CAPÍTULO 15

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Steve

Los primeros rayos de luz de la mañana me dieron directamente en la cara y abrí los ojos perezosamente. No debía de ser más de las seis y media de la mañana. Escondí la cabeza en la almohada y estiré el brazo para abrazar a Natasha, pero encontré la cama vacía y fría. Alcé el rostro y pestañeé un par de veces para conseguir enfocar la vista y confirmar mis sospechas. Natasha ya se había levantado. Había dormido tan profundamente esa noche que no la había escuchado.

El reloj de su mesilla marcaba las siete menos diez de la mañana, así que me desperecé y levanté de la cama, pasando por el baño para darme una ducha rápida. Natasha y yo no habíamos hablado en ningún momento de que fuésemos a compartir su apartamento, pero lo habíamos dado por hecho, así que ya estaban todas mis cosas en su baño y en los cajones de su habitación.

Punto para mí.

Cuando salí de la ducha esperé encontrarla en el salón común, pero no estaba ahí. Extrañado busqué en la sala de juntas y el gimnasio, pero tampoco la encontré. Empezaba a inquietarme y preocuparme a partes iguales. No tenía motivo alguno para no estar en el complejo.

―F.R.I.D.A.Y., ¿dónde está Natasha?

―La agente Romanoff salió a las tres y cuarenta y siete de complejo en un Mercedes, señor.

―¿Qué?

―¿Sabes a dónde fue?

―No, señor.

―¿Puedes rastrear el coche y su teléfono y enviarme la ubicación a mi móvil?

―Ahora mismo, Capitan.

―¿Qué pasa ahora, Natasha? ―murmuré para mí.

Volví a la habitación a por mis cosas y salí de la Base unos minutos después. Había salido nuevamente en plena noche del complejo sin decirme nada. ¿Acaso no era consciente de los peligros que podía correr? Ella nunca estaría indefensa, pero en su estado era mucho más vulnerable de lo que nunca había sido.

Y seguía sin comprenderlo.



Había dejado aparcado el coche cerca de la estación central de Manhattan pero ella no estaba ahí. Su móvil marcaba un punto en Central Park, cerca de un pequeño lago. Así que conduje hasta allí y aparqué en las inmediaciones del recinto. Después seguí el GPS hasta dar con ella. Y expulsé todo el aire que llevaba reteniendo desde que había encontrado su coche vacío. Estaba bien, sana y salva.

Se había sentado en un banco de piedra y observaba el lago de forma ausente. Llevaba puesta una cazadora de cuero sobre el pijama y su pelo estaba recogido en una trenza deshecha, la misma que se había hecho esa noche antes de ir a dormir. Ni siquiera se dio cuenta de que me acercaba a ella. Tenía una mano sobre el vientre y la mirada triste.

―Natasha... ―agarré la mano que descansaba sobre la fría piedra el banco. Estaba helada― ¿Qué ocurre, mi amor?

Mis palabras la hicieron reaccionar y giró el rostro para observarme.

―Tuve un mal sueño.

―¿Y qué haces aquí?

―Necesitaba aire.

Se estremeció y yo me quité mi chaqueta de cuero y se la eché por encima, atrayéndola seguidamente hacia mi cuerpo para darle calor. Ella apoyó la cabeza en mi hombro y suspiró.

―¿Quieres hablar de ello?

Pensé que me diría que no, pero me sorprendió su respuesta.

―Sí.

Abre los ojos - RomanogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora