Capítulo 2.

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UNOS MESES ANTES.

La calle está oscura, Pablo anda solo por la acera, no hay ni un alma, no hay coches, ni en movimiento ni aparcados. Es el camino más corto para llegar a su casa, no tiene prisa por llegar, pues nadie le espera allí, pero ya es costumbre coger ese camino, sabe que por ahí nadie le va a molestar. O al menos eso creía él. La luz es tenue, pero aún así puede ver una sombra a lo lejos. El chico de ojos verdes sigue andando con naturalidad, pero su subconsciente le dice que algo va a pasar. Según se acerca, la silueta se va haciendo más clara. Pelo largo, no muy oscuro, y un cuerpo delgado, pero no excesivamente, está claro que se trata de una chica. Cuando ya está a punto de llegar a su altura, la chica gira la cabeza y le mira a los ojos inténsamente... Y qué ojos. Siempre le habían dicho que los suyos eran preciosos porque son verdes, los de la chica no, son marrones, pero esa expresión, esa forma almendrada... Son los ojos más bonitos que ha visto. Ella también es preciosa, pero tiene cara de meterse en problemas. Intenta dejar de mirarla, pero se le hace imposible, algo no le deja apartar la mirada. Ella le sonríe, como si supiera lo que está pasando y a Pablo se le corta la respiración. La chica se levanta, sin dejar de sonreír, y se acerca a él.

-Menos mal que he encontrado a alguien- le dice con la mirada clavada en él-. Acabo de llegar hoy y estoy muy perdida, busco algún sitio en el que pasar un par de noches hasta que encuentre un piso, ¿me puedes ayudar?

-P-pues... por aquí no hay hoteles ni hostales, es un barrio bastante solitario...- ella baja la cabeza pensativa, por fin le aparta los ojos, pero es como si necesitara volver a mirarlos.

-Vaya, muchas gracias, cogeré algún taxi a otro sitio- se da la vuelta y comienza a andar.

-¡Si quieres puedes quedarte en mi casa hasta que encuentres algo!- Pablo se apresura a acercarse a ella todo lo rápido que puede sin llegar a echar a correr. Ella se gira lentamente con una sonrisa tímida.

-Tranquilo, no quiero causar problemas.

-No es ningún problema...

La chica solo asiente y al ponerse a la altura de Pablo ambos comienzan a andar sin decir ni una sola palabra. Él se pregunta por qué ha invitado a una extraña a dormir a su casa, nada de lo que está pasando le da buena espina, pero, por otra parte, sabe que hace bien. Saca las llaves del bolsillo y abre la puerta del portal.

-Por cierto, me llamo Sandra- ella le mira con una sonrisa del tamaño del país entero y lo único que puede hacer es responderle con otra sonrisa.

-Yo soy Pablo- Y no dicen nada más.

Cuando llegan arriba le explica dónde está la habitación en la que va a dormir, el salón, la cocina, el baño y una pequeña terracita que da al callejón trasero.

-La verdad es que estoy buscando compañero de piso, esto se me hace demasiado grande y necesito el dinero, si estás interesada... bueno, podríamos vivir juntos.

-Me harías un gran favor, acabo de llegar a la ciudad por cuestiones de trabajo y necesito un sitio en el que vivir.

-Perfecto, mañana hablamos las cosas, ahora es mejor descansar, espero que estés cómoda. Cualquier cosa, aquella es mi habitación- señala una puerta abierta al final del pasillo y ella asiente-. Buenas noches, Sandra- según se despide echa a andar a su habitación.

-Buenas noches, Pablo- susurra lo bastante alto como para que le oiga, pero él no se gira. Entra en su nueva habitación y cierra la puerta.

Al día siguiente, cuando Pablo despierta, se queda tirado en la cama mirando al techo y pensando en los ojos de Sandra, en ella entera. Es una chica preciosa, pero no sabe si ha hecho bien en invitarla a vivir con él, la verdad es que las pocas veces que abrió la boca fue demasiado impulsivo y ahora tiene a una chica guapísima viviendo con él, no sabe de dónde es, ni cómo es, ni en qué trabaja, ni si le va robar, solo sabe que se llamaba Sandra. ¿Y si no es su verdadero nombre? Muy a su pesar se levanta de la cama, quiere ir a la universidad, está terminando el master y tiene ganas de acabar con el trabajo y aprobar todo por fin. Cuando se levanta ve la mesa de la cocina llena de comida para el desayuno, dos cafés y a la chica sentada leyendo el periódico. Sandra se percata de su presencia, se gira para mirarle y le dedica una gran sonrisa.

-Tenía que agradecerte lo que has hecho por mí y he bajado a comprar comida, tenías el frigorífico vacío, espero que no te importe- le dice mientras le da un trago a uno de los cafés.

-Muchas gracias, no tenías porqué.

-Claro que sí- deja la taza, dobla el periódico y se levanta de la silla-. Me tengo que ir a trabajar, me cogeré un taxi, estaré aquí a la hora de la comida y ya hablamos la parte que te tengo que pagar.

-Si no tienes prisa, desayuno y te acerco yo- Sandra le mira con ojos huidizos, como intentando buscar una excusa. Se acerca a él y le acaricia la cara.

-Tengo que irme ya, pero muchas gracias- le planta un beso en la mejilla, coge el bolso y se va.

Antes de ti. [Completa] [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora