayudó a levantarme. Me sacudí el polvo de la ropa y desvié mi vista hacia el cementerio para observar todo el panorama.
  Cientos de espíritus hablaban, gritaban y lloraban mientras atravesaban las lápidas. Eran muchísimos, más de los que había en el hospital psiquiátrico o en cualquier otra parte que haya visto.
  Me quedé estático observando aquella escena. Debería estar asustado, pero sólo había asombro en mi interior. 
-¿Qué sucede? -preguntó Josh mirándome con el ceño fruncido debido a su confusión.
-Ojalá pudieras ver esto -dije sonriendo -, pero te cagarías en tus pantalones.
-Creo que puedo imaginarlo -habló fingiendo un escalofrío.
  Me dio la pala y comenzamos a buscar la tumba de mi padre. Sólo había estado en ese lugar una sola vez, el día de su entierro, así que no recordaba exactamente donde era.
  Caminamos entre las parcelas leyendo los nombres de las lápidas durante unos cuantos minutos hasta que al fin lo encontramos. Estaba bien cuidado, incluso habían crecido el césped y algunas flores.
   Mi mejor amigo colocó su mano en mi hombro y yo me preparé mentalmente para profanar la tumba de mi padre.
-Lo siento tanto -susurré más para mí que para él y clavé la pala en la tierra.
  Estuve más de una hora para alcanzar los dos metros de profundidad que tenía la tumba. A pesar del frío de la madrugada yo estaba empapado en sudor. Había cavado sin descansar y me indignó que Josh estuviera observándome mientras se comía un chocolate.
  Alargó su mano para convidarme y yo se lo arrebaté para luego devorarlo de un sólo bocado. Estaba muy cansado y ya no quería continuar, pero ya había empezado y ahora debía terminarlo.
   Clavé cinco veces más la pala y un ruido con eco me llegó desde el fondo. Me agaché y corrí la tierra restante con las manos. El ataúd de madera hizo su aparición frente a mis ojos y yo sentí que las náuseas se me acumulaban en mi garganta.
-Sal de ahí, viejo, yo lo saco -habló mi amigo intentando entrar en la tumba pero lo frené.
-No, yo lo hago.
  Con manos temblorosas busqué el pestillo en uno de los costados y lo deslicé para destrabarlo. Conté hasta tres y aguanté la respiración para controlar el vómito que amenazaba con salir.
  Levanté la tapa y ahí estaba. El cuerpo de mi padre. Pero ya no estaba como la última vez que lo vi. Ahora era un esqueleto. El traje con el que había sido sepultado estaba sucio y cubierto de insectos.
- No lo veo, Josh -dije volviendo a respirar. El libro no estaba a la vista -. Mi madre dijo que sólo lo enterraron con una foto.
-Tal vez alguien más lo puso ahí. Quizá lo escondió para que nadie pudiera verlo.
  Esa era una buena opción. Me acerqué al cadáver y comencé a tantearlo mientras mis náuseas volvían. Le revisé el traje y encontré la foto. Se me nubló la vista debido a las lágrimas al ver aquella imagen. La dejé donde estaba y continué la búsqueda. Finalmente, lo encontré detrás de la almohada.
  Lo tomé con mucho cuidado. El At Medium era muy viejo, con las páginas amarillentas debido al paso del tiempo. Tenía algunas manchas de humedad y tierra, pero estaba en buenas condiciones.
  Josh me alcanzó una bolsa que tenía en su mochila y yo envolví el libro con mucho cuidado.
-¡Eh! ¡Ustedes! -gritó una voz a nuestras espaldas.
-¡Mierda! -grité.
  Mi amigo me tendió la mano y me ayudó a salir del pozo. Tomé la pala y salimos corriendo lo más rápido que pudimos.
  El cuidador del cementerio era un hombre anciano, así que no fue muy difícil escapar de él. Ayudé a Josh a pasar el muro tan rápidamente que no me importó que casi se rompiera el otro brazo.
  Nos subimos a la camioneta con el corazón latiéndonos a mil. Intenté controlar mi respiración agitada. Al cabo de unos instantes Josh comenzó a reírse.
-¿Por qué nos hicimos policías? ¡La delincuencia es muy estimulante!
  Reí junto a él y negué con la cabeza. La profanación de tumbas es un delito que puede ser condenado con una multa o con la prisión.
  Afortunadamente, era a mí a quien llamarían en la mañana para avisarle lo que había ocurrido. Mi madre estaría destrozada si recibiera aquella noticia, pero yo no iba a decirle nada.
  Llegamos a mi departamento cuando comenzaba a amanecer. Sacamos el libro de la bolsa y contuvimos la respiración cuando lo abrimos en la primer página. Una serie jeroglíficos ininteligibles aparecieron ante nosotros. Era lo único que nos faltaba, que no pudiéramos leer el maldito libro.
-Creo que no conozco a nadie que sepa hablar egipcio antiguo -dijo Josh mientras observaba las páginas del libro -. Tendremos que traducirlo nosotros mismos.
-Tampoco tenemos otra opción -dije sonando más duro de lo que pretendía -. El asesino podría ser cualquier persona, no podemos confiar en nadie. 
  Josh asintió en señal de aprobación. Una vez que él se fue, escondí el libro en una ventila que había en mi habitación.
  Tomé un baño para sacarme la tierra y dejé que las lágrimas fluyeran. Había sido horrible tener que hacer eso, pero había valido la pena.
   A pesar de que necesitaba descansar aún tenía trabajo que hacer. Llamé a todas las Estaciones Policiales de jurisdicción estatal. Les pedí que me enviaran todo lo que tuvieran sobre un asesino serial, siempre y cuando sea similar a mi caso. Me contacté con todos los Estados y finalmente fui a la cama.
  Sin embargo, todavía tenía que cumplir con la promesa que le había hecho a Gretta. Podría dormir, pero no descansaría hasta dejarla nuevamente en libertad.

El Legado De Los Muertos {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora