Capítulo 5: Am I wrong?

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Tenían al menos cinco minutos para terminar de darle los últimos retoques al laboratorio antes de que la súper erudita hiciera acto de presencia en el salón. Un reducido grupo de cinco aprendices, que poco entendían de ciencia la verdad, se encontraban sudando la gota gorda en el lugar. La puerta se abrió ostentosamente dando paso a la esperada Tesla.
—Veo que no han roto nada, es un increíble comienzo —caminó hasta una mesa en frente de ellos—. No necesito presentaciones, con lo que está en el manual me basta.
Según tenía escrito, eran Richie, aficionado al deporte; Gaya, aprendiz de costura; Kurama, fan a la cocina tradicional francesa; Nina, estudiante de música jazz y Ashley, el mejor gamer de toda la asociación. Esos iban a ser los integrantes de su grupo por al menos 3 meses, un dolor de cabeza que soportaría sin quejarse como siempre había estado haciendo, ya que después de todo, eran las condiciones de su contrato. Cuando ingresó en la organización era una fan a la música coreana que no tenía ambiciones en la vida y únicamente se concentraba en sus deberes estudiantes. Una muñeca de madera sin corazón.
—¿Entonces, en qué eres buena?
—En nada que no sea estudiar, ese es el problema. ¿Para qué quieres una cerebrito? —le cuestionó el vicepresidente a la líder, que llevaba un buen rato tratando de encontrar algo que Tesla pudiera hacer.
Para que la “Organización de k-popers de La Habana” pudiera formarse y radicar en Espacios A+ adolescentes, el centro les había puesto como condición que se fomentara no solamente la cultura coreana, sino que se incluyera mayor diversidad de temas. Con este fin, la presidenta estaba reclutando personal que pudiera crear talleres e impartir clases en estos, pero con ella se le estaba complicando bastante. El problema con Tesla era que estaba ocupada continuamente para asistir a las reuniones, odiaba socializar y ponía en un pedestal sus estudios, su principal objetivo; aparte de esto, un amor inexplicable hacia su banda preferida de k-pop que conocía de pocos días.
—Cuando supe que había un sitio como este vine, no sé por qué, pero quiero estar aquí. Admito que no estoy clasificada para una gran responsabilidad, ya que eso me pondría en conflicto con mis materias escolares y además, no tengo otro fuerte...
—Estás en lo correcto. No sabes hacer nada más que no sea leer y leer, ni siquiera creo que proceses la información que captas. ¿Eres un robot o qué? —le interrumpió tensando la mandíbula.
—Lo que él quiere decir es que posees una habilidad increíble, pero no nos servirá de mucho —le miró tajante para que se calmara.
Ciertamente, si el propósito era que los miembros del club adquirieran varios conocimientos, de nada serviría una chica con memoria fotográfica que fuese incapaz de analizar lo que memoriza; ningún alumno aprendería de esa forma. Y si deseaban mantener todo a flote, necesitarían aumentar el número de integrantes.
—Hagamos un trato —Rose apareció repentinamente, asustando por meros segundos a la presidenta y a su otro compañero, aunque Tesla no pestañeó siquiera—, déjamela a mí por una semana y luego decidís, si no, puede irse.
Se miraron semi extrañados de su intervención, alguna idea interesante tuvo que tener para haber planteado esa propuesta así que aceptaron. Como resultado, ha estado durante al menos dos años y medio desempeñando el mismo papel en la obra teatral de su vida.
—En este primer día se supone que hablemos un rato de la ciencia, su historia, bla, bla, bla... —salió de sus recuerdos para aterrizar en la realidad—, aquí está todo lo que deberían saber. Odio gastar saliva innecesariamente.
Regresó a su lugar tras entregarles unas hojas, guardó el manual en su maletín negro, se puso encima una bata blanca y una máscara protectora en la cabeza luciendo igual a sus estudiantes.
—Ahora, haremos un experimento —hizo sonar sus guantes al estirarlos cuando se los puso en sus manos.
El resto siguieron sus instrucciones al pie de la letra conscientes del carácter de la maestra con la cual lidiarían por un buen tiempo. Tomó un pedazo de papel y se los mostró a los discípulos que imitaban sus acciones como niños jugando a ser mamá o papá.
—Esto que tengo en mis manos es llamado papel tornasol, un indicador utilizado para saber cuándo una sustancia es un ácido o un hidróxido metálico. Si es el primero, su coloración se torna roja al introducirse en el frasco; si es el segundo, entonces se volverá azul —veía las caras de asombro y sonreía—. ¿Qué creen qué es?
—Un ácido —respondió confuso Kurama—, adquirió una coloración roja como dijo.
—¿Saben por qué hice esto? —negaron esperando su respuesta—. Para que nunca olviden tener cuidado con las sustancias al manipularlas. Los ácidos tienen un trato especial que no requieren la mayoría de los hidróxidos.
Introdujo una jeringa de vidrio en el vaso de precipitado y extrajo algo de líquido con destreza en la manipulación de los utensilios. Lo vertió ligeramente sobre una lagartija disecada mientras apreciaba como sus emocionados alumnos entraban en pánico, horrorizados ante el cadáver del reptil que se descomponía de una forma desagradable, como si fuera un granizado derritiéndose en cámara lenta bajo un día soleadísimo.
—El ácido clorhídrico es un líquido incoloro o levemente amarillo... —abrió sus ojos y los miró extrañada—. Ah, bueno, eso debe estar escrito atrás en la hoja —enseguida todos comprobaron la información exceptuando a Nina que vomitó casi al instante.
Fue hacia ella con suma tranquilidad, nadie podía pronunciar sonido alguno. Perplejos en sus asientos todavía no podían creer que tuvieran algo tan peligroso al alcance y que si tenían el más mínimo desliz con esto, sufrirían las consecuencias en cuestión de segundos.
—Ingerida puede producir gastritis y necrosis; inhalada causa corrosión del tracto respiratorio, edema e irritación; en contacto con la piel produce quemaduras y en los ojos, irritación ocular.
Pasó por al lado de la chica, cuya expresión facial no acababa de mostrar todo el miedo que sentía en aquel momento, sus piernas temblaban.
—Sin embargo, es empleada en el tratamiento de aguas industriales, en el proceso de refinación de aceite y es muy útil en la fabricación de productos de limpieza —vertió un pomo de jabón líquido sobre el vómito de esta y comenzó a limpiar el piso con un paño. Cuando acabó acomodó cada cosa en su sitio y se incorporó en su lugar—. Quiero que recuerden esto: la misma ciencia con la cual nos abrimos paso ante el mundo, puede ser la que nos destruya algún día. El problema no es si es buena o mala, tanto ella como la naturaleza son igual de imparciales. Quién elija como emplearlas será el responsable de sus acciones. Nunca culpen a la ciencia.
Entonces todos lo entendieron. Tesla había hecho una demostración sobre lo que quería transmitir, después de todo para comprender algo necesitas experimentarlo, tal y como a ella le habían enseñado antes.
—Cada criatura en este planeta tiene una función primordial, nada está de más aquí. Si una de ellas faltase, todo un ecosistema podrías verse severamente afectado y eso dañaría el equilibrio del mundo. Tomen exclusivamente lo necesario de la naturaleza y de la ciencia, nosotros y ellas estamos en estrecha relación —terminó de quitarse los guantes y los tiró en el cesto de basura—. Este día, no lo olviden.

