CAPÍTULO 14

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Natasha

―Déjame a mí.

Steve me quitó el cepillo de la manos y se sentó detrás de mí en la cama. Después empezó a desenredarme el pelo mojado. Habíamos pasado la tarde en el campo, disfrutando de los primeros días cálidos de abril. Y tenía que reconocer que hacía tiempo que no me reía tanto. Había terminado revolcándome por la hierba con los niños y olvidando todos mis problemas a golpe de carcajada. Durante unas horas me sentí pletórica. Era una estampa con la que siempre había soñado.

―¿Estás cansada?

―Un poco.

Dejó un beso en mi cuello que me hizo estremecer.

Laura, Clint y los niños habían ido a la ciudad a cenar y nos habían invitado a acompañarles, pero habíamos declinado su oferta. Ellos se merecían pasar un podo de tiempo de calidad en familia, sin preocupaciones y misiones de por medio, así que era mejor que fuesen los cinco solos.

Recordé entonces la pregunta de Lila.

―¿Has pensado algún nombre?

Dejó de peinarme por un momento y después volvió a ello, como si le hubiese pillado desprevenido.

―La verdad es que no. Pensé que debías de escoger tú el nombre.

―¿Por qué iba a hacer eso sola? También es tu hija.

Suspiró.

―Creo... creo que no estoy preparado para pensar en nombres todavía.

Me sentí aliviada ante su respuesta.

―Yo tampoco.

Nos mantuvimos un rato en silencio, hasta que Steve dejó el cepillo en la cama y me abrazó, apoyando su barbilla en mi hombro.

―Me gusta la tranquilidad de esta granja, me hace sentir en paz.

―Es uno de mis lugares preferidos del mundo ―coincidí. Volvió a besar mi cuello y yo ladeé la cabeza para que tuviese mejor acceso. Cualquier toque, por mínimo que fuese, era tan diferente estando embarazada... lo sentía todo con mayor intensidad.

Solté un pequeño suspiro cuando llegó a la unión entre el cuello y la cara y eché la cabeza hacia atrás, apoyándome en su pecho.

―Vaya... qué sensible ―murmuró contra mi piel.

―No lo sabes tú bien.

Steve continuó besándome y pronto sus manos empezaron a acariciar mis costados por debajo del camisón. Ronroneé al sentir sus dientes contra mi cuello y me giré, quedando sentada sobre su regazo.

―Hola ―susurró con deseo.

―Hola, soldado.

Sonrió y juntó nuestras bocas casi con necesidad. Hacía mucho tiempo que no nos besábamos así, con ese hambre voraz que nos hacía mordernos mutuamente, batallar con nuestras lenguas y frotarnos el uno contra el otro. Tiré de su camiseta y le desnudé de cintura hacia arriba, pasando las manos por su torso desnudo. Hacía mucho tiempo que no estaba con alguien en la cama y mi cuerpo lo pedía a gritos.

Steve acarició mis muslos al descubierto y fue ascendiendo nuevamente por mis costados, llevándose la prenda consigo, hasta que me la sacó por la cabeza. Después se separó de mí unos instantes y me observó, solo con una bragas negras de algodón.

―Eres preciosa.

Llevó una mano hasta mi vientre desnudo y yo seguí su gesto con la vista. No era verdad, no estaba preciosa, mi cuerpo estaba cambiando más rápido de lo que yo podía procesar y eso, en una mujer que siempre había cuidado mucho su aspecto y le daba importancia a la forma de su cuerpo por ser un buen arma para las misiones, no era bueno.

Abre los ojos - RomanogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora