En esta ocasión la entrevista correspondiente al programa no se llevó a cabo en Espacios A+ adolescentes porque los personajes se hallaban memorizándose sus diálogos, cosa que me pareció rara debido al poco papel que tenían algunos de ellos. Al parecer, los secundarios tendrán más acción de la casual, excelente para los lectores. En fin, el espacio del encuentro fue la biblioteca Rubén Martínez Villena, ubicada en Obispo No.59 entre Oficios y Baratilla dentro de La Habana Vieja. Acertar el destino estuvo extremadamente difícil y nos tomó de lleno una hora hacerlo, pero con la satisfacción de una merienda que levantó la moral del grupo. En lo que esperaba a mi entrevistada que, según me habían informado estaría tan perdida como yo, admiré un poco la estructura del rincón.
La planta baja era increíble, me atrapó vislumbrar un piano a mi izquierda en un área medio apartada del lobby. El piso encerado en gris contrastaba con las pulcras paredes, la recepción poseía una estantería de una madera hermosa para guardar bolsos, existía una entrada próxima al pequeño puesto que adentraba a un indudablemente cuidado jardín, una atmósfera de ensueño.
Todo iba de maravilla... hasta que unas diminutas gotas se imprimieron en las vidrieras de la entrada.
Genial, ¿no se suponía que el día sería soleado con temperaturas de hasta 24 grados Celsius en la capital del país?
—Hay Rubiera... —culpaba en un susurro susceptible al segmento climático dado por el reconocido meteorólogo. A mala hora rechacé mi instinto de periodista y no agarré el paraguas antes de marchar, y por lo que prevenía, nadie en el escuadrón se salvaría del aguacero.
Fue entonces cuando la vi. Una mujer de estatura mediana, tez negra y cabellera recogida en una coleta ingresó al centro bajo una sombrilla púrpura. Lucía un vestido blanco de saya cuadrada y alrededor de su cuello había una tunda colorida que resaltaba con su ropa, calzaba unos tacones discretos pero a la vez llamativos y juraría que el perfume que usaba era Athens, ya que ese aroma subsistía en mi conciencia desde la última vez que lo tuve. Se acercó despacio hasta mí, sonrió con afabilidad y me extendió una mano.
—Un placer conocerla, deduzco y tú seas la reportera. Yo soy la citada.
Imposible. ¿Aquella dama con aptitud de modelo era una simple maestra? Mi salario quizás fuese superior y no alcanzaba para tanto, me sentí como un punto perdido en el universo.
—M-mucho gusto c-conocerla —ni sé aún como la presencia no se me calló de la vergüenza—. ¿Usted será mi entrevistada?
—Por favor, no me trate de "usted". Solamente llámeme por mi nombre y listo —se acomodó a mi derecha, le hice señas al camarógrafo que rápidamente captó el mensaje.
Elena era la maestra de Jennie. La descripción que poseía de su papel era el de una severa señora que impartía sus clases con unísona gracia e inflexibilidad, empero, ¿de aquí a cuándo esa imagen tan mala encajaría en este presente retrato de una noble aristócrata? Probablemente se equivocaron, sí, eso fue.
—Tu aparición fue sumamente breve, a penas y en el tercer capítulo, ¿cuéntanos un poco más sobre ti?
—Como sabrán soy instructora de la principal. Mi actuación no es mucha, sin embargo, se utilizó en primera instancia para brindarle apoyo a la misma en determinadas circunstancias. Estoy consciente de que Jennie tiene problemas para relacionarse con sus compañeros de clase.
—¿Podría definir, desde su punto de vista, a qué se refiere?
—Verás, una parte importante de mi profesión consiste en conocer las características de mis estudiantes, pues me permitirá trabajar mejor con ellos. Por alguna razón Jennie es demasiado tímida con respecto a sus contemporáneos, no obstante, estoy convencida de que en el fondo ella no desea ser así. Puesto a que me ha demostrado que tiene un lado hiperactivo, simplemente no adivino por qué estos cambios repentinos.
—Por la manera en la cual habla de su alumna podría decir que le tiene estima.
—Trato a mis aprendices por igual, aunque admito que mantengo una afición especial con Jennie, me recuerda a mí en mi juventud —pronunció una minúscula risita.
Su reacción me pareció hasta graciosa, ¿a qué se habrá referido?
—Dígame, ¿cómo es su relación estudiante-profesor?
—No tengo un grupo bajo mi mando, si bien la mayor parte del tiempo lo paso en el aula de la protagonista porque me llevo extraordinariamente bien con la guía base. Supongo que conozco más a esos chicos y chicas por esta razón. No son malos en mi disciplina, de hecho, le temen. Exceptuando a dos o tres que aprecian las Matemáticas, el resto le huye. Fuera de eso, nada, aunque...
—¿Aunque? —me sorprendió la extraña expresión que mostraba su fisonomía, enarqué una de mis cejas.
—A veces es chocante.
Quedé confundida en el sofá.
—Por momentos me parece como si escondieran alguna cosa. En sus bromas, comentarios, métodos de comunicación, mis colegas lo notan normal pero yo... observo como si sucediera otra cosa que no puedo captar. Sobre todo con Jennie.
—¿Tienes algo en concreto?
Cruzó las piernas y miró de reojo el exterior. La lluvia de pronto se tornó más intensa, tal figurara que las nubes lloraran desconsoladamente en ese minuto. Un diluvio de sufrimiento, una ambiente angustiante. —Bullying —refutó pasiva—. Carezco de pruebas y por ende tengo las manos atadas, pero si descubro cualquier cosa, ciertamente no continuará impune.
Mis nervios estaban a flor de piel, Elena tenía un aura inquietante.
—¿Quién consideras mejor en la materia? —desvié el tema rápidamente antes de que mi temblor fuera demasiado evidente.
—Alexandra. Tiene promedios excelentes en todas las asignaturas, no esperé que fuera tan buena en la mía. Usualmente los hijos de burocráticos no valoran el esfuerzo, estoy satisfecha de que no sea el caso. Su madre es súper amiga de la directora y bueno, tiene un alto puesto en la jerarquía, vaya —gesticuló la declaración con sus manos haciendo énfasis en ciertas palabras que a mi entendimiento, eran clave en el discurso.
Tras despedir el programa, que a mi modo de apreciación fue interesantísimo, traté de indagar sobre BFW y fue en vano. ¿Esta persona realmente existe o qué?
—Elena, ¿por qué dijiste que Jennie te recordaba a ti?
Ya no había rastro de esa cara jovial, una mueca forzada fue mi resolución.
Excusándose del pésimo horario de los autobuses abandonó el recinto, el sol resplandecía y mis camaradas estaban contentos de no imaginarse el doloroso trayecto de retorno al estudio.
Salí deseosa de apreciar mis alrededores pero me desconcertó a mí misma un sentimiento de desosiego en el pecho. Pudiera ser que el clima mejorara, no obstante el aire continuaba pesado. Por alguna razón todavía el cielo... lo veía gris.
ESTÁS LEYENDO
Mi pequeño mundo
Novela JuvenilImagina que eres la princesa de un castillo, sí, habitas en un cuento de hadas a la espera de tu final feliz. Y entonces, como por arte de magia, tu burbuja de cristal revienta y no quedan ni las cenizas, solamente amargos y dolorosos recuerdos... ...