***

El autobús tardaría al menos 15 minutos en llegar, así que decidió esperar en vez de irse a pie. Para su mala suerte, tuvo que sentarse al lado suyo la persona que más frecuentemente la sacaba de quicio.
—Tú equipo está bastante entusiasmado con la demostración que hiciste, lo mejor fue que Nina vomitara, como de costumbre, eres espectacular.
—Déjate de idioteces y dime qué haces aquí —enarcó una ceja—, sé bien que tu casa queda muy cerca, no necesitas el autobús.
—¿Asumes que voy a mi casa?
Cerró los ojos deseosa de que al abrirlos solamente fuese un espectro y no lo encontrara allí, sin embrago, eso no pasó.
—No me importa lo que haces o no haces, ese es tu problema. Sólo aléjate de mí al subir.
—¿Por qué en cada clase inicial das el mismo discurso? —el viento trajo consigo hojas caídas de árboles que acabaron algunas en manos de su interlocutor—. Me causa curiosidad cuánto te empeñas en esa parte de la clase.
—Tengo mis razones —esquivó su mirada tensando el entrecejo—, además, ¿desde cuándo te debo explicaciones?
En ese preciso momento se mostró como una especie de salvación el ómnibus, al cual abordó apresurada sin mirar tan siquiera atrás. Se sentó en una silla y apreció por la ventana a esa persona que paciente y quieta, le sonreía muy simpática. Apretó su mandíbula y sus brazos se quedaron tiesos, sentía tanta rabia que podría romper el cristal que los separaba y lanzársele muy airosa hacia su cuello, pero prefirió calmarse y suprimir su evidente odio.
—Ese bastardo nunca pensó en arribar al autobús —tomó aire y lo dejó salir a paso de tortuga. «Y yo fui una idiota por seguirle el juego», se dijo a sí misma.

Mi pequeño mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora