La forma en la que hablan, caminan, responden, comen. Las escuelas a las que asistirán por el resto de sus vidas.
Su forma de vestir, su "gusto" en los deportes, su incesante manía por ser los mejores aunque eso signifique dejar de respirar.
Esa es...
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Yeonjun.
8 días antes de la lluvia.
Idealizar a una persona está mal, las expectativas que creas alrededor de eso son simples fantasías que nunca podrán ser tan hermosas o perfectas como lo son en nuestras cabezas.
Porque la respuesta es simple, cuando imaginamos algo que buscamos tener podemos hacerlo un millón de veces. Podemos retomar la anécdota desde el punto de vista que queremos, podemos cambiar las palabras o las situaciones, si buscamos expresiones, sensaciones, clima, atmosfera, todo eso es completamente dependiente de nuestros deseos, y es por eso que la vida real nunca será tan perfecta. Porque somos injustos al colocarla en desventaja desde el inicio y esperar que esta sea culpada si es que no puede darnos lo que tan desesperadamente idealizamos.
Que injustos somos.
Los humanos, somos seres muy injustos. Pero incluso conocer eso, no me detuvo de soñar con mi relación ideal por todos estos años, esperando que Soobin fuera el responsable de darme mi tan anhelado final feliz que siempre soñé.
¿Qué esperaba que él hiciera para empezar?
¿Ser un novio perfecto sin siquiera haber tenido experiencia de por medio? ¿O simplemente quería que me recompensara los años donde yo idealice nuestro amor?
Cualquiera de las dos opciones son simplemente injustas, Soobin no tenía ningún tipo de obligación en reponerme los años que yo había dado por voluntad, tampoco en cumplir mis tan elevadas exigencias. Pero para mi sorpresa, él me daba eso. No quería que sintiera ningún tipo de presión por darme mi tan ansiado final feliz, pero en sus manos cualquier día que permanecíamos juntos, era simplemente perfecto.
Nuestras citas juntos, nuestros pequeños susurros de buenas noches antes de dormir, incluso cuando hacíamos el amor, todo había cambiado. Soobin se había encargado de llenar cada una de mis heridas con nuevos recuerdos llenos de felicidad, tratándome como si fuera el ser más delicado que pudiera existir en el universo, y él fuera suertudo de permanecer un simple segundo a mi lado, dándome tanta paz que yo no podía pensar en nada de ilusiones, pues estaba viviendo en carne propia como todo lo que alguna vez imagine.
— Buenos días, Yeori — pronuncia somnoliento, apenas abre los ojos.
— ¿Yeori? — inquiero curioso, sonriendo débilmente hacia él. Admirando como sus brazos tratan de envolverme cálidamente ante el frio que hacia en la habitación.
— Diablos — escucho que dice en un resoplido, contagiándome de una pequeña risa que escapa después de su maldición — Así te digo en mi mente desde la semana pasada — me confiesa aun riendo de mi expresión.
