Co-autoria que comparto con @ofiuco, espero la disfruten.
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La señora Astoryas había tenido una vida trágica.
Llena de dolor y rota hasta la médula jamás imagino enamorarse. No es...
Helena frunció el ceño frente a su reflejo... Debería cambiarse el cabello, pensó, atándolo en una coleta de caballo.
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Cursaba el quinto año en Hogwarts, como Ravenclaw, cuando su vida cambió para siempre.
-Estás muy pensativa hoy -murmuró Alexa, su única amiga, una Gryffindor lo suficientemente amable como para dirigirle la palabra.
-Hoy empiezan los TIMOs -susurró Helena, pasando un labial color rosa, por sus labios resecos.
-Todo irá bien, has estudiado como loca- aseguró su amiga.
-Son TIMOs de pociones, nunca nada va bien –susurró, tomando sus libros y encaminándose al aula de pociones.
Helena no recordaba mucho acerca de su madre, solo su larga y espesa cabellera oscura, eso y el brazalete que jamás apartaba de su mano.
A veces se preguntaba qué diría ella, ahora. ¿Estaría orgullosa? ¿O lamentaría haber tenido una hija, como aseguraba su borracho padre?
Él la mató.
Acabó con cada sonrisa, arruinó su belleza jovial y la transformó en un esqueleto viviente.
Hasta que su pobre madre se lanzó desde el piso más alto de su casa al mar.
Y se ahogó.
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Helena sólo tenía diez años cuando eso pasó, pero fue suficiente para traumatizarla de por vida.
Por si no fuera suficiente, después de la muerte de su madre, su monstruoso padre había abusado de ella.
Helena recordaba con horror y asco, el pestilente aliento alcohólico de él... ¿Merecía llamarse así? Un padre no la habría tocado, ebrio y lascivo, cómo él lo hacía.
Y al final la abandonó. Su padre no quiso saber de Helena en vacaciones, nunca hubo una carta, una palabra de consuelo, arrepentimiento, menos el castigo de la ley... para Anthony Swan solo había odio por esa pequeña réplica de su esposa.
Helena había sobrevivido por años sin una pizca de amor, a base de niñeras y en un colegio frío y gigante, en el que se sentía perdida.
Anhelaba terminar Hogwarts y escapar, huir de la magia y sus maldiciones.
Solo de un tema, extrañamente emocionante y doloroso, no deseaba escapar, aunque al inicio no lo admitía:
-Espero sus incapaces cerebros puedan con este examen y no se avergüencen a sí mismos- el profesor Snape llevaba mucho rato hablando, pero ella solía perderse en el tono de su voz.
Por eso era pésima en pociones.
Nunca llegaba a concentrarse con su maestro.
Alexa la miraba mal e incluso se burlaba diciendo que babeaba por el Murciélago.
Helena sabía que eso no podía ser cierto. ¡Claro que no!
¿O sí?
Empezó a responder su examen con esmero, plasmando los conocimientos que había aprendido y estudiado.
Se sentía confiada de sí misma, hasta que el idiota de Draco Malfoy arrancó su prueba del escritorio.
-¿Qué haces? –siseó, nerviosa, mirando a Snape, de espaldas organizando frascos de ingredientes.
-¡Cállate, niña idiota! –refunfuñó Draco, copiando sus respuestas.
Helena intentó forcejear, pero Malfoy era más fuerte y antes de que pudiese hacer más, el pergamino se rompió a la mitad, alertando al profesor.
Severus la miró iracundo y sorprendido.
La niña Swan, extrañoacontecimiento y favorable.
Draco sonreía disimuladamente. Helena pensó que, claro, los Malfoy... Dumbledore le creería más a uno de esa familia que a ella. Saldría peor si contaba lo que acababa de suceder.
-Está castigada, señorita Swan, ha suspendido el TIMOs –siseó Snape, Helena sintió morir-. La espero en mi despacho en dos horas.
Su voz era filosa, como un cuchillo cortando la mantequilla.
