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No hizo falta mucho más para notar la presencia de la nipona, asustando a los caballeros y haciendo percatar que su plática ya no era privada.
—Sana, hija, ¿Hace cuánto que estás allí?.—el nerviosismo en si padre era algo demasiado extraño de ver, más no imposible, pues veía con pavor a su acompañante.— el es Park Seonghwa, CEO de una empresa vecina.

—El padre de Jihyo, sé quién es.—intentando no temblar acepta el apretón de manos que le ofrece el caballero, mas hay algo en su mirar que no consigue decifrar.— Es un gusto.

—El gusto es todo mío, Sana, hace años que no te veía, eres igual que de pequeña.—Aquel comentario extrañó a la chica, decidiendo escuchar lo que el señor tenía que decir.— Haz hecho mucho, y una de ellas es haberte enamorado de mi hija.

—Jihyo es una mujer increíble, no me fue difícil hacerlo.

—Pero no la recuerdas.—esa sensación de frío volvió a ella.—¿Crees en el destino, Sana?

—No me gusta atribuirle lo que me pasa al destino.

—Pero lo hiciste cuando te comenzaste a enamorar.—asintió logrando ponerse nerviosa, a pesar de ser el padre de la mujer que había ganado su corazón, el hombre sin duda daba miedo.— Te contaré una historia, y así, entenderás.

Hace muchos años, dos matrimonios con meses de diferencia dieron a luz a sus preciosas niñas, ambos hombres eran enemigos desde años atrás.

El japonés lo odiaba por haberse casado con la mujer que en su juventud había amado pero por la cual nunca fue correspondido, y al llegar el primer cumpleaños de la pequeña japonesa, su madre se fue.

A pesar de eso, a petición de ambas madres, el matrimonio coreano seguía frecuentando a la menor, haciendo que sus hijas tuvieran un gran lazo, todo parecía bien, las pequeñas Jisoo y Sana eran las mejores amigas.

En una ocasión, el coreano tuvo un viaje de último minuto, dejó a su familia y la tragedia ocurrió.

Jisoo regresó a casa junto a su madre, pero la mujer no soportó mucho y enfermó, deteriorando su salud hasta finalmente, fallecer, un día antes del octavo cumpleaños de su pequeña flor.

—Te preguntarás, ¿Por qué te digo esto, qué tiene que ver contigo? Muy sencillo, el maldito de tu padre, le ofreció todo lo que quisiera a cambio de quedarse con el, mi esposa dijo que no....—Dicen que un hombre que llora no es digno de llamarse a si mismo hombre, pero en ocasiones, un hombre que llora tiene más honor, que el que no.— Sandara después de eso fue enfermando hasta irse, tanto mental como físicamente ¡¿Y sabes cuál fue la justificación del maldito hombre que está aquí?! “Siempre obtengo lo que quiero”.

Fake Girlfriend - SahyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora