"La reducción del Universo a un solo ser, la dilatación de un solo ser hasta Dios; esto es el amor."
Victor Hugo. Los miserables.La mano de Souichi peinó lentamente el cabello del pelinegro hacia atrás, viajó por la frente para llegar a la mejilla donde permaneció un poco más de tiempo. Delineó con la punta de los dedos las cejas, acarició aquellas largas pestañas, viajó por el puente de la nariz, la punta de la nariz y, luego, llegó a los labios. Los mismos se curvaron en una minúscula sonrisa, la que le alertó que su compañero solo fingía dormir. Por lo que, como castigo, decidió apretarle la nariz y agregar —Levántate, tengo hambre.
Una risita fue la respuesta del menor mientras tomaba las manos que hasta hace momentos habían estado delineando su rostro y dejaba un pequeño beso. Así habían comenzado la mañana. Por lo general Morinaga era quien se levantaba temprano y Souichi quien permanecía un poco más de tiempo, pero desde que al menor lo transfirieron a una sede en Nagoya, hace ya aproximadamente 2 años, que los fines de semana disfrutaban del descanso un poco más.
Arroz, tortilla, sopa de miso, té caliente y algunos encurtidos era el desayuno, el cual compartían en silenciosa calma. Mientras el pelinegro contemplaba el rostro feliz del mayor al comer, una frase desconocida burbujeó en su corazón.
Así, tan tranquilamente fue transcurriendo el día. Estaban en invierno, pero se sentía tan cálido. Souichi se encontraba leyendo en el sofá un libro de lomo dorado y tapa negra, en la cual resaltaba el título: Venenos y Antídotos. Su rostro concentrado era admirado por el menor que acababa de volver de la tienda.
Ese rubio, para Morinaga, era como el sol de invierno. Para muchos frío, cruelmente juzgado y aparentemente malvado; pero para aquellos que permanecen bajo su luz el suficiente tiempo descubrirán que, en realidad, lentamente los envolvía con su calor. Es cierto, no quema ni trae consigo la primavera o el verano, pero, a pesar de ser quien acompaña al supuestamente desolado invierno, es lo suficientemente cálido como para quitar el frío de los huesos y cuidar, o tal vez curar, un poquito el alma.
Sonrió para sí mismo cuando surco su mente la expresión "Mi sol de invierno". Una vez que terminó de acomodar algunas de las cosas que acababa de comprar salió de la cocina y la frase desconocida subió para alojarse en su garganta.
Se sentó en el borde del mueble junto al dueño de su corazón y con una sonrisa boba siguió mirándole. La frase desconocida comenzó, lentamente, a generar un cosquilleo en su garganta, invitándole a liberarla para que pueda jugar en el aire de la sala.
El de lentes, al sentirse observado levantó la vista y tras entre cerrarlos levemente preguntó un sencillo —¿Qué?
Fue entonces que la frase empujó con más fuerza sin poder contenerla por medio segundo más y fue soltada por sus labios sin su consentimiento; se sintió tan natural y con la misma fuerza que aquellas declaraciones de amor que profesaba constantemente, las cuales provenían de lo más profundo de su ser.
—Cásate conmigo, Souichi.
El receptor del mensaje sintió perder el habla. Este chico tan nervioso y planificador había soltado aquello así sin más; sin un atisbo de duda, de temor o nerviosismo. Sin haberle hecho notar a él que algo así podría estar sucediendo dentro de esa cabeza.
Mientras que el emisor había quedado con su boca semiabierta por la impresión. No es que jamás hubiera imaginado esto de pedirle a su sol de invierno compartir el resto de su vida juntos. Pero, no pensó que esa frase burbujeante y desconocida sería esa, mucho menos que saldría de ese modo. Tenía necesidad de golpear su cabeza, un momento tan espectacular y él lo había dicho así sin más. Quería llorar, si senpai se negaba estaría en su pleno derecho, no había sido para nada romántico; obviamente este es su punto de vista. Pero a pesar de todo lo que su mente gritara, había una esperanza en su pecho por escuchar la respuesta a esta propuesta.
El cerebro de Souichi todavía permanecía con el eco de la frase pronunciada por el hombre de ojos brillantes que se encontraba esperando una respuesta. Así que forzó a sus neuronas a realizar nuevamente sinapsis; tenía que ser lógico aunque su pecho se sintiera a punto de explotar.
Pero el menor volvió a hablar, ahora había una sonrisa en su rostro y una gran determinación en esos ojos de jade imperial —Te amo, Souichi. He imaginado nuestra vida juntos infinidad de veces, siempre has estado incluido en cada uno de mis futuros posibles. Por ello he querido proponerte esto hace tiempo, pero me faltaba coraje; tenía miedo a que me rechazaras o que te asustaras y me alejaras de tu lado. Pero ya no quiero ser cobarde, ya no tendré temor, porque lo que más deseo es compartir toda mi vida contigo. Así que, aunque me rechaces, te lo propondré nuevamente las veces que sean necesarias hasta que me des una respuesta afirmativa, un sencillo sí.
El sonrojo en el rostro del mayor se había intensificado. Se sentó mejor en el sofá y tras subir los lentes que se habían deslizado por el puente de su nariz agregó —Sabes que no podemos casarnos, no está permitido.
—Eso no importa Souichi. Nos casaremos entre nosotros en todo caso. Porque no se necesita de la gente, las luces, la comida, las tarjetas, los anillos y ni siquiera una libreta de casamiento. Para casarse sólo se necesitan dos, para ser feliz solo te necesito a ti. Así que ¿te casarías conmigo? Como ya he dicho, lo preguntaré tantas veces como sea...
—Sí —con dicha palabra le interrumpió.
—Sí qué, Sou.
—Sí quiero.
Morinaga había saltado hacia el mayor y tras estrujarlo en un fuerte abrazo le había regalado un beso que le quitaría el aliento —¿Acaso estoy soñando? De ser así no quiero despertar nunca.
Souichi limpió las lágrimas de aquel rostro y sonrió complacido. Él también lo sentía como un sueño del cual prefería no despertar. Quién diría que tan sencillamente aceptaría aquello. Pero una duda surgió dentro del mayor, así que se decidió por la opción más simple, preguntar.
—Oye, Mori.
—¿Mmm?
—¿Estás seguro que solo quieres casarte entre nosotros?
—La verdad... había pensado que podríamos casarnos como lo hizo tú hermano Tomoe. Ya sabes, fuera del país. Pero me basta hasta entonces con la promesa de que me amaras y me permitirás permanecer a tú lado el resto de vida que nos quede —y para finalizar aquello volvió a besarle. Fue un delicado y dedicado beso —Pero, igualmente... ¿Qué opinas?
—Opino que no habrá ningún ritual de sacrificio, si eso es lo que estás preguntando. Si nos casamos en el extranjero serán libretas y ya.
A través de la ventana se puede ver la nieve caer grácil y serena; el cielo lentamente se desgrana en copos de nieve, silenciosamente cayendo sobre los transeúntes que aceleran el paso un poco preocupados. Pero al joven de ojos verdes ni siquiera le intimida aquel frío que se acentúa en el exterior, porque él se encuentra abrazado por su cálido sol de invierno.
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Historias KSB
FanfictionQuerido lector, aquí encontraras varias historias de KSB las cuales, en su mayoría, no son correlativas. (Las que sí lo son se encuentran aclaradas) Los personajes son propiedad de Hinako Takanaga. Muchísimas gracias por brindarme tu tiempo, disfrut...