Imposible de ocultar

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Entre trabajos y maltratos por parte del tirano, la mañana pasaba lenta y tortuosamente para dos sufridos asistentes.

Tadokoro recibió un codazo por parte de Miraru seguido de un susurro - Concéntrate, hoy debemos terminar temprano.

El joven le miró sin comprender, para él era otro día más.

—¿No te has dado cuenta? —agregó la castaña —Hoy seguro vuelve Mor... —entonces un grito cortó lo que ella le diría —DEJEN DE CUCHICHEAR Y PÓNGANSE A TRABAJAR, CARAJO 

—¡Sí, senpai! —dijeron al unísono.

Las horas pasaron con lentitud, aumentando la tortura de ambos jóvenes. Entonces, como si el cielo se apiadara de sus pobres almas, el tirano, después de checar los resultados y algunos informes, les comunicó que podían retirarse del lugar.

Ambos suspiraron con alivio una vez fuera de aquel infierno.

Tadokoro sabía que Miraru era una chica muy suspicaz, pero aun así no entendía cómo supo aquello. Así que optó por la opción más simple, preguntar.

—¿Cómo lo sabías?

¿Ah?

—¿Cómo sabías que debíamos terminar antes?

—¡Ah! Fácil, siempre es el mismo patrón. Ocurre que, por alguna razón, hay un día en que senpai apura mucho más el trabajo que de costumbre y se vuelve sumamente irritable. Justo ese día nos retiramos más temprano de lo habitual.

El joven de lentes se quedó sin saber qué decir - Además - agregó ella - casi siempre Morinaga viene para ayudar en el laboratorio al día siguiente.

—¿Por eso dijiste que hoy venía Morinaga?

¡Síp! Seguro. ¿Quieres que apostemos?

—No, gracias.

Al día siguiente, bien temprano, Morinaga estaba trabajando junto a Souichi en el laboratorio.

Te lo dije, que pena que no apostamos.

El joven Tadokoro llevó la vista hasta aquel par. Morinaga se encontraba amarrando el cabello del mayor.

—Deberías utilizar una liga para cabello en vez de este cordón, senpai.

—Las ligas siempre se me pierden, déjalo así —dijo el ojimiel agitando una mano en el aire como restándole importancia

¡Listo! —exclamó el ojiverde y el tirano sólo dio un pequeño asentimiento a modo de agradecimiento. Pero como si eso no fuera suficiente, el pelinegro, se inclinó de manera casi imperceptible para murmurar algo que solamente Souichi podría escuchar.

Obviamente terminó consiguiendo un puñetazo, que dejaría hematoma, junto a un colérico y sonrojado senpai.

Los asistentes volvieron la vista a los experimentos, ellos sí apreciaban sus vidas.

Cuando el ambiente se calmó un poco, Miraru susurro —Y siempre pasa esto, ¿no te parece sospechoso? 

Tadokoro no levantó la vista de su trabajo, fingiendo estar lo suficientemente concentrado como para no haber escuchado lo último.

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"Hay tres cosas que no se pueden ocultar por mucho tiempo: el sol, la luna y la verdad."
Buddha

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