Capítulo 11: House of cards

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Todavía recordaba la primera vez que le vio.
Cuando ingresó en la “Organización de k-popers de La Habana” la única cosa que tenía en mente era estar cerca de su hermana mayor, pero nunca creyó que sus propósitos cambiarían en menos de lo que cantaba un gallo. El vicepresidente de la sociedad no estaba menos ocupado que la presidenta, sin embargo, a falta de personal tenía que repartirse las tareas entre ellos dos. El primer curso que pasó fue el suyo.
—Voy a ser muy claro, la razón por la cual este taller os tiene sólo a ustedes tres como miembros es por la importancia que tendréis a partir de hoy para nosotros aquí. Antes que todo, jurad que lo que os enseñe en este lugar, solamente lo conoceréis ustedes.
Fue desde esa ocasión que supo a lo que se enfrentaba. Su misión era mantener el orden dentro y si fuera posible también fuera de la asociación, al agrupar a tantas personas en un mismo entorno, había que controlarlas a todas. No obstante, para poder velar por la seguridad de los demás, debía pasar esa prueba.
—Les enseñaré a dominar la oscuridad de los otros, pero necesito que dominéis las vuestras primero o si no, estas os absorberán.
Quizás no hubiese un motivo especial capaz de explicar con exactitud por qué a ella exactamente tuvo que sucederle aquello, pero ya no importaba. El daño estaba hecho y no se desharía de él tan fácil.
—¡Maldita seas, ojalá se te caigan esas extensiones de pelo! —regresó al curso normal del tiempo tras oír a su compañera de asiento gritar.
—¡Miren quién habla! Tú me copiaste a mí por envidia y para colmo te le insinúas a mi novio como la gran perra que eres —habló más alto su contrincante, ambas se halaron de los cabellos comenzando una brutal pelea.
Rose por meros segundos había olvidado que la rivalidad entre ellas era mucho más notable en el recreo, cuando aprovechaban la ausencia de los pedagogos para sacarse trapos sucios y vociferarse barbaridades en todos los idiomas. La escuela jamás fue un problema para su persona, era una especialista en pasar desapercibida en lugares abarrotados de gente como por ejemplo en ese mismo momento, desde que inició el receso han estado peleando y todavía estado próximas a Rose, ella no se ha llevado ni un golpe. No puede negar tener una vida bastante tranquila, salvo por su manía de analizar las conductas de las personas a su alrededor. Una de las pocas cosas que la reconfortaban era su labor de “reparador de juguetes”.
—¿Esto será divertido, a qué sí? —le preguntó emocionado un chico.
—Sí, como tú digas —respondió sin ánimos.
Tenía su cabeza en otro sitio. Al final era más de lo mismo; ex mejores amigas fajadas por un idiota que estaba jugando con las dos, el que se dirigió a su personas vivía enamorado de ella, el resto de los que grababan la pelea la subirán a las redes para tener un montón de "me gusta" en sus cuentas, los maestros serían regañados luego de que el director lo supiera, eran sucesos demasiado predecibles para ella que cuestionaba hasta el color de sus zapatos.
—Esta es la quinta disputa en el día, van a rodar por el piso —miró de reojo a Rose que apenas le escuchaba—. ¿En qué piensas?
—Nada importante —en su querido juguete nuevo, se le da bien mentir—, de seguro se abofetean ahora.
—¡Mira, es cierto! —le indicó con un dedo, su predicción acababa de ocurrir—, ¿cómo es que lo haces?
—No hago nada, es sentido común…
Las memorias del pasado iban y venían una por otra.
—Zen, tu tarea es influir en el carácter de los otros antes de que este esté formado por completo. Deberás tratar con la percepción del paciente cuya personalidad está en proceso de alineación y no olvides que eres el complemento más importante, porque cargarás con la salud mental de un individuo que aún no ha asumido un estilo de vida autónomo. Esa labor la denomino “constructor de almas”.
El antes mencionado asintió sin vacilación mientras el vicepresidente le entregaba unos libros viejos, habiéndolos introducido en pocos días dentro de la compleja materia ya tenían suficiente confianza como para obsequiarse cosas. El taller de psicología ayudaría a tratar con los inconvenientes de los miembros, hacía la función de consejería para esos que tuvieran un problema y necesitaran desahogarse, pero el móvil oculto era manipular desde las sombras a los integrantes del movimiento y auxiliarles involucrándose en dichas cuestiones sin que se percatarán. Amaba los desafíos.
—¡Esto se ha salido de control! —el alarmante chillido del muchacho la hizo mirar el espectáculo con más detenimiento; no, no era posible…
—Ahora te vas a enterar —tomó una silla y la agitó en el aire dispuesta a rajarle la cabeza a su rival—, pagarás con sangre haberme arruinado la cara.
Se escuchó un sonido seco. Un cuerpo manchado cayó al piso y los alumnos se quedaron quietos temblando del miedo. Puro espanto.

***

Salió a su encuentro poseída por la cólera, no lo podía creer. Una cría de cinco años sería quien elaboraría los estándares que le permitirían tanto a Zen como a ella progresar en sus respectivos quehaceres, se subordinaría a esa enana que acababa de convertirse en el “recolector de huesos”.
—¿De qué te sirvo, dime, soy tan inútil que me diste la tarea más estúpida?
—¿Lo ves desde ese punto?
—Soporté lo de él pero no me sometas también a esa engreída, ya empezó a darme órdenes. ¿Por qué “reparador de juguetes”?, únicamente me ocupo de las sobras, ¿verdad? —volteó el rostro evitando todo contacto visual—. Mejor dejémoslo.
—Rose, mírame —acató la orden y este posó sus manos sobre sus mejillas—. Zen y esa chiquilla son como vasos de cristal transparentes y llenos, sin embargo…  —ella sonrío—, tú eres una copa rota y vacía.
Los ojos se querían salir de sus orbitas, quiso alejarse de él pero la agarró de los brazos impidiéndole cualquier posibilidad de huida.
—Eres la única que no podrá quitarse esa cruz de la espalada y conoces lo que uno siente cuando es destrozado sin piedad. Si elegí ese deber para ti es porque confío en el talento que posees para destruir, no puedes reconstruir algo si antes no lo quiebras. Por eso tienes que ser un reparador de juguetes, ya que no puedo pensar en otro candidato que sea capaz de soportar la carga que conlleva… romper a alguien.
Bajó su cabeza resignada. Zen era la cara blanca de moneda, la niña el valor monetario y Rose, el lado oscuro. Una faena noble debajo de tortuosas metodologías de trabajo; sí, su castigo, su cruz.
—Esto queda entre tú y yo.
Asintió en un suspiro, ¿de qué le servía llorar? Huir de tus miedos es una carrera que nunca ganarás.
—¿Despertase?
Un sueño. Fue abriendo los ojos lentamente, se recostó en la cama medio adolorida mientras hacía un esfuerzo por recordar.
—Te interpusiste entre esas dos desquiciadas y el golpe paró en tu nuca. Te hemos traído al consultorio y has dormido por tres horas, estábamos muertos del pánico.
Bueno, no siempre analiza sus actos, a veces… es el impulso del momento. Esta chica es una cajita de sorpresas, ¿no?

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