Capítulo 12: I'm Fine

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Abrazó sus piernas recostada en la pared, lágrimas resbalaban sin consuelo alguno por las rojas mejillas mientras mordía sus labios en un intento por contener tormentosos gritos.
—¿Qué fue lo que ella te hizo? — Jennie se levantó del piso y fue en dirección a un espejo, tenía moretones en los brazos—, voy a matarla…
—¡No, por favor! —agarró fuertemente su pelo con las resbaladizas manos— enfrentarla sólo empeorará mi situación.
—¡Ya ha ido demasiado lejos!
—Te lo suplico —gimió sobándose la nariz— no me tortures tú también.
Dejó caer su cuerpo en la cama.
—Perdona… es cierto.
Dolía profundamente, no sabía cuánto tiempo podría oponer resistencia a toda esa odisea de odio y rechazo. Por una vez en la vida hubiese querido no conocerla jamás o no haber nacido nunca, que el destino no le hubiese hecho pagar su error durante tantos años, que la felicidad durara más de lo que se prolongaba tal tormento. Alexandra la estaba llevando al límite de lo antes conocido, adentrándola en una galaxia tétrica donde sus órdenes eran lo único que interesaba. ¿Qué venía después de las palizas de ese día? Era costumbre que la fastidiara, pero
ahora estaba a otro nivel; "ella" lo supo con solamente sentir su desesperación.
El grupo tenía una excursión a un campismo que duraría un fin de semana entero a partir del viernes y aunque faltaría a los ensayos, no pensaba dejar de practicar en dicho lugar. Había diversos juegos recreativos e inclusive una piscina, todo porque el grupo ganó en un encuentro de conocimientos.
—¡A las escondidas! El último en ser descubierto no hará examen de Educación Física —propuso el maestro a los alumnos que aceptaron gustosos.
Necesitaban una nueva distracción luego de haber agotado las anteriores ya visitadas, ¿y quién no se entusiasma cuando tiene que correr y ocultarse al unísono? La dinámica sin dudas desbordaría adrenalina en ellos, nuestra protagonista incluida.
—Eso lo entiendo, querías formar parte del entretenimiento y es normal que tengas esos deseos —la chica había accedido a contarle la historia—. Tu intención no era molestar.
—Pero entonces ¿por qué…? — no pudo acabar la frase, su entrecortada voz rompió en llanto nuevamente.
Todos estaban en sus posiciones, unos individual y otros en equipo, pero prefirió buscar un lugar lo suficientemente cerca como para llegar a la base sin ser detectada por quien debería hallarlos. Esperó unos minutos ahí en silencio hasta que oyó un ruido afuera y salió.
No debió hacerlo.
—Imaginé que estarías en un sitio así, después de todo el baño siempre era tu ruta de escape.
Su cuerpo se entumeció, no pudo moverse ni emitir sonido alguno.
—¿Recuerdas lo que te dije antes de venir a este viaje? Te advertí que si veía tu repugnante sonrisa cerca de mí la borraría, creo que estás medio sorda —estiró sus brazos en el aire—. Recientemente supe que asistirás a las mismas clases de baile que yo, ¿qué tramas?
Alexandra no tenía conocimiento de las actividades extra escolares de su víctima, sin embargo, escuchó rumores en su salón de que esta ingresaría a cierto taller en el cual estaba y no podía permitirse aquel desatino. Si el pájaro desea volar, córtenle las alas.
—¿Por qué entraría una sabandija como tú a mi curso de baile, dime?
Jennie debía practicar más y pensó en hacerlo durante su poco tiempo libre en otro lugar, sin sospechar que la todopoderosa podría estar allí. No obstante, no podía decirle eso.
—Esa miserable, si yo hubiese estado presente…
—Sabes que no podemos hacerlo, yo no sé cómo revertir el proceso y si me quedo dormida eternamente —la interrumpió un poco más calmada—, no quiero ni pensar en las consecuencias.
—¿Te golpeó hasta estar satisfecha, no?
Pasó sus manos por su estómago recordando la rudeza de las patadas y los jalones que le propinó antes de lanzarla al suelo. Sin pandilla ni espectadores ni intermediarios, únicamente la perpetrada y la perpetradora.
—Mantente alejada de las personas que me rodean mosquita muerta, o juro que lo lamentarás y la próxima vez será peor —se alejó de su vista antes de que la golpeada perdiera el conocimiento.
Cuando despertó ya era tarde. Lavó con vehemencia las heridas y procuró inventar una buena excusa la cual todos se tragaron en cuestión de segundos.
—A partir de hoy saldremos en grupos de cuatro y no se separarán unos de los otros, Jennie —el maestro tocó su hombro preocupado—, me hallaría más tranquilo si anduvieras con la jefa de disciplina.
Empalideció, ir con el monstro que le había causado toda aquella desgracia sería como estar atada por una cuerda a tu propio verdugo.
—Y-yo —apenas y podía articular.
—Encantada estaré de acompañarla —mostró tanta empatía y confianza que el hombre sonrió contento—, procuremos tratar esos moretones más tarde, ¿vale?
Algo sórdido se revolvió en sus entrañas reclamando salir inmediatamente; no, ya no más por el momento.
—Se lo suplico… llévenme a casa —susurró al borde del colapso, respirar el mismo aire que esa persona era más agreste que morder una manzana envenenada, mucho más.
Y así fue como acabó ese mismo viernes, deprimida y sollozando, encerrada en su cuatro.
—Ya verás, esto tarde o temprano acabará y dejarás de pasar por estos malos tragos.
—A veces me harto, es tan duro vivir de esta forma.
Un sonido comenzó a oírse proveniente de su mochila, rebuscó en el interior para toparse con una alarma; el tono era la canción de su banda coreana preferida.
—En 1 hora debo comer, mañana iré a mis prácticas. Al menos tengo la música de los BTS que mis compañeras me pasaron al móvil y también los vídeos.
—¿Ves? No todo es tan negro. Vamos o no digerirás bien la cena.
Jennie era sumisa y ocasionalmente desconfiada, esperaba lo peor de quienes la rodeaban y no le sorprendería si por cualquier motivo, un día Rose y las otras dejarán de ser sus amigas; por el contrario de "ella", rebelde en lo que a sus problemas constaba y optimista ante los mismos, tratando de consolarla y protegerla. Ambas tenían un buen corazón.
Pero, ¿qué pasará el día en el que Jennie, no pueda más?

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