ANTES

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¡Feliz cumpleaños, Patty!


Natasha

Steve dormía boca abajo a mi lado, ajeno a lo que iba a ocurrir unas horas después.

Había sido una noche de sexo fantástica, como siempre, pero iba a ser la última. Nuestra relación secreta no funcionaba y ambos lo sabíamos, de hecho, habíamos discutido sobre ello en nuestros últimos encuentros. Yo no quería ataduras, no quería un novio. Y él era todo lo contrario. Él quería que intentásemos ser algo más, algo público, él quería cogerme de la mano cuando caminásemos juntos por la calle, quería poder besarme cada vez que nos encontrásemos después de una misión sin importar quién estuviese cerca, quería empezar una vida que yo no estaba dispuesta a llevar.

Rogers sabía todo sobre mi pasado. Sabía de mi amorío adolescente con Bucky y lo mal que había terminado, sabía de mi temprano matrimonio con Alexei y de su fatídica muerte, sabía de mis esporádicas relaciones con Clint, Matt Murdock, Bruce y algún que otro hombre, todas condenadas al fracaso. Así que, también sabía que no estaba dispuesta a volver a intentarlo en un futuro inmediato. No tenía ganas ni de sentimientos, ni de parejas, ni de problemas. Ya me había bastado con mis anteriores amantes. Y ese era un motivo de nuestras constantes discusiones, él pensaba que solo debía de abrirme y yo estaba casada de decirle que el amor no estaba hecho para mí. Yo solo quería sexo.

De todas formas, lo mío con Steve había sido una pura coincidencia. Un día, sin más, sucedió. Estábamos entrenando y a los pocos minutos estábamos sudando, pero de otra forma mucho más explícita. Después de eso habíamos repetido esporádicamente, como esta noche. Debido a nuestras ajetreadas vidas pasábamos días sin vernos, por lo que al principio no había ningún tipo de norma respecto a lo que hacíamos, simplemente ser silenciosos y precavidos. A veces era yo la que le buscaba, otras veces era él. La cosa es que siempre terminábamos la noche por todo lo alto y justo al amanecer uno de los dos desaparecía... aunque había veces que despertábamos acurrucados y ya de paso desayunábamos juntos.

Pero... últimamente parecía que las cosas habían ido un paso más allá y todo era mucho más íntimo. En casi todos nuestros encuentros despertábamos abrazados y a ninguno de los dos nos apetecía apartarnos, nos buscábamos con la mirada cuando nos encontrábamos en el mismo lugar y empezábamos a sentir esa típica posesión que experimentaban las parejas. Así que estaba decidida a cortar por lo sano, antes de que alguno de los dos nos enamorásemos. Nada de citas, nada de mimos, nada de sentimientos.

Por eso había aceptado una misión de seis semanas en Corea del Norte, para poder alejarme de él y volver a ordenar mis ideas.



—Buenos días —murmuró un adormilado Steve, saliendo de su habitación y dirigiéndose a la cocina. Tan solo vestía unos pantalones de chándal y su pelo era un completo caos.

—Hola —contesté, volviendo mi atención al informe sobre la mafia coreana en la que debía de infiltrarme. Me había dado una ducha y vuelto a poner la ropa de la noche anterior, unos vaqueros ajustados y una blusa negra.

—¿Has desayunado? —preguntó desde la cocina— Me sorprende que te hayas quedado.

—Sí, ya he desayunado.

Unos minutos después Steve volvió al salón, con un café y un plato de tostadas con tomate y jamón. Se sentó a mi lado en el sofá y observó la carpeta entre mis manos.

—¿Nueva misión?

—Sí, me voy a Corea seis semanas.

—Vaya, cuanto tiempo.

Abre los ojos - RomanogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora