¿Quién soy para ti?

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[Capítulo 2]

{Rahsia}

Desde ese momento supe que tenía que tratarlo con más cuidado y agradecía que el doctor Cleveland volviese pronto, ya que para mi mala suerte, no tenía el privilegio de saber los motivos exactos que llevaron a ese chico a los electrochoques. Se me comunicó lo esencial puesto que todavía me tenían en prueba y temían que al saber la verdad, cometiera algún pequeño error con Daemon y me lamentaba por eso, pero era consciente de que me lo gané a pulso por ciertas cosas que hice y no debía.

No en mi trabajo.

—¿Desde cuando comenzaron los problemas para dormir? —pregunté, más preocupada que antes debido a lo que escuché.

—Desde ese día en que lo vi. Fue el lunes pasado.

—¿Has estado tomando tu medicamento? —Asintió en respuesta— ¿Y qué más has hecho para ayudarte?

Lo vi incomodarse con mi última pregunta y supe que la respuesta que me daría no me gustaría como mujer, aunque como profesional iba a entenderlo.

—Creo que he entrado a un periodo maniaco leve, el libido lo tengo por las nubes y ya sabes lo que me sucede cuando eso pasa —soltó y decidí no verlo y escribir algo en mi libreta.

«Al parecer ha habido muchas chicas con suerte en estos días», pensé y estuve tentada a escribir eso, pero me contuve ya que parecería la tía del meme. No era la terapeuta pensando en esos momentos, si no la tonta chica frustrada por no ser parte de ese grupo de mujeres.

—No sé cómo tomarme eso, Rahsia —Lo miré con los ojos desorbitados y me avergoncé como nunca.

¡Mierda! No era posible que haya dicho eso con palabras y cuando sonrió y esa vez de verdad, mis mejillas se calentaron y estaba segura de que también se me pusieron rojas.

—Digo... ¡Dios! Lo que quise decir es... ¿No te servirá comer chocolates para matar ese antojo? —Cerré un ojo y fruncí la nariz en un gesto irónico e inocente al soltar tremenda estupidez.

—¿Perdón? —expresó y se carcajeó entonces.

¡Joder! Si hubiese sabido que haciendo el ridículo lograría ver ese hermoso gesto en él, creo que lo habría hecho antes.

—¡Ya! No te rías, hombre. Solo dije eso porque algunas mujeres calmamos nuestra libido muchas veces, comiendo chocolate. Al menos yo sí lo hago ¿o no lo notas? —ironicé y me señalé de la cintura para abajo.

Todavía riéndose, Daemon me observó poniendo un puño bajo su barbilla y mordiéndose el labio en el proceso. Me sentí incómoda en ese momento pues mi inseguridad quiso asomarse y traté de meter la barriga para que no se me notara mucho.

¡Madre santa! ¿Por qué me tenía que pasar eso justo cuando buscaba impresionar y no dar pena?

—Pues la verdad, noto muchas cosas —Dejé de respirar al oírlo.

Resiliencia (Orgullo Blanco #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora