Capítulo 4.

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Pablo levanta la mirada y parpadea un par de veces, tanto tiempo concentrado le ha aturdido bastante, se levanta de la silla para estirar y se asoma a la puerta. No se ha dado cuenta de la hora y es la una de la madrugada, no ha cenado nada, aunque su barriga tampoco le ha pedido comida. Al no ver rastro de Sandra se pone los pantalones de pijama y se quita la camiseta, no es capaz de dormir con nada en la parte superior del cuerpo. Sale de la habitación y va a la cocina a prepararse un vaso de leche para dormir bien, cuando llega se frota bien los ojos, no cree lo que está viendo. Sandra está enfrascada en la nevera y no se ha percatado de que Pablo está viéndola, solo la alumbra la luz del frigorífico, pero puede distinguir el color de su ropa interior, verde pistacho, y la tela de encaje, que deja poco a la imaginación. El pelo rubio cae acariciando su cuerpo hasta la mitad de la espalda. Su piel bañada en esa tenue luz parece muy suave y a Pablo se le pasa por la cabeza acariciarla, pero no lo hace. Cuando da un paso le da un golpe a la escoba de barrer y la tira al suelo haciendo demasiado ruido, Sandra se sobresalta, da un pequeño grito y cierra la nevera. Al hacer eso se quedan a oscuras, solo con la luz de la luna que entra por la pequeña ventana que hay sobre la encimera. Se quedan callados y se miran de arriba a abajo mutuamente. Pablo siente una descarga eléctrica, siente la necesidad de acercarse a ella y acariciarla, pero no puede hacer eso. Sandra se acerca a él y quedan a centímetros.

-Pensaba que estabas dormido, solo estaba cenando algo- le dice susurrando.

-No pasa nada- se echa a un lado, coge el tetrabrick de la leche y se va a su habitación ante la mirada expectativa de Sandra.

Se queda mirando sin saber descifrar la actitud de Pablo, ha sido bastante cortante y... borde. A lo mejor pensaba que iba a entrar en su casa y ya iban a tener confianza, no, sabe que no iba a ser así, pero una cosa es no tener confianza y otra es esa. Al principio él no se comportó de esa manera, ¿qué ha cambiado? Sandra le da vueltas, al final piensa que es un mal día y vuelve a su habitación, mañana hay que seguir trabajando, pero siente que algún día tendrá que decirle la verdad a Pablo... o no, si sigue así de distante no hará falta.

Mientras tanto, Pablo se tumba en la cama sin saber muy bien lo que ha pasado. "No quiero distracciones" se convence justificando su comportamiento. Es solo una compañera de piso.

El sol entra por la ventana, anoche se le olvidó bajar la persiana. Mira el reloj y sólo son las siete, pero aún así se levanta, al final anoche no cenó nada y su barriga se está quejando por ello. Sale sin hacer ruido del cuarto, no quiere encontrarse a Sandra después de cómo la trató, pero de momento es lo mejor. Coge una taza y se sirve un poco de café, se sienta y mira al infinito mientras se lo bebe. Está tan absorto en sus pensamientos que no se da cuenta de que Sandra está en el umbral de la puerta mirándole con desaprobación. Cuando pasa delante de él, vuelve al mundo real y la mira alucinado, lleva unos leggins y una camiseta larga y ancha. No le puede favorecer más ese look de andar por casa, con el moño en alto, totalmente despeinado, las mejillas sonrosadas y la cara de sueño. Cuando la ve así solo puede sonreír, pero después vuelve a pensar que todo eso es una distracción.

-Sandra- le llama la atención para que le mire, pero ella no lo hace, solo emite un ruido de aprobación, diciéndole que le escucha-. El viernes tengo que entregar el trabajo así que hasta entonces casi no saldré de la habitación, haz tu vida en el piso como si vivieras sola, no te preocupes por mí.

Sandra le mira asombrada por la dureza de sus palabras, pero él hace como si nada, se levanta, se sirve un poco más de café y vuelve a entrar en la habitación con la taza humeante entre ambas manos. La deja en la mesilla y se vuelve a tumbar en la cama, pone la alarma a las 10 y vuelve a dormirse un rato.

La chica se pone en pie y vuelve a su habitación pensando en el comportamiento de Pablo, quizás se arrepiente de haberla invitado a vivir allí y ahora la quiere echar sutilmente, aunque de sutil no tiene nada. Da igual, para ella lo más importante es terminar lo que tiene entre manos, ese pequeño secreto que solo ella conoce, no puede mantener a nadie cerca, por si a caso.

El telefonillo de casa empieza a sonar, Pablo vuelve a la realidad y mira el móvil, son las siete de la tarde, no se ha dado cuenta del tiempo que ha pasado y ni si quiera ha comido. ¿Quién será? Sandra tiene llaves de casa... Se levanta y pregunta quién es, al otro lado del telefonillo se escuchan gritos de unas tres personas, son sus amigos, no sabe nada de ellos desde hace una semana y se han presentado en casa. Les dice que se vayan y cuelga el telefonillo, pero a los dos minutos están llamando a casa, habrán llamado a otro vecino. Abre la puerta y entran sin preguntar, dando saltos como brutos, menos mal que Sandra no ha vuelto todavía, los echará en cuanto pueda.

-Chicos, ¿qué hacéis aquí?

-Venir a rescatarte, ¿te estás viendo? Eres un desastre, vístete y vámonos- dice un chico rubio de ojo azules, lleva unos vaqueros y una sudadera.

-Sergio, tío, sabéis que estoy con el final del máster, a partir del viernes soy vuestro, pero ahora no.

-Venga ya, tío, mañana hay una fiesta en mi casa, van a venir unas tías...- empiezan todos a silbar y a vitorear como locos cuando de pronto suenan las llaves de la puerta de casa. Pablo se pone nervioso y no sabe ni dónde meterse. Todos miran expectantes a ver quién entra por la puerta.

Antes de ti. [Completa] [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora