#18

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Afuera hacía bonito tiempo. El cielo estaba despejado, ni una sola nube impedía que el brillante sol le pegara en el rostro. Sus pequeñas manos palpaban el vidrio transparente de su ventana, deseando poder, por un momento, estar más cerca de aquel deslumbrante planeta. Había perdido la cuenta de las veces que de niño hubo soñado con viajar al sol y quedarse a vivir allí. También de las veces que sus padres le explicaron, lo más táctiles que pudieron, que aquello era técnicamente imposible. Se quemaría antes de siquiera arribar.

Sin embargo, Felix jamás perdió las esperanzas. Sabía que si quisiese viajar a la luna al menos sería menos complicado, pero jamás había sido una persona dócil ante el pensamiento común. Muy de vez en cuando pensaba. Y cuando lo hacía, no le seguía la corriente a los demás. Miles de veces le habían dicho que era un chico especial; si aquello se refería a un aspecto negativo o uno positivo, jamás tuvo el valor de preguntar.

Tomó otro trago de la botella que acaba de abrir y dejó de concentrarse en las calles de su barrio para desviar la mirada hacia su habitación. Si su madre entrara de repente y la viera de aquella forma lo obligaría a poner a lavar la ropa sucia de hace días y a echar desodorante. Y cuando Felix se negara, ella entonces lo tomaría del cabello, y las raíces negras del muchacho comenzarían a doler. Que estuviese acostumbrado no significaba que no lo irritara.

Escondió su cabello rojizo bajo su gorro negro de lana ante el repentino pensamiento. A pesar de estar en pleno verano, él sentía frío. Se escondió lo más profundo que pudo en la gran sudadera de Seungmin y no pudo evitar soltar un débil sollozo. De tan solo volver a proyectar la imagen del otro muchacho saliendo de su casa hacía un par de horas se envolvía a sí mismo en una burbuja de tristeza que solo podía reventar dándole otra calada a su cigarro. Y otra. Y otra. Y otra.

Para cuando este cayó al suelo, consumiéndose, la puerta de su cuarto se abrió, haciéndolo asustar y a punto de hacerlo esconder la bolsa entre sus largos pantalones. Sin embargo, su mejor amigo entró rápidamente y alzó las manos, acercándose despacio.

—Soy yo —exclamó en voz baja Hyunjin, temía, de alguna manera, alterarlo demasiado —. Ya sé que estás fumando. No te voy a hacer nada.

Solo entonces los músculos de Felix se destensaron un poco. La bolsa de marihuana la tenía ahora entre sus manos, a la vista de cualquiera que entrara a la habitación, pero sus ojos más oscuros que de costumbre se mantenían alerta, al mismo tiempo que no se atrevía a moverse de su lugar al costado de la ventana. Hyunjin caminaba hacia él lentamente, como si fuese un animal salvaje con el cual debía tener cuidado. ¿Cuántas veces sus seres queridos habrán pensado lo mismo sobre él?

—¿Qué hacés acá? —preguntó el dueño de la casa, manteniendo el mismo tono de voz, bajito y desconfiado.

—Me llamaste vos, Lix. ¿No te acordás? —respondió el mayor de ambos, la notoria preocupación en sus ojos negros. Iba a ser un gran problema si, de repente, su mejor amigo comenzara a olvidar sus propias acciones a causa de la droga.

El susodicho enmudeció por unos segundos en los cuales su amigo estuvo a punto de suspirar. Su respiración pareció volver a la normalidad cuando Felix chasqueó la lengua y dijo: —Sí. Sí, perdoname. Me distraje.

Hyunjin aplanó los labios y, sin saber bien qué hacer a continuación, se sentó en frente de su mejor amigo y se acomodó a medida que veía que él no objetaba nada. Dirigió su nerviosa mirada hacia el exterior, tenía que forzar la vista para llegar a ver su departamento a un par de cuadras. Mientras tanto Felix aprovechó para extraer de su bolsillo otro pedazo de papel, con el pelinegro observándolo de reojo. A este punto no tenía caso intentar no hacer ruido, así que Felix armó el cigarrillo tranquilamente como si se encontrara solo.

moles 》hyunsung.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora