Capítulo 19: Lie

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Su recuperación fue rápida e inesperada, había pasado una semana ya del accidente y no mostraba señales de malestar o dolor. Sus ensayos estaban mejor que nunca y se había integrado en otros talleres, tanto que era de gran demanda en el centro Espacios A+ adolescentes.
—Ha quedado fenomenal, con esto ganaremos en popularidad seguramente gracias a tus observaciones, ¡eres lo máximo!
—No digas eso, eres la capitana y me has enseñado todo lo que sé.
—¡Pero serás modesta! Mejoraste el baile que interpretábamos en un abrir y cerrar de ojos, has progresado —amplió su sonrisa.
—Chicas, preciso de este ángel un momento —apareció de la nada un alto mozo que por la insignia que traía en su camisa, dedujeron era del curso de literatura.
—Sacándole provecho a mi mejor estudiante y con libertad de impuestos, qué cara tan dura —enarcó una ceja y este tomó a su aprendiz por un brazo.
—Al fin y al cabo a este paso lograrán lo que quieren, ¿qué más da si la compartes un poquito?
Entró a uno de los salones un poco sorprendida, ya que no había tenido contacto con alguno de sus miembros. —Oh, esto es una agradable coincidencia.
—¿Este es tu grupo? —Jisoo no podía estar más feliz, Near salió a su encuentro.
—Había oído de un ser maravilloso el cual transformaba en oro todo lo que tocaba, pero jamás creí que fueras tú.
—Bueno, últimamente me he vuelto famosa —pasó una de sus manos por detrás de la nuca.
—Ciertamente, ¿quién lo diría? —la chica le extendió un montón de hojas—. He estado trabajando en un comentario, pero no acabo de convencerme y necesito la opinión de otra persona.
—Veamos… —hizo una lectura rápida—, está muy bueno. ¿Vas a exponerlo sola?
—Sí, estos de aquí atrás son timidísimos —señaló a sus compañeros.
—No digas eso, es que tú tienes una voz melodiosa, ¿no estás de acuerdo? —uno de esos golpeó a Near levemente con el codo.
Jennie no pudo evitar reírse y le entregó el folleto a su amiga, entonces como por arte de magia apareció otra persona solicitando sus servicios.
—¡JENNIE! —la piel se les erizó por el grito de Nina, en eso todos concordaban que se parecía mucho a Lisa por esa manía de llamar la atención—. Tienes que ayudarme, por favor. Tesla va a matarme cuando entre por esa puerta y vea el reguero que hemos armado, sólo tú puedes resolver este problema, poderosísima santa de los remedios…
—Madre mía, toma aire que te quedarás sin habla —la detective miró a su camarada que estaba anonada—. Ella siempre es así cuando está nerviosa, tranquila; ve a ver que precisan los científicos.
—Sin problemas.
Siguió a la cantante de jazz hasta un aula amplia y apenas podía creer lo que veía; Tesla los iba a guillotinar. — Estábamos haciendo un ensayo con estas sustancias y se suponía que diera algo como esto —le enseñó un vídeo experimental—, pero acabó en esto.
—Ah… —no supo que decirle porque no entendía su explicación.
—Verás, la meta era lograr una reacción química en la cual se forman ácidos; utilizamos trióxido de azufre y agua para que se formara ácido sulfúrico. Sin embargo, hemos obtenido agua y una especie de sal…
—Ahora comprendo —observó la muestra y el vídeo con mayor detenimiento luego de la aclaración hecha por Kurama, su rostro se iluminó.
—¿Descubriste algo? —Ashley tenía sus esperanzas puestas en el buen ojo de ella.
—Ustedes no hicieron una reacción en la cual se obtiene un ácido, sino una del tipo "neutralización" —percatándose de lo poco relacionados que estaban con sus palabras prosiguió a darse a entender—. Las reacciones en las que se forman ácidos son en las cuales un ácido no metálico que sería el trióxido de azufre, reacciona con el agua para producirse el ácido correspondiente que sería el ácido sulfúrico.
Comparó los contenidos del material audiovisual con los que estos habían empleado, los acomodó de manera coherente y prosiguió señalando contenido por contenido, rehaciendo el procedimiento empleado por el equipo científico.
—En una reacción de neutralización hay un ácido que al mezclarse con un hidróxido metálico produce la sal correspondiente y agua. Ustedes unieron el hidróxido de potasio con ácido clorhídrico.
Se miraron confundidos y luego anclaron sus vistas en Nina.
—¿Por qué me ven a mí?
—No me extraña que te hayas equivocado, después de todo tienes un fuerte trauma con el ácido clorhídrico por culpa de la presidenta —Gaya recordó la ocasión en la cual vomitó con la demostración del primer día del curso.
—Bueno, problema resuelto, al menos nadie va a morir joven —Richie suspiró al igual que el resto.
—Disculpen —un niño ingresó al lugar un tanto apenado—, ¿alguien ha visto a una muchacha llamada Jennie?
—Sí, soy yo —se agachó quedando a su altura.
—Me han pedido que viniera a buscarte, el taller de informática desea pedirte un favor —la susodicha sonrió al oír la dulce vocecita del pequeño, lo cargó en brazos y se dirigió a Nina—. Pregúntenle a Tesla sobre las reacciones de neutralización, ella sabrá profundizarles mejor.
—Muchas gracias por tu ayuda —Ashley y Kurama realizaron una reverencia de estilo japonés, Jennie hizo un movimiento con sus manos restándole importancia.
Mientras esta se dirigía al sitio donde la esperaban era observada desde una distancia prudente por Rose, cuya expresión de pocos amigos estaba más inestable que nunca.
—Te felicito. Si me hubieras dicho que actuarías antes de que pudiera elaborar un estándar no me hubiera molestado en saltarme mis horarios de sueño. ¿Se puede saber para qué me enviaste tu informe entonces? —la niña llegó masticando una goma de mascar con evidente molestia.
—No hice nada.
—Por Dios, ¿de aquí a cuándo tanta honradez? Déjate de bromas —adoptó la misma expresión que esta al percatarse de que no jugaba—. Vale, me estás asustando.
—No tengo ni la menor idea sobre lo que pudo haber pasado, luego del accidente simplemente se volvió otra persona.
—¿Un complejo de inferioridad ligado a pensamientos suicidas que desaparecen de la noche a la mañana? Los milagros no existen en nuestro campo.
—Lo sé. Algo tiene que haber ocurrido ya sea malo o bueno, pero… —tensó su mandíbula—, no me da buena espina.
—¿Una corazonada…? —la niña la miró expectante.
Titubeó por algunos minutos para encararla seriamente. —Sí.

