Maldita incontinencia verbal

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Entonces la boca del tirano se abre y las dagas viajan por el aire dando en el corazón del ángel. El veneno se filtra por la herida alimentando las tristezas de aquél ser. Se ve en sus ojos acuosos y el inmenso dolor que los traspasa. Pero los músculos de su boca fuerzan una sonrisa. Sonrisa que no viene del alma y por ello no alcanza sus ojos.

Entonces los ojos del tirano se abren al notarlo y el enojo crece, pero ya no es hacía el ángel, es hacía sí mismo.

El joven de sonrisa rota se disculpa, se escusa y se retira. ¿Irá a llorar a solas? ¿Irá a llorar a escondidas? ¿O llorará por dentro como lo ha hecho tantas veces a lo largo de su vida?

Otra vez su maldita incontinencia verbal ha causado daño, dando más razones para su sobrenombre. Podría haber dicho lo mismo con otras palabras, pero eso todavía no es posible.

Las palabras, así como pueden curar, pueden herir de muerte. Utilízalas con el debido cuidado.
M.D.D.

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