Capítulo 20: Reflection

4 0 0
                                    

Bailar hasta el cansancio, ayudar a los necesitados, fingir que todo es perfecto cuando no lo estaba, la tarea era enorme. Sin embargo, entendió que fue el precio a pagar por adoptar una vida que no era suya y lo aceptó. Había hecho un sobresfuerzo por no dejarse en evidencia y al parecer estaba dando sus debidos frutos, puesto a que nadie se había percatado todavía. "Ella" se ocupó de los preparativos en el taller de danza y aprovechando al máximo sus facultades intelectuales logró colarse en otros grupos, bajo la máscara de buena samaritana extrajo todos los conocimientos que precisaba en escaso tiempo. Por desgracia, el golpe en la cabeza de su pequeña le causó un trauma que ocasionó que "ella" tomara el control de su cuerpo. Cuando despertó y notó tal suceso en parte se alegró de que ocurriera, pero ahora su felicidad no tenía motivos.
La voluntad de Jennie colgaba de un hilo.
Ninguna de las dos podía registrar el curso de la otra, por eso su lado más débil y regente temía que "ella" se apoderara de su cuerpo y después esta no pudiera regresárselo. Oía los consejos e inclusive seguía sus órdenes ocasionalmente, pero nada de involucrar el control físico. Al inicio supuso que en unos días se recuperaría, no obstante ayer le hizo saber su veredicto: no podía seguir aguantándolo. Jennie ya no estaba dispuesta a respirar un aire tan tóxico ni navegar por un mar atestado de mentiras, estaba harta. "Ella" trató de persuadirla pero fue imposible corregir su criterio y producto de aquel martirio, su "otro yo" se aprisionó en lo profundo de su pesquis, renuente a manifestarse, agonizando lentamente al paso que "ella" ejercía inconscientemente mayor supremacía en su cuerpo.
Reconoció lo equivocada que estaba pretendiendo que todo volvería a la dolorosa normalidad que ambas sostenían, esa en la cual la todopoderosa intimidaba a Jennie junto a sus compañeros de clase, los profesores idolatraban a la bruja, sus padres que a duras penas podía reconocer y Ana tenía un desconocimiento total sobre la consternación de su prima-hermana. Ciertamente poseía la esperanza de que el escenario mejorase aunque fuera limitado, que ciega había sido.
Ese optimismo enfermizo fue lo que produjo que Jennie se aislara de todo y su pequeño mundo se desmoronara, ya nada le importaba. Quizás si desde un inicio hubiera agotado todas las posibilidades para convencerla, buscado la manera de que aquella chica viera el horror de vida que llevaba, lanzado un grito de auxilio a sus seres queridos… Demasiado tarde.
Las probabilidades de sacarla de su exilio eran quiméricas, ya no podía salvarla. Por eso antes de que lo inevitable pasara iba a cambiar las reglas del juego. Ellos pagarían por hacerle sentir aquel calvario, a pesar de Jennie no ser un ángel todas las personas podían equivocarse como seres humanos normales y Alexandra, ella simplemente en vez de vengarse la despedazó.
"Ella" trató por las buenas y no funcionó.
¿Y si lo hacía por las malas? De seguro daría resultado…