***

El teléfono no paraba de sonar, acudió a la invocación de su madre con su vehemencia característica y prosiguió a coger la llamada, antes de que esta le lanzase un grito que lo ensordeciera de por vida.
—¿Quién habla? —no estaba de humor para nadie en ese momento.
—¿Tu mami está molesta por lo del examen, cierto? —fue imposible no reconocer aquella voz.
—Tranquila, gracias a tu defensa estoy a salvo. ¿Y en qué paró lo de la mosquita muerta?
—Resbaló por las escaleras —suspiró sonriente, eran dos mentirosas natas.
—Mejor así, de milagro "alguien" no la mató.
—Se lo merece, será mejor que se prepare porque no la dejaré en paz este año tampoco.
Alexandra antes la amó.
Alexandra ahora la odiaba.
Alexandra y Jennie tenían mucho en común, aunque ya no pudieran verse ni en pintura.
Sus familias eran conocidas desde tiempos inmemoriales y por esta razón ellas eran tan unidas. Aprendieron a caminar juntas, compartieron la cuna, eran atendidas por la misma doctora, a la salida de la escuela compraban similares sabores de helado; eran inseparables.
Hasta que un día Jennie cambió. Conoció a nuevas amigas, malas compañías que le lavaron el cerebro y rompieron en pedazos su hermosa amistad. Para poder encajar en el grupo tuvo que transformarse en otra persona, una cruel y despiadada cuya vanidad y sed de destrucción no tenían límites. Bajo “la ley del más fuerte” tenían sumidos a todos a su merced y aquel que se negara a complacer los caprichos de "las divinas" se vería en una situación muy desfavorecedora. Alexandra no fue más que un juguete, con el cual Jennie jugó hasta el cansancio.
—¿Qué se te ocurrió ahora?
—No pienso darle tiempo a qué se recupere de su caída, cuento contigo para mis planes de mañana.
—Que conste que tengo que estudiar o sino mi mamá terminará en la dirección.
—Está bien —sintió su malestar a través de la línea telefónica—, esta semana me ocuparé de la pandilla y después veremos qué hacemos con ella.
—Ves, así está mejor —oyó los reclamos de su progenitora y carraspeó por eso.
—Qué bueno que mi madre no se preocupa por otra cosa que no sean mis notas, ah… los lujos de gente rica.
—Maldigo el día en el que nací, te veo en la escuela.
La todopoderosa colgó risueña, sabía cuánto Michel odiaba las labores domésticas y lo vago que era en su casa.
—No voy a para hasta verte caer…  —apreció la única foto que tenía de su víctima—…Jennie.

Mi pequeño mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora