Abre los ojos - Romanogers

CAPÍTULO 8

Natasha

En una semana había ido más veces al médico que en toda mi vida. En esta ocasión, Helen había venido a la Base para realizarme todas las pruebas. Era mucho más seguro y el material con el que contaban los laboratorios del complejo era el más sofisticado que había en le mercado. Para que nadie nos pillase aprovechamos la mañana de jueves. Sharon y María estaban con Furia en S.H.I.E.L.D., Tony se había tomado lo que quedaba de semana libre para estar con Pepper y Sam se había llevado a Wanda, Visión, y James a conocer los túneles subterráneos de Central Park, una oportunidad que solo sucedía una vez en la vida.

Clint se encargaría de vigilar a Bruce y Rhodey en el caso de que decidiese darse una vuelta por los laboratorios. Aunque Banner pretendía pasar el día en la terraza leyendo y a Rhodey nada le llevaba al laboratorio. 

Sin duda alguna, lo mejor de todo fue la cara de Helen cuando nos vio llegar.

―Ni una palabra, Cho ―murmuré de mal humor, tumbándome en la camilla del centro del laboratorio.

Sí, esa mañana no me caía bien nadie. Ni siquiera yo misma. Estaba asqueada, cansada y enfadada con el mundo. No me merecía esto.

―Supongo que ya ha quedado resulta mi duda sobre quién es el padre ―murmuró Helen mientras activaba un protocolo para que nadie pudiese entrar en el laboratorio y se acercaba a nosotros―. Esto complica las cosas.

―¿Por qué debería? ―preguntó Steve.

―Porque ambos tenéis sueros del Súper Soldado. Nunca se ha visto un embarazo así. Tengo que hacer un estudio para ver cómo eso le afecta al bebé.

Acercó el ecógrafo hasta la camilla.

―¿Existe la posibilidad de que se fusionen ambos sueros? ―fue mi turno de hacer las preguntas. Lo que me faltaba era tener un súper bebé. Eso reforzaría mi teoría sobre el peligro que era traer un niño al mundo con el Capitán América y la Viuda Negra como padres.

―No lo sé. Necesito unos días para hacer mis averiguaciones. Levántate la camiseta, por favor ―tecleó algo en la máquina y me echó un líquido espeso en el estómago―. Lo primero que vamos a hacer es comprobar si tu útero ya ha sanado por completo. ¿Has hecho algún tipo de esfuerzo?

Steve frunció el ceño.

―¿De qué está hablando?

―Nada importarte ―me apresuré a decir. Cho alzó una ceja, pero decidió cerrar la boca.

Colocó el transductor en mi vientre y yo aparté la vista, mirando hacia el lado contrario donde se encontraba el ecógrafo. No quería ver nada. No quería implicarme.

Si veía esa imagen estaría perdida.

Steve

―¿Cómo te sientes?

Mientras Helen hablaba observé la pantalla, que mutó del negro a una imagen en 3D del estómago de Natasha. Al principio no pude diferenciar nada, especialmente por la forma en la que Cho movía el aparato contra su vientre.

―Cansada y asqueada.

―¿Siguen siendo las náuseas frecuentes?

―A todas horas.

―Aquí está ―dejó quiero el transductor y en la pantalla se diferenció con claridad el cuerpo de un bebé―. Este es vuestro bebé.

Observé la forma en 3D de mi hijo o hija, perfectamente diferenciable.