CAPÍTULO 2

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Natasha

Me concentré en la misión, en lo que teníamos que hacer, y guardé en lo más profundo de mi mente todo lo que estaba sucediendo en mi vida personal. Necesitaba ser profesional y concentrarme. No estar embaraza. Así que, durante la semana en la que terminamos de desmantelar el cártel de droga y trata de blancas que se había extendido por Europa, no pensé en ello. Ni siquiera cuando vomitaba todo lo que comía y me mareaba con facilidad. Me negué a pensar en ello.

―¿Vas a volver a Nueva York con nosotros? ―preguntó May mientras volábamos a Reino Unido, donde tendríamos una corta reunión en las oficinas de S.H.I.E.L.D. de la Unión Europea.

―No, voy a quedarme unos días en Londres. Quiero visitar mi antiguo apartamento y ver a algunos conocidos.

―Conocidos, ¿eh? ―Bobbi me dio un codazo amistoso y sonrió de forma pícara.

―Morse, a diferencia de ti, yo no dejo que todos mis conocidos se metan en mi cama.

Me miró incrédula.

―Aunque la Viuda Negra se vista de seda... puta se queda.

Solté una sonora carcajada.



Después de la reunión, que nos ocupó toda la mañana, me despedí del equipo y caminé hasta mi apartamento, disfrutando del clima frío londinense. Mi apartamento se encontraba en pleno centro, en la calle Oxford Circus, y era una de las pocas localizaciones lujosas con las que contaba. Normalmente vivía en apartamentos pequeños, con no más de una habitación, un baño y un espacio para el salón y la cocina. Pero Londres se había convertido en mi segunda casa cuando trabajaba exclusivamente para S.H.I.E.L.D. y a mí siempre me habían gustado los lujos, por lo que me permití derrochar dinero en un ático de tres habitaciones, con cuatro baños, despacho, cocina americana, un amplio salón y un estudio de baile.

Tiré la bolsa en el sillón y me tumbé en el sofá, descalzándome en el proceso. Estaba hecha una mierda. No podía comer porque todo lo que entraba en mi cuerpo terminaba saliendo un rato después, lo que me ocasionaba una sensación de debilidad constante que me mantenía mareada. Además, esas supuestas nauseas matutinas se repetían a todas horas.

Pero, como llevaba haciendo una semana, me negué a pensar en ello. No podía. No quería. Así que, me acurruqué en mi cómodo sofá y me tapé con la manta que estaba en el respaldo.

Al menos el cansancio tenía algo bueno.



―Tienes mala cara ―dijo Logan, bebiendo un sorbo de su cerveza.

―Llevo casi tres meses sin parar de misión en misión.

Sabía de antemano que Logan estaba en Londres por un asunto de los mutantes, así que me pareció un buen momento para reunirnos.

―Creí que ya no pertenecías a Furia.

―Y no lo hago, pero necesitaba salir de Nueva York. Ya sabes ―jugueteé con el posavasos de mi cerveza―, a veces las cosas se ponen muy intensas.

―¿Con los hombres o con el equipo?

―Con los hombres del equipo. Son unos machos insoportables.

No mentía. A veces me daban ganas de meterle la cabeza a Tony en el váter y tirar de la cadena. Y en otros momento quería colgar a Sam y Bucky de los pulgares y entretenerme depilándoles el cuerpo con cera caliente.

―Lo que me sorprende es que seas una Vengadora.

―Créeme, casi ocho años después a mí también me sigue costando entenderlo ―una camarera pasó con una bandeja llena de comida por mi lado y el olor me mareó. Bien―. Aunque... lo mismo se podría decir de ti. Eres todo un X-Men.

Abre los ojos - RomanogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora