La forma en la que hablan, caminan, responden, comen. Las escuelas a las que asistirán por el resto de sus vidas.
Su forma de vestir, su "gusto" en los deportes, su incesante manía por ser los mejores aunque eso signifique dejar de respirar.
Esa es...
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El chico empujaba personas en su camino desesperado por los pasillos del edificio.
Sus energías se agotaban cada vez más, conforme su respiración se agitaba, pero no podía permitirse parar o todo se vendría abajo.
Seguía obligándose a ir más rápido, le pesaban las piernas y los pulmones le quemaban al inspirar, estaba a punto de llegar a la zona de encuentro, pero su alarma sonó marcando las tres en punto y entonces lo supo.
»Se acabó, estoy muerto«.
Sus piernas cedieron cayendo al suelo junto con el resto de su ser, el golpe le traería un par de moretones, eso seguro. La gente empezaba a acumularse a su alrededor, pero el chico sabía que no era para ir en su rescate, sino que venían a ser testigos de su fusilamiento. Algunos incluso iban a participar.
Y como si el destino se estuviera burlando de su desgracia, el sonido de la primera notificación llegó, seguido de otra y otra. Extendiéndose como el fuego entre pasto seco.
Otro cumulo de personas llegaba a dónde él se encontraba tendido, eran rápidos, podía escuchar los murmullos de aquellos que venían a cazarlo.
Trato de escapar por un punto débil de la multitud, pero alguien lo detuvo.
— ¿A dónde vas Blanquito?— gruño burlón un chico de apariencia grande y cuerpo robusto.
—Quítate de mi camino Sung— Espetó el pequeño con el último rastro de valentía que le quedaba.
Apenas termino la frase, cientos de manotazos fueron arremetidos en todas direcciones tratando de alcanzar una parte de su uniforme o de su cabello, cualquier cosa que pudiera darles la oportunidad de desquitar su rabia contra el chico cansado.
Pensó en defenderse, pero la idea voló tan rápido como había aterrizado pues sabía que no valdría de nada el intento, así que se dejaba hacer porque si no lo hacía todo se pondría muchísimo peor, esa era la regla.
Apenas hace un mes a él le toco ser el victimario y ahora estaba sufriendo el Karma de la víctima. Casi podría reírse si no estuviera justo ahora entre la multitud, pero eso no lo detenía de pensar ¿Quién fue? ¿A quién diablos había molestado?
Por más que su mente se obligara a pensar en un nombre o un rostro que tuviera siquiera una sed de venganza contra él, no había nada. Imposible que se hayan confundido, pero si estaba recibiendo el castigo luego podría averiguar el "porqué".
Una vez que la multitud volvió a dispersarse por los pasillos como si nada hubiera sucedido, el chico se levantó con el uniforme hecho tiras y la piel al rojo vivo, seguramente iban a aparecer moretones en un par de horas, pero por el momento lo importante era limpiarse para evitar que las heridas se infectaran.
Abandono los pasillos del internado para ir directo a su dormitorio, trato de no usar ninguna ruta transitada, aun si los demás estaban en clases.