Capítulo 10: Go Go

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—Ha pasado tiempo desde que no usaba estas medias tan largas —se quitó la prenda de vestir y la dejó en su cama.
Jennie tendrá una presentación de baile en un mes puesto a que se realizará una exposición de todos los talleres en el centro. En sólo una semana ha hecho muchos amigos y ha tenido un considerable avance en sus prácticas de danza con su nuevo grupo. Sin embargo, ha tenido que reorganizar su horario por completo aunque en el fondo no le molesta para nada, ni que ella tuviera cosas mejores que hacer. Por esa razón llega tarde casi todos los días a casa y apenas ve a su prima Ana que deduce, debe estar con su novio.
—¿Crees que lo haré bien?
—Esa chica se dio cuenta de tu talento y gracias a ella eres feliz, le debo una —Jennie sonrió.
—Ahora tengo que dormir y alimentarme correctamente…
—Así que olvídate de seguirle la rima a Alexandra y su pandilla, hazme caso y borra a esa gente de tu lista de preocupaciones. Debes evitar estrés para que tu cuerpo  permanezca relajado.
Salió de su cuarto rumbo a la sala para servirse un vaso de jugo.
—Lo sé, pero no es fácil, entiéndeme, no tengo esa fortaleza.
—Por eso estoy aquí —sintió una calidez en su pecho—, te protegeré cueste lo que me cueste.
Recogió su pelo en un alto moño, tomó un lápiz junto a una hoja y puso manos a la obra. Como tendría que reunirse con su equipo toda la semana hasta el día del estreno, no podía darse el lujo de malgastar el tiempo.
—Primero me ocuparé de mis estudios con Tesla, ella es muy buena en eso —recibió la aprobación de su interlocutora—; para poner en forma mi cuerpo le pediré consejo a Richie y de lo demás…
—Puedes pedirle consejo a tu amiga, por lo que me has dicho quiere ayudarte.
—Sí, es una persona increíble —su rostro se iluminó ante la admiración que le provocaba la antes mencionada.
—¿Gaya gestionará el vestuario?
—Es su responsabilidad según entendí, es la encargada del curso de costura —miró de reojo su vientre—, ojalá y pueda mantener mi peso.
—¡Estás perfecta! Que nadie diga lo contrario, no te quiero haciendo dietas extrañas, ¿te queda claro?
Ella  era la mejor sacándole una sonrisa de los labios. Pegó el papel en el refrigerador con cinta adhesiva y comenzó a bailar de la nada.
—Sabes cuánto me gusta verte contenta, gracias a esas chicas que conociste aquella vez.
—Te prometo no volverlo a hacer —dijo con certeza absoluta—, ya no pienso regresar atrás.
—¡Esa es mi pequeña!
Al sus padres marcharse y dejarla al cuidado de su tía, la soledad formó parte de su mundo que se había hecho trizas de un momento a otro. Esa versión fantástica de la familia feliz desapareció sin dejar rastro, esos conceptos de nobleza y las frases cursis dichas y redichas por su madre perdieron el sentido y ni hablar del príncipe azul, de ese amor incauto permanecieron apenas los recuerdos. Le quedó bien claro que la hermana de su mamá no era aquella bruja que pintaban de lobo, que ella nunca sería tan delgada como Barbie, que aquel caballero gallardo eran inventos de su cabecita infantil; ahora la historia era completamente real.
Y producto de ese sufrimiento, nació "ella".
—Tengo que trabajar en la velocidad de los movimientos, ¿qué te parece si empiezo ahora?
—No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy.
Jennie era lo único que  a "ella" le importaba, lo demás le daba igual, y si su deseo le causaba felicidad, ¿qué más podía pedir?

***

Iban de un lado a otro realizando piruetas y gestos extraños con sus manos, alguna que otra pantomima y recitando versos poéticos con pláticas filosóficas. El taller de teatro no se quedaría atrás sabiendo que los favoritos siempre eran artes plásticas, robótica o música; había que dejarles un mal sabor en la boca a los contrincantes a como diese lugar. Rose, integrante de toda aquella locura, había sugerido representar una obra inédita de Esther Suárez Durán (la maestra) nombrada “Concierto en Luna Mayor”, eso era sinónimo de trabajo duro y fines de semanas ocupados.
—Nadie está cuerdo aquí, se nota la mano de la dramaturga en esta función.
—Déjate de quejas, hasta donde recuerdo estabas muy emocionada al principio —le reprochó a la niña que se cruzó de brazos molesta.
—Hablando de cosas más importantes, ¿por dónde vas con tu nuevo juguete?
—Tiene un complejo de inferioridad de primer nivel, es manejable. Hace poco conseguí mejorar su autoestima, espero que la visión que tiene de sí misma sea influenciada por ello; con suerte, en dos semanas será una persona completamente distinta a la de antes.
—¿Te olvidas de los pensamientos suicidas? —hubo una mudez entre ambas que la niña prosiguió a romper—, ¿a qué se referiría cuando escribió: Solo lo haría por ti, por “nosotras”?
—Ni idea, de todos modos, la romperé.
—Ese es tu procedimiento, bien que nadie puede quejarse de los resultados, pero tu proceder...
—Sí, estoy al tanto de lo que piensan los otros, sobre todo Zen.
—Detenerte es imposible, además, es tu diversión. A mí no me importan tus técnicas, lo sabes.
Ella no mentía.
—Hay algo en Jennie que no encaja con su perfil psicológico —soltó un suspiro rígido—; a veces está triste y luego feliz, pensé en una bipolaridad, aunque es demasiado precipitado aún. Necesito pasar mayor tiempo a su lado y profundizar en sus emociones antes de sacar las últimas conclusiones, si no te será imposible elaborar un estándar.
—Típico de ti, ¿me pregunto qué método usarás? —la miró buscando una reacción por parte de la interrogada, Rose mordió su labio inferior luego de lamerlo y puso una sonrisa sádica.
—Espera hasta el final, no seas impaciente —caminó acudiendo al llamado de su grupo—, no es propio en un “recolector de huesos”.
La pequeña bostezó aburrida, necesitaba acción. Abrió su mochila, sacó una libreta negra y la ojeó velozmente, ahí estaba el papel que quería.

Lo siento por todo lo que te hice, jamás deseé hacerlo. No justifico tus actos, pero tampoco olvido los míos.
No me vais a extrañar, no ahora; no lo vas a notar, no ahora; no os atreváis a llorar, no ahora.
Solo lo haría por ti, por  “nosotras”.

—Admito que no debo ser impaciente —el caramelo que había estado estático en su boca fue partido con estrepitosa fuerza por sus dientes—, pero imagínate... tengo hambre.

Mi pequeño mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora