#16

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A Jisung le costó un poco recordar dónde había dormido la noche anterior. Creyó sentir la familiar brisa del campo que se escabullía a través de la ventana pegarle suavemente en el rostro pero, al abrir los ojos, se dio cuenta de que no se trataba de nada más que el ventilador que él mismo había colocado a los pies de la cama antes de acostarse. La ventana de su cuarto siempre estaba cerrada. Cada vez que salía para el centro del pueblo se olvidaba de comprar un mosquitero y su hermana insistía en que, cuando se acostaba a dormir la siesta, aquellos malvados bichos no la dejaban en paz. Jisung prefería mil veces privarse del aire exterior cuando estuviese en su habitación antes que seguir escuchando las quejas de Irene.

Se levantó de mala gana. Hace mucho no le sucedía; los últimos días había estado demasiado concentrado en todo tipo de cosas como para lamentar tener que salir de la cama. Era demasiado temprano para ya empezar a tener pensamientos pesimistas y, sin embargo, ahí se encontraba, sentado de piernas cruzadas en el medio de su cama, con las sábanas desordenadas pero su cabeza mucho más. Primeramente estaba el hecho de que todo el viaje hacia la casa de los padres de Hyunjin no había sido más que una cortina de humo intentando cubrir todas las cosas que les habían salido mal, como una forma de intentar distraerse del hecho de que pasaban los días y los dos muchachos aún no tenían un buen argumento en el que poder apoyarse. El asunto de la abuela Peta había quedado totalmente descartado, por lo tanto, también la ayuda de Irene. Y, siendo sincero, Jisung aún no se sentía cómodo hablando sobre aquello con su hermana. De Solar tampoco podrían esperar demasiado. Les había dejado bastante en claro que no tenía pensado ayudarlos en algo la noche que la visitaron.

El famoso lapso en el que Jisung y Minho desaparecían y no se dirigían la palabra había comenzado, inoportunamente, pensó el primero. Justo ahora, cuando más necesitaba el menor una persona de confianza que lo distrajera del lío que habitaba en su cabeza, es cuando esta se esfuma de repente. Jisung debía ser la persona con más mala suerte del mundo. Y aquello lo terminó de confirmar cuando, después de por fin reunir las ganas suficientes como para caminar hasta el baño, se dio cuenta que el cepillo de dientes que lo saludaba desde su estuche tenía un color que no era al que acostumbraba. Se arrastró sobre su cama, buscando su teléfono entre las sábanas y cuando lo tuvo entre sus dedos marcó el número de Hyunjin.

—Che, ¿por casualidad te agarraste mi cepillo de dientes por equivocación? —preguntó apenas el otro joven atendió. Hyunjin notó su voz de recién levantado.

—¡Ah, sí! —exclamó casi con entusiasmo. De los dos, Hyunjin era notablemente el más mañanero —No le presté atención cuando lo saqué de la mochila y después pensé que era de Felix. ¿Querés que te lo alcance?

—Sí, si no te molesta —respondió. Estaba a punto de cortar la llamada luego de un par más de palabras pero el mayor lo detuvo.

—¡Eu, esperá! —le dijo —¿Te parece si aprovechamos hoy para seguir investigando? La verdad es que no tengo nada que hacer.

Jisung se mordió la lengua. ¡Justo hoy, cuando menos ganas tenía! Su mala suerte sólo empeoraba. Y lo peor de todo era que no podía negarse, porque Hyunjin pareciendo tan ilusionado y con ganas de debatir sobre las almas gemelas era su debilidad. El único problema era su hermana, quien en aquel preciso momento lo llamaba desde la punta de la escalera para que bajara a desayunar. No quería que se entrometiese en su trabajo, así que se tendrían que encerrar a charlar en su cuarto, pero este se encontraba muy desordenado y Hyunjin estaba a tan solo media cuadra de distancia...

—¿Escuchaste lo que dije? —cuestionó el susodicho, quien se había tenido que alejar del celular para chequear que su internet no hubiera fallado —¿Se cortó?

—No, acá estoy —exhaló en silencio Jisung —. No hay problema, yo tampoco tengo nada para hacer.

—Perfecto. En cinco estoy por ahí.

moles 》hyunsung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora