Parte 3: Conversación

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Souichi se encontraba con su padre en el patio de la casa de la tía Matsuda; el más viejo fumaba tendidamente.

Cuando el sol dorado, como el oro fundido, casi se encontraba por debajo de la línea del horizonte mientras las nubes se teñían de colores rojizos se escuchó la voz del mayor.

Dicen que hay personas que no se dan cuenta cuando se enamoran. Yo creo que estas personas sí se dan cuenta, solo que no lo aceptan. Eso es lo que genera la confusión. Cuando me enamoré de tu madre, lo supe de inmediato —sonrío cuando a su mente volvieron dichosos recuerdos —¿Quieres saber cómo lo supe? —preguntó y tras darle una calada a su cigarrillo continuó, tomando el silencio como respuesta.

—Para mí ella era perfecta, no es que careciera de errores o todo lo hiciera de maravilla. Sino porque, para mí, ese equilibrio entre sus virtudes y carencias era simplemente magnífico.

Vivía no sólo en mi pecho, sino también en mi cabeza la mayor parte del tiempo. La mitad de las cosas que veía me recordaban a ella y, la otra mitad, me hacían querer correr a contarle, porque quería compartirlo todo.

Recuerdo que una vez la descubrí celosa y es que —una pequeña risa llenó el aire —era algo sin sentido de su parte porque las demás chicas habían desaparecido a mis ojos, solo estaba ella.

Hubo veces en que había pasado un día malo y mi estado de ánimo no era mejor, pero aparecía y la felicidad me inundaba.

Ella era magia, porque no tengo idea de cómo llamar a esa forma tan suya de eliminar todo lo malo.

A veces discutíamos, pero siempre buscamos la forma de solucionarlo. Por ello aprendimos a hablar mucho, es la forma más eficaz de solucionar un problema.

Y algo que descubrí la primera vez que tuve que viajar después de que nos hubiéramos casado: Podía vivir sin ella, pero no quería hacerlo —la sonrisa estaba pintada en sus ojos. Le gustaba poder recordarla —El amor no es todo eso que venden en la televisión. El amor es la decisión de compartir tu vida junto a esa persona, preocuparse y cuidarse mutuamente.

Miró a Tatsumi, el cual estaba mirando sin mirar el lienzo que les regalaba el cielo de la tarde por terminar.

—Dime, ¿estás preocupado por Morinaga? —vio como pegaba un pequeño brinquito —Pero qué... —allí venía la negativa, así que lo interrumpió.

No hace falta que me respondas. Pero sé honesto contigo mismo. Es un muy buen chico y me agrada; pero no es sólo porque parezca un ángel, sino porque te hace feliz. Y si te hace feliz es suficiente para mí.

Te he visto cuando están juntos y, aunque a veces te enojes, se te ve en paz y alegre. Siempre con una mueca de sonrisa.

Cuando él habla en la mesa le miras con tanto cariño, que sería un bruto de no notarlo. Pero preferí guardar silencio, para darles tiempo.

Volvió la vista al cielo —Hay momentos, en que cuando se miran pareciera que hablaran su propio idioma, el mismo que aprendimos a hablar tu madre y yo. Uno donde no se necesitan palabras para saber exactamente que piensa y siente el otro.

Era extraño que el menor se encontrara tan callado, quizás sí lo estaba pensando y analizando. Aunque allí radicaba el error.

Le puso la mano en el hombro como para traerle de vuelta y mirándole a los ojos continuó su monólogo —No hay una lógica que rija esos sentimientos, no los analices tanto. Solo siente, acepta y decide con el corazón. Es todo lo que se puede hacer.

Se quedaron así, en un silencio cómodo por un rato más, hasta que el más joven habló —Lo tendré en cuenta. Me voy —sus labios subieron π/12 radianes —iré a hablar con aquel idiota —se dio la vuelta y antes de abrir la puerta se volvió —Gracias.

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Buenas noches, ¿cómo están?
¿Qué les va pareciendo la historia?

Tuve que reescribir ésta y la anterior actualización debido que mágicamente desaparecieron de borradores. T-T
Fue difícil, pero creo que quedaron bastante bien.

Gracias por todo el apoyo, los leo siempre.

Sigan brillando tan magníficamente, con cariño Maca.

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