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La abuela Peta vivía en una casucha alejada del centro. De la plaza, principalmente, ya que allí era donde había la mayor cantidad de concentración de jóvenes una vez que el sol se ponía. Ella disfrutaba de sus tranquilas tardes con una taza de café y un diario a su lado, pero de esos que eran tan viejos que ya no se vendían. Hacía un tiempo que los había encontrado dentro de unas cajas en el lavadero y había decidido leerlos.

Era una señora la cual todo el barrio conocía pero no muchos se le acercaban. Fue por ese mismo motivo que, cuando la abuela Peta se asomó por la ventana de su living y reconoció a dos de sus jóvenes vecinos, abrió la puerta de la entrada con la sonrisa más grande que su arrugado rostro le permitió.

—¡Qué raro verlos por acá! —exclamó mientras se tomaba su tiempo para abrir todas sus cerraduras. Jisung comenzó a mover su pierna impacientemente, sabía que la mujer mayor era muy precavida en cuanto a su seguridad pero, ¿era realmente necesaria tanta?

—¿Todo bien, abuela? —preguntó amablemente Hyunjin. Cuando ambos estuvieron por fin dentro de la casa se quitaron los zapatos. No era una cosa a la que estuviesen muy acostumbrados, pero el suelo parecía recién barrido y no era su intención traer suciedad de afuera.

—Por suerte sí, hijo. Aunque creo que si sigue haciendo tanto calor voy a tener que dormir la siesta en la heladera.

Jisung, casi sin darse cuenta, terminó varios metros alejados de la señora y su acompañante. Para ser más específicos, había llegado hacia el pasillo, los cuadros coloridos llamaban la atención desde cualquier lugar de la casa. Sin embargo, no fue lo colorido lo que justo causó curiosidad en Jisung, sino aquel cuadro en blanco y negro que colgaba simétricamente en el medio de todos los demás.

Con la yema de sus dedos se atrevió a acariciarlo, la textura era rígida y hasta incómoda contra su piel. Pero Jisung ignoró la sensación y continúo delineando la pintura, maravillado por los detalles tan realistas. Él nunca podría dibujar así. Desvió la vista, con la mano aún suspendida en el aire, al resto de cuadros, pero ningún otro le generaba la curiosidad y las ganas de sentirlo en su propia piel como el que tenía en frente de sus ojos. Bueno, no en frente en aquel preciso momento, sino unos centímetros más abajo. Estaba por atajar el cuadro antes de que se estrellara contra el piso pero unas grandes manos fueron más rápidas.

—Tené cuidado, boludo —le susurró Hyunjin. La abuela Peta se había sumergido en la cocina y no alcanzaba a oír su conversación —. Es una pintura de su hijo. Le llega a pasar algo y le agarra un patatús.

—No sabía... —le devolvió el susurro. Se metió las manos en los bolsillos y siguió a Hyunjin de nuevo hasta el living. Un sentimiento extraño se había apoderado de su pecho.

—Les traje un poco de agua —exclamó la anciana a medida que cruzaba el umbral con una bandeja en sus manos. La apoyó en la mesita ratona y corrió el diario que estaba leyendo hace unos instantes para maximizar el espacio.

Los muchachos agradecieron y refrescaron sus gargantas. Por unos minutos intercambiaron palabras y hablaron de temas triviales, como el cálido clima, el partido por el cual todas las personas se habían encerrado en sus casas pegadas al televisor y sus mascotas, aunque solo por el lado de Hyunjin y la abuela Peta, ya que Jisung no tenía ninguna.

Jisung se encontraba mucho más tenso que Hyunjin. Intercambiaba constantemente la mirada entre el cuadro en tonos grises y el rostro contento de la abuela, intentaba encontrar parecido alguno, pero el primero, estando ubicado tan lejos, le jugaba una mala pasada. Hyunjin se dio cuenta de lo que ocurría e, intentando pasar desapercibido, le clavó un codo en las costillas. Una amable manera de pedirle que se tranquilizara.

moles 》hyunsung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora