Amor unilateral

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Existen distintos tipos de amores.

Desde aquellos que te llevan al cielo, hasta otros que te hunden en el infierno.

Hay amores pasajeros, hay amores duraderos.

Amores verdaderos, otros de trampa y juego.

Tan distintos, tan variados.

Pero hay uno que la mayoría hemos vivido: el amor no correspondido.

Quizás sí es culpa de uno cuando no enamora.

Sino, cómo se explica que a lo largo de mi vida sólo he vivido éste tipo de amor.

Ahora estoy sufriendo por mi segundo y último amor.

Jamás le confesé cuánto le amo, pero, de todas formas, de haberlo hecho, no cambiaría nada.

Dicen que aquellos que no arriesgan por amor son cobardes y mueren lentamente.

Es exactamente así, estoy agonizando. Por eso estoy caminando bajo esta tormenta; por eso no me importa estar empapado de pies a cabeza; por eso no me importa enfermarme luego.

Hoy, mis últimas esperanzas han muerto. Me han contado que se van a casar y estoy invitado a ver como unen sus vidas para siempre.

¿Abran notado que no lloraba de felicidad como les dije?

Recuerdo el primer día que ella llegó al laboratorio. Alguien tan inteligente, tenaz, graciosa y capaz, obviamente llamaría tu atención.

No quería aceptar lo que veía en tu mirada, como el ambienta cambiaba cuando ella estaba. Prefería arrancarme los ojos con tal de no ver como encajaban tan perfectamente, cual piezas de rompecabezas. Creados para estar juntos.

Ni siquiera puedo odiarla, ella es verdaderamente un ángel. Hubo veces que desee que no existiera, pero... veía como tus ojos brillaban al mirarla. La alegría que irradiabas cada vez que estaban juntos.

Si tan solo supieras cuánto te amo ¿hubieras sido tan obvio delante de mí?
¿Le hubieras dato tu campera aquel día que salimos tarde del laboratorio?
¿Me hubieras pedido consejo de qué y cómo hacer para acercarte a ella? ¿Me hubieras asesinado, de esa manera tan bella, con esas sonrisas cada vez que hablabas de ella?

Me pregunto por qué tenía que llegar temprano, hace unos meses, para encontrarlos fundidos en un beso que partió mi alma.
Desearía poder olvidar aquello. Desearía poder desaparecer junto a las gotas de lluvia para siempre.

Por fin llego a mi departamento solitario, estás viviendo con ella desde el incendio de la casa de tus padres.

La ducha caliente no ha podido entibiarme ni un poco y la mañana llega tan rápido, sin darme un respiro para tragar todo este dolor.

No quiero ir al laboratorio, no quiero estar allí cuando la puerta se abra y entren tomados de la mano.

Mi conciencia viene y va, sé lo que es. Tanto tiempo viviendo sólo me ha dado una gran experiencia tratando con resfriados.

Trato de levantarme, pero me es imposible. Y la verdad, no sé si es por la fiebre o porque ya no tengo fuerzas para seguir.

Cierro los ojos y me dejo vencer por el sueño y el cansancio. Siento que lloro nuevamente.

¿Qué pecado cometí en mi anterior vida para tener que pagar con tanto sufrimiento en esta?

Abro nuevamente los ojos. Me incorporo y un trapo húmedo cae en mi regazo. Antes que pueda siquiera formar una pregunta la puerta se abre y entra él.

¿Acaso estoy muerto? —susurré.

No, pero te faltó poco idiota —dijo mientras ponía su mano en mi frente —Parece que ha bajado.

Toqué su rostro, era real. Dejé mi mano en su mejilla, mas él no la apartó. Quizás me tenía pena o pensó que no sabía lo que hacía.

Me perdí en sus ojos. Había olvidado cuán feliz me podía hacer este hombre con su mera presencia.

Por eso también quería hacerlo feliz, para devolverle un poco de la luz que trajo a mi existencia. Pero yo no podía hacerlo feliz, yo no era el indicado. Por ello aparté mi mano.

Morinaga... ¿por qué...? —toqué mi rostro, había vuelto a llorar. Sonreí mientras secaba las lágrimas - No es nada senpai, solo es la fiebre.

¿Qué tienes? últimamente no eres tu - agregó. ¿Qué se supone que debo contestar a eso?

Él estaba lo suficientemente cerca, así que lo abracé fuertemente sin más preámbulo.

Lo amo.

Me separé para ver su rostro, no podía decirle eso.

—Le quiero... le quiero feliz senpai... mmm... aunque enojado también le quiero —reí por lo bajo y me aclararé la garganta. —Quiero que seas feliz, y sé que ella podrá hacerlo. Por eso te doy mis más sinceras bendiciones —y volví a abrazarlo para que no viera que volvía a llorar.

A medias me devolvió el abrazo —Gracias —murmuró.

Cuando nos separamos él tenía una mueca de sonrisa y me dio un tincazo en la frente, bastante doloroso. —Deja de llorar, la fiebre te está volviendo raro.

Sabía que estaba haciendo lo correcto, aunque eso no quitaba lo mucho que dolía.

Era momento de seguir. Me iría a Hamamatsu en dos meses y seguiría viviendo, sabiendo que él estaba bien.

Ese era mi modo de amar. No intentar atarlo a mí, dejarlo ser feliz a su modo y apoyarlo incondicionalmente.

Ahora que me doy cuenta, nuevamente le he deseado la felicidad a mi persona más amada, pero estaba vez no sabe a fracaso. Sabe un poco tristeza, pero también a una extraña felicidad.

No cambiaría, por nada del mundo, todo el tiempo que compartí a su lado.

Aprenderé a vivir con este amor tan gran que siento por ese hombre. El mismo que acaba de ir a la cocina y probablemente la haga estallar.

Sonrió con esa última idea. Sí, está bien así.

Cuando la felicidad del otro es tu felicidad, eso es amor.
LANA DEL REY.


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Adivina adivinador...

¿Quién cumpleaños y, también, tiene evaluación el día de hoy?

Sí, yo. Jajaja.

No pretendía escribir algo triste, pero... como que mi lista de reproducción no ayudó. XD

Espero que tengan una bonita noche.

Con cariño, Maca.

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