PRÓLOGO

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Capitulo escrito por @pyresofvaranasi y editado por @VictorHugoNox


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PRÓLOGO: LA SEÑORA ASTORYAS

La puerta del despacho del director de Hogwarts resonó, haciendo un escándalo en el suave silencio del castillo. No había muchos alumnos en esa época del año: Navidad.

Severus levantó del periódico, su mirada contrariada. Hacía un frío infernal en aquellas paredes de piedra. Frunció el ceño al mirarla... Enojada, angustiada, respirando casi sin aire y sonrojada como una estudiante de primero, así se encontraba la dama frente a su escritorio.

No podía tratarla de señorita, ciertamente ya no era Helena Swan. Era toda la señora de Astoryas. Pero tampoco quería nombrarla por su nuevo apellido, le daba asco asociarla con la rata inmunda de su esposo, así que se mantuvo callado.

Serio.

Severo.

-¿Usted me ama? -preguntó Helena, sin más, llevada por su necesidad de saber.

-No -respondió Snape, con indiferencia.

Helena arrugó la frente y comenzó a frotarse las manos, como hacía siempre que se sentía herida.

- ¿Lo ve? -comentó Snape- Ahora se está preguntando qué ha hecho mal, para que no consiga quererla un poco. Eso la hace sentirse imperfecta, fragmentada y dañada... señora ­-enfatizó.

Helena reaccionó con ansiedad.

-¿Por eso no puede amarme? ¿Porque estoy rota? ¿Porque estoy casada con Federico? Ciertamente no lo amo, nunca he amado a nadie más que a usted, profesor. Lo sabe.

Snape cerró el periódico y lo lanzó al escritorio.

-¡Su situación legal con el señor Astoryas no me incumbe! El asunto es mío, estoy demasiado viejo para embarcarme en una aventura con una cría como usted.

Ella se indignó.

-¿Cría, le parezco una cría, si me llama "señora" con esa ironía? ¿Entonces, cuál es su problema? ¡No se atreva a mentirme! ¡Sé que al menos, me desea!

Snape se levantó, andando brusco por el despacho.

-¿Qué es? Que habrá días en los cuales estaré cansado, enfadado, con la cabeza en otro sitio y le haré daño. Puedo pisotearle los sentimientos por aburrimiento, descuido o incomprensión. Usted se ha creado una idea errónea de mí, aunque es verdad que la deseo, como todos los hombres a su alrededor.

Helena iba a decir que otros no le importaban, pero él mostró la sinceridad cruda que ella conocía tan bien:

-Y yo la he gozado e incluso hasta la he venerado... pero me temo que mis comentarios indiferentes y diarios se convertirán en veneno y la destruirán eventualmente. No quiero lastimarla más, Helena -hizo una pausa y la miró con sus oscuros pozos negros-. La primera vez que entró por esa puerta, ese curso, hice un pacto conmigo mismo -la miró de nuevo y bufó-. Evitaré amarla hasta que no esté seguro de mis sentimientos. Por eso, señora Astoryas... No, no la amo -susurró lentamente.

Ella contraatacó con rabia.

-¡Usted está más dañado que yo! –pero sintió que no lograba lastimarlo; solo una vez lo hizo, en el pasado.

Snape se encogió de hombros.

-Sí, mas me he jurado que no volveré a dañarla... Sus lágrimas no serán mías, Helena, pero... -tuvo un cambio, contradictorio; tal vez sus planes enloquecidos de antaño le pesaban-, pretendo hacer todo lo que esté en mi poder para hacerme dueño de su corazón.

Helena contuvo la respiración, y se quedó sin palabras frente a Severus Snape.La puerta del despacho del director de Hogwarts resonó, haciendo un escándalo en el suave silencio del castillo. No había muchos alumnos en esa época del año: Navidad.

Severus levantó del periódico, su mirada contrariada. Hacía un frío infernal en aquellas paredes de piedra. Frunció el ceño al mirarla... Enojada, angustiada, respirando casi sin aire y sonrojada como una estudiante de primero, así se encontraba la dama frente a su escritorio.

No podía tratarla de señorita, ciertamente ya no era Helena Swan. Era toda la señora de Astoryas. Pero tampoco quería nombrarla por su nuevo apellido, le daba asco asociarla con la rata inmunda de su esposo, así que se mantuvo callado.

Serio.

Severo.

-¿Usted me ama? -preguntó Helena, sin más, llevada por su necesidad de saber.

-No -respondió Snape, con indiferencia.

Helena arrugó la frente y comenzó a frotarse las manos, como hacía siempre que se sentía herida.

- ¿Lo ve? -comentó Snape- Ahora se está preguntando qué ha hecho mal, para que no consiga quererla un poco. Eso la hace sentirse imperfecta, fragmentada y dañada... señora ­-enfatizó.

Helena reaccionó con ansiedad.

-¿Por eso no puede amarme? ¿Porque estoy rota? ¿Porque estoy casada con Federico? Ciertamente no lo amo, nunca he amado a nadie más que a usted, profesor. Lo sabe.

Snape cerró el periódico y lo lanzó al escritorio.

-¡Su situación legal con el señor Astoryas no me incumbe! El asunto es mío, estoy demasiado viejo para embarcarme en una aventura con una cría como usted.

Ella se indignó.

-¿Cría, le parezco una cría, si me llama "señora" con esa ironía? ¿Entonces, cuál es su problema? ¡No se atreva a mentirme! ¡Sé que al menos, me desea!

Snape se levantó, andando brusco por el despacho.

-¿Qué es? Que habrá días en los cuales estaré cansado, enfadado, con la cabeza en otro sitio y le haré daño. Puedo pisotearle los sentimientos por aburrimiento, descuido o incomprensión. Usted se ha creado una idea errónea de mí, aunque es verdad que la deseo, como todos los hombres a su alrededor.

Helena iba a decir que otros no le importaban, pero él mostró la sinceridad cruda que ella conocía tan bien:

-Y yo la he gozado e incluso hasta la he venerado... pero me temo que mis comentarios indiferentes y diarios se convertirán en veneno y la destruirán eventualmente. No quiero lastimarla más, Helena -hizo una pausa y la miró con sus oscuros pozos negros-. La primera vez que entró por esa puerta, ese curso, hice un pacto conmigo mismo -la miró de nuevo y bufó-. Evitaré amarla hasta que no esté seguro de mis sentimientos. Por eso, señora Astoryas... No, no la amo -susurró lentamente.

Ella contraatacó con rabia.

-¡Usted está más dañado que yo! –pero sintió que no lograba lastimarlo; solo una vez lo hizo, en el pasado.

Snape se encogió de hombros.

-Sí, mas me he jurado que no volveré a dañarla... Sus lágrimas no serán mías, Helena, pero... -tuvo un cambio, contradictorio; tal vez sus planes enloquecidos de antaño le pesaban-, pretendo hacer todo lo que esté en mi poder para hacerme dueño de su corazón.

Helena contuvo la respiración, y se quedó sin palabras frente a Severus Snape.



Corazón ViolentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora