La forma en la que hablan, caminan, responden, comen. Las escuelas a las que asistirán por el resto de sus vidas.
Su forma de vestir, su "gusto" en los deportes, su incesante manía por ser los mejores aunque eso signifique dejar de respirar.
Esa es...
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6 horas antes.
|Tormenta, los ojos del alma|
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Beomgyu.
Alguna vez mientras crecía escuche en más de una ocasión como las personas agradecían a mi padre por salvarlos, observaba como entre los pasillos del hospital él recibía a las familias quienes sonreían y lloraban por haber obtenido noticias, siempre me pareció sorprendente, admirar como sus ojos que habían perdido vida volvían a destellar con esperanza, y entonces lo supe.
Ah, es verdad, los ojos son la ventana del alma.
La lluvia me había despertado esa mañana, el frio que trajo consigo fue el responsable de que saliera de la habitación para buscar calidez en brazos ajenos.
Entré a la habitación de Tae, observando tranquilamente como él ya estaba despierto, admirando las gotas caer por la ventana solo dejando brevemente de hacerlo cuando volteo en mi dirección para asegurarse de que era yo quien había entrado a su cuarto.
— Está lloviendo — Me susurra tranquilamente, casi como si me estuviera revelando un secreto que no quería compartir con nadie más.
— ¿Puedo entrar? —inquiero, señalando las mantas a su lado.
— No lo sé, ¿Puedes? —responde en broma, sonriendo brevemente antes de volver su vista de nuevo hacia la ventana que daba al exterior.
Debe estar concentrado en algo, es casi como si sus ojos perdieran brillo pues lo que veían no estaba tras esa ventana, sino a miles de kilómetros de distancia.
— ¿Estas bien? —le pregunto mientras me acurruco a su lado, envolviendo mis brazos sobre su pecho, para calentar mi piel fría ante el contacto.
— A él nunca le gustó estar solo mientras llovía. —Murmura aun viendo hacia la nada — no era por la lluvia, solo les tenía miedo a los truenos — continúa explicándome, antes de negar un par de ocasiones para dejar de una vez por todas sus pensamientos atrás y acercarse a robarme un beso.
Sabe a anhelo.
— Tae —lo llamo una vez en medio de nuestro toque, pero él solo me ignora, profundizando el contacto de nuestras pieles, hasta que estas no tienen ninguna barrera interpuesta entre ellas.
Lo dejo ser, porque negar que me siento inimaginablemente mejor cuando él y yo estamos juntos seria mentirme. Y, además, porque sus ojos aun parecen tristes por culpa de esa lluvia traicionera.