***

Acostada en su cama le daba vueltas a disimiles teorías sobre la razón por la cual le resultaba extraño el comportamiento de su juguete, acabó perdiendo toda pizca de sueño. Era absurda la confianza y entusiasmo que derrochaba tan repentinamente, sin dudas algo ajeno a su entendimiento había tenido lugar y estaba completamente desinformada. Según recordaba, el complejo de inferioridad era cuando alguien se sentía constantemente por debajo a otros individuos, aunque no exista causa alguna que justifique este sentimiento continuo; a pesar de que esta lo presentara en un mínimo grado no significaba que no fuese problemático. Por otra parte estaban sus cambios de humor, concluyó que su verdadera esencia era la de una niña encantadora que se mostraba tímida por el factor antes mencionado, ¿entonces cómo aclarar su drástica transformación en solamente una semana? Y aún le faltaba agregar su intento suicida.
—Maldición, a este paso no pegaré ojo en toda la noche —tomó su teléfono y marcó unos números—, ¿estás despierta?
—¡Pero qué rayos sucede contigo! ¿Sabes al menos qué hora es?
—Perdona, no podía establecer una relación y lo hice inconscientemente  —respiró hondo y miró el reloj de pared que marcaba la medianoche.
—Te lo estás tomando a pecho, ¿le tienes cariño a la chiquilla?
—No digas estupideces —se acomodó en su lecho—, es que necesitaba la opinión de alguien como tú.
—Casualmente estaba indagando en la nota misteriosa y terminé con algunas hipótesis. Por ejemplo, la primera parte se referiría a eventos pasados que indudablemente fueron desgarradores; la segunda, refleja su disgusto ante personas que deberían estar más al pendiente de ella y sólo la notarán al morir; pero la tercera…
—Es desconcertante —agregó descompuesta al igual que su interlocutora—. Estoy convencida de que su conducta hoy tiene un detonante, ese papel demuestra que algo estaba fuera del contexto… Temo que lo que esconda sea tan grave como para reprimirlo de esa forma.
—Es un buen punto de vista, si tu observación es correcta, Jennie se nos ha ido de las manos y no nos percatamos.
—Hay algo que no te conté —Rose tensó su cuerpo recordando las imágenes que estaba por narrarle a la niña—, cuando salimos del hospital el día en el que la visitamos…
—¿Qué sucedió?
—Ella… me nombró Rosé.
Ambas permanecieron en silencio por meros segundos hasta que la recolectora de huesos rompió el hielo. —¿Qué ves raro en eso?
—Jennie tartamudea porque no es buena relacionándose con otras personas, hasta hace no mucho tenía una estrecha dominación de su coreografía y carecía de gran inteligencia. No obstante, tú y yo presenciamos una faceta completamente diferente. A eso súmale que memoriza sin errores los nombres, jamás se equivocaría con el mío.
—No me gusta esto —la infante que también estaba en su recamara abrió las ventanas para que circulara el aire—. Haz una investigación más exhaustiva para rediseñar el estándar, tu amiga me inquieta.
—Tal vez sea complicado y me tome tiempo, si sabe disimular tan bien para callar eso que la atormenta, dudo que deseará confesar sus pecados.
—Te encargo la parte más pesada del trabajo —su voz sonó confiada—, únicamente no me llames tan tarde otra vez.
—Estás bastante engreída estos días —le colgó en la cara, ni se inmutó—. ¿En qué estaba pensando el vicepresidente al subordinarme a esta malcriada?
Sabía la respuesta antes de formularla, la conversación anterior era la contestación a su pregunta. Dejando de lado sus creencias, ¿habría nacido algún tipo de afecto especial con el transcurso del tiempo? Lisa, Jisoo y Liz eran próximas a Rose, e inclusive las identificaba como amigas, ¿pero qué era en verdad la amistad para ella? Todos aquellos que integraban su círculo social fueron o son monigotes que le proporcionaban placer y estrés, era su trabajo y devoción. Podría decirse que para ser camarada de un reparador de juguetes tuviste o tienes que pasar por sus manos y eso no era algo que había sucedido con Jennie. ¿Sería que antes de reconocerla como una paciente, la identificó como algo más?
No, no y no. Su relación era estrechamente profesional y se propuso socorrerla porque vio en ella un caso interesante, sin embargo, ahora desconocía sus propios límites. ¿Qué tan lejos estaba dispuesta a ir, por qué no podía simplemente abandonar la partida, desde cuándo se tornó una maldita fijación el preocuparse por ella?
—Yo no debo tener sentimientos por mis títeres, no debo, no debo…  —rebobinó las enseñanzas de su maestro—…lo peor que pudiera sucederle a un reparador de juguetes, sería ser incapaz de quebrar a sus propias marionetas…

Mi pequeño mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora