Hermanita

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¡Yujuuuuu! Al fin pude antes.

Espero disfruten este capítulo tanto como yo lo hice al escribirlo. La tensión crece y el desenlace cada vez se acerca más.

Nos leemos la próxima semana y no olviden que se les quiere mucho :-*


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[Capítulo 23]

{Rahsia}

Tenía la cabeza a punto de explotarme cuando me subí a aquel coche negro de lujo junto a un idiota que solo servía para provocar el caos. No quería ni verlo mientras conducía porque mis ganas de matarlo eran incontrolables y en el proceso iba a provocar mi propia muerte. La garganta me seguía ardiendo por el llanto y me mordía el interior de la mejilla para no soltarlo, no ayudaba en nada que a Demian se le hubiera ocurrido la brillante idea de poner la radio y dejarla en una estación donde sonaba la canción de un cantante español que no hacía más que echarle sal y limón a mi herida.

¿De quién te has enamorado, si todo lo que soy nunca te ha gustado? Teníamos destino yendo separados, ya lo veo claro.

Cerré los ojos con fuerza al escuchar esa parte en especial, de verdad dolía, en serio me destrozaba haber hecho todo por nada.

—Bájate —pidió Demian cuando entramos al estacionamiento subterráneo de un hotel.

Lo hice sin rechistar, pues necesitaba acabar de una buena vez con esa situación. Lo seguí hasta un ascensor y vi cómo otros hombres se nos unían. Me perdí tanto en mis pensamientos y recuerdos que ni siquiera fui capaz de fijarme a dónde me llevaron.

—Está todo limpio, aunque no tardará mucho en que los Grigoris aparezcan —informó uno de ellos a Demian y esté asintió.

—Cuando aparezcan ya no estaremos aquí —aseguró y la piel se me erizó por ese tono tan altanero, pero sobre todo, por la certeza bien marcada en él.

Me metí al ascensor un tanto reticente y hasta ese momento miré a Demian a los ojos.

—¿Qué? ¿Tienes miedo? ¿Vas a echarte atrás ahora, princesita? —inquirió satírico. La ira me recorrió de pies a cabeza y alcé la barbilla con orgullo.

Me moría de miedo y sí, por un momento creí que no podría seguir adelante, pero fue solo algo pasajero que se esfumó con los recuerdos que me forzaba a tener para agarrarme de ellos y no desistir.

—Muérete —escupí y vi su sonrisa divertida.

Subimos junto a dos chicos que parecían ser de su total confianza y me condujeron a una habitación. Al entrar me percaté de que se trataba de una suite y estaba muy bien acomodada como sala de operaciones para alguna de sus misiones, ahí había más personas trabajando frente a portátiles con pantallas negras y muchas letras blancas, con auriculares muy sofisticados en sus orejas y algunos concentrados en las imágenes de cámaras que de seguro tenían colocadas en lugares estratégicos.

Resiliencia (Orgullo Blanco #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora