Pesadilla (parte 3, final)

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La semana llegó a su fin. El tiempo de volver al lado de su senpai había llegado.

Era tarde en la noche cuando se encontraba en la puerta debatiéndose entre entrar o no, tomó una bocanada de aire para encontrar un poco de coraje.

Fue recibido por el aroma a tabaco y café. Avanzó y allí, en el piso, sentado frente a la computadora y una pila de papeles se encontraba el ser más hermoso.

Su cabello suelto cayendo como una cascada de hilos de oro sobre su espalda y hombro. Los primeros tres botones de la camisa abiertos, sus manos de dedos largos y tendones marcados tecleando rápidamente. Una de ellas llega a esa boca pecaminosa para quitar el cigarrillo y pronunciar —Bienvenido.

Entonces los ojos detrás de esos lentes, junto a ese conocido y amado ceño fruncido, por fin se encuentran con los suyos. Las dudas se callan, los miedos mueren y sus ojos se vuelven vidriosos.

Esos, esos eran los ojos que él amaba. ¿Cómo pudo siquiera creer en esa pesadilla? ¿Cómo pudo dejarse dominar por sus miedos?

¡¡Senpai!! —grito fuerte y claro para, literalmente, lanzarse sobre el rubio y estrujarlo en un abrazo.

¡OYE! ¿QUÉ DEMONIOS? APENAS LLEGAS Y YA TE ME TIRAS ENCIMA, SUEL... ¿Morinaga? —su voz bajó de repente al sentir que su camisa se mojaba. —Oye, Morinaga, ¿qué... qué pasa? —muy lentamente le alejó de su pecho lo suficiente para verle la cara.

Morinaga limpio algunas de sus lágrimas y le sonrió plenamente. —Te extrañé mucho senpai, no sabes cuánto —las manos del tirano acunaron aquel rostro para luego con los pulgares limpiar las nuevas lágrimas —¿Y eso es motivo para llorar idiota? —sí, ese era su tirano. Tan tierno en actos, tan directo en palabras.

Aprovechando el momento beso aquellos labios que hacía 2 meses no probaba. Ese beso no supo a lujuria y mucho menos a tristeza, supo a paz y hogar, fue un beso dulce a pesar del café amargo.

Te amo senpai, ¿podemos dormir juntos hoy? —un golpe en su cabeza llegó rápidamente, ya se hacía raro que no hubiera reaccionado antes.

P-pero qué mierda dices, deja de comportarte como animal en celo —el peli azul rio un poco y puso aquel rostro de borrego al que Souichi no se podría negar —Sólo me refería a dormir, senpai, nada más. Te he extrañado tanto, tanto. Déjame dormir contigo, solo dormir, lo prometo.
El rubio gruño por lo bajo, ya había perdido, aunque no por ello no le daría batalla.

Aquella noche, la pesadilla no se atrevió ni siquiera a aparecer en el recuerdo de Morinaga. Quizás tuvo algo que ver esos dos soles que brillaban en medio de la noche, observando al menor, delineando aquel rostro dormido suavemente para al final terminar acompañándole a los brazos de Morfeo.

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Recuerda no dejar que los dolores y temores del pasado tergiversen tu presente y oscurezcan tu futuro.
M.D.D.

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