Capítulo 10

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No sé qué es lo que me pasa, pero no puedo dormir. Llevo bastante tiempo con los ojos abiertos como platos, mirando la luna tras los barrotes de la pequeña ventana. Estos días he estado algo inquieta y no entiendo el por qué.

Me levanto de la cama y voy hacia la ventana, el frío aire golpea mi rostro como si de un puñetazo se tratase. Está helando. Aún así me quedo ahí, quieta, con los ojos cerrados imaginando que soy libre, disfrutando de mis seres más queridos, riendo, cantando con mi tía en las reuniones familiares que organiza en su casa una vez al mes; Brad haciendo tonterías de las suyas, besándome...

Suspiro con anhelo, pues los echo muchísimo de menos, aunque ellos no me dediquen ni un minuto al día de su tiempo. Aún me acuerdo de las últimas palabras de mi madre "¿Qué ha pasado contigo, Annie? Tú no eras así. Espero que estar en la cárcel te sirva como castigo y te des cuenta del daño que has causado. Del monstruo en el que te has convertido. El día que salgas, no aparezcas por aquí nunca más. Tú no eres nuestra hija" Eso dolió, y no hay manera en el infierno que haga que deje de dolerme.

—¿No puedes dormir? —escucho su voz, no me voy a molestar en odiarlo más, me he cansado de ese juego de: ahora te hablo, te trato bien y después quiero abalanzarme a tu yugular.

Simplemente estoy agotada. Desde que pasó eso en el patio, no le he vuelto hablar y ya han pasado cinco días, los cuales he estado perfecta, sin ningún tipo de altercado.

Sigo unos minutos más en la ventana. Cuando ya tengo las mejillas y la nariz más que congeladas, vuelvo a mi cama.

Me tapó hasta la mitad de la cabeza y por suerte, logro conciliar el sueño.

Al día siguiente, hago la rutina de siempre: duchas, desayunar y salir al patio, que es dónde estoy actualmente. Yoa hoy está más habladora que nunca, ¡no para! y para ser franca no la juzgo, es normal, estar aquí es un maldito infierno y tienes que estar constantemente entretenido para deshacerte de la maldita realidad en la que estás.

—¿Te imaginas, yo con Brad Pitt? —sonríe, ilusa. Río, pues parece una niña de quince años.

—Haríais buena pareja —comento, para seguirle el juego. Ambas reímos.

—¿Sabes con quién pegarías tú? —niego.

—Con el chico este que es lobo, que le gusta una chica y que esa chica está enamorada de un vampiro —dice, intentando decir que es de la película de Crepúsculo, a lo que suelto varias carcajadas.

—Taylor Lautner.

—Ese —apunta —. Es totalmente un caramelito para ti —me echo a reír, menudas cosas tiene ésta mujer —. Nena —Yoa, deja de reír y comienza a darme unos golpes en el brazo. La miro sonriendo aún y me hace un gesto con los ojos para que mire en la dirección que me está señalando. Lo hago y mi sonrisa se borra al ver que Blake y su amigo, Dylan, están acercándose a nosotras.

—Será mejor que me vaya —le digo, en un susurro. Ella ya sabe todo lo que pasa con mi compañero de celda, necesitaba desahogarme y sacar fuera todos los sentimientos que tenía. Me estaban ahogando.

Cuando voy a levantarme, ya es demasiado tarde. Los dos están plantados enfrente de nosotras.

—Hola —saluda, Dylan.

—Hola, cariño —le saluda, Yoa, tan cariñosa como siempre.

—Annie —su voz suena tensa, enfadada. No lo miro, paso de él completamente. —.Ven —me coge del brazo y me levanta de una manera brusca. Replico pero no me hace ni puñetero caso. ¿Por qué no entiende que no quiero hablarle, que quiero que se aleje de mí?

Mi compañero de celda ©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora