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Pov. Estheban

Nos habían llevado a una base, el camino había sido bastante largo, a los alrededores no hay nada y todo estaba muy tranquilo. Derek dijo que el estaría bien, ellos no sabían de Abigail y no diríamos nada. Habían pasado un par de días y no había pasado nada.

Ni siquiera le habían hecho algún tipo de examen a Derek, nos habíamos enterado que hace unos días había llegado otro superior. Lee Siu intento mover influencias para saber quién había llegado, pero nadie sabía quién era.

—Nadie sabe quién es. Esto es estresante, he movido todas las cosas que he podido y no lo he logrado.

—Tampoco lo lograran. Me duele que no lo lograran. —Una voz hablaba desde afuera.

—Al menos sabemos que eres hombre. Ahora reconocemos tu voz.

—Alguien está hablando por mí, cambiare de lector cada día creo. Deja de gastar favores que te pueden servir más adelante por saber quién soy.

—No veo como algo inútil saber quién eres. Nos ayudaría mucho saber quién eres. Nos daría el poder que necesitamos para salir de aquí.

—Ustedes ya saben quién soy, ustedes ya saben lo que hago. Ustedes me podrían destruir si quisieran, pero no lo harán porque me quieren y porque me necesitan.

—Eso no es cierto. —Estaba un poco molesto, quería ir a ver Mae. Tenía que estar con ella. Lleva mucho tiempo sola.

—No está el cadáver donde nos dijiste. Necesito que te dejes de juegos, estamos gastando recursos en cosas innecesarias. Ahora me dirás dónde está el cadáver de Mae Pussett. No el de una beba.

—Ella no existe. —Esperaba que hablara otra persona, pero fue la misma.

—¿Cómo que no existe?

—Pussett no es su verdadero padre. Por lo tanto, Mae Pussett tampoco. Tienes delante de tus narices lo quieres. Solo busca mejor, esfuérzate un poco más.

—¡Estoy harta de tu actitud petulante!

—Espero que recuerdes muy bien que la persona que debe dar las ordenes soy yo, tú debes seguirlas. Vuelve a alzarme la voz y vas a saber de lo que soy capaz.

—Discúlpeme. No volverá a pasar.

—Sácalos de allí, que den una vuelta. Necesitan algo de aire y espacio para cada uno.

—Como usted diga. —Se escucharon pasos, después las puertas se abrieron y salimos. —El único motivo por el que están afuera es porque me dieron la orden, hagan algo chueco y yo les asig...

—Lárgate. —Un chico tenía un teléfono en la mano y leía lo que le escribían.

—Ella no puede hacer lo que se le dé la gana.

—Yo sí puedo hacer lo que se me dé la gana. —Estaba una chica apoyada en la pared, no la había visto. Llevaba ropa ancha y oscura, sus manos estaban tapas y no se veía absolutamente nada de su cara. Llevaba una mascarilla y unos lentes oscuros.

—Eso lo veremos cuando... —La otra chica no la dejo hablar, la mano de ella estaba en el cuello de la otra, ella era intimidante.

—Te he dicho que dejes de retarme. Porque no está nada bien lo que estás haciendo.

—Perdón, lo lamento mucho, señorita...

—Cállate, que te hay dicho que porque sepas mi apellido no significa que me puedas llamar por él.

La otra chica se fue y quedo el chico con la chica de ropa ancha y oscura.

—Ahora si conozco tu voz. —Ella avanzo hasta mí y dijo.

Proyecto: ArlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora