Atenea de golpe se despertó y se sintió desubicada. Tuvo que despabilarse y recordar que se había quedado dormida. Rápidamente volteó la cabeza, con la esperanza de encontrarse a su amigo, pero se sorprendió al no hallarlo a su lado.
Ya despierta, se quedó un rato pensando en el partido de quidditch, que se realizaría dentro de un par de horas. No se sentía nerviosa por el evento, porque sabía que con lo preparado que estaba su equipo, ganarían el partido, y no solo eso, sino también, gracias a Lucius, Slytherin tenía las escobas de carreras más veloces desde que Draco entró al equipo.
Después de estar pensando en las estrategias, se vistió con la túnica verde especial para el juego, y bajó a desayunar. Allí encontró al resto de su equipo, al igual que los Gryffindor, pero cada uno en sus respectivas mesas. Atenea buscó discretamente la mirada de Draco, pero este estaba concentrado dialogando con otro de sus compañeros.
A las diez con cuarenta y cinco, todos comenzaron a dirigirse hacia el estadio. El cielo estaba nublado, y se veía que se aproximaba una tormenta.
El equipo ya estaba en los vestuarios, recibiendo el apoyo del capitán:
– Recuerden que tenemos las mejores escobas y que también poseemos a los mejores jugadores. Hoy enfrentamos un partido difícil, no porque sean los de Gryffindor, sino porque el clima no nos favorece. ¡Bien equipo! Tomen sus escobas y ganémosles a esos perdedores.
Cuando los de Slytherin salieron al campo, fueron recibidos sólo por los aplausos de sus compañeros de casa, ya que los de Hufflepuff y de Ravenclaw apoyaban a los leones. Madame Hooch, la profesora de quidditch hizo que los capitanes estrechen sus manos, como normalmente se hace.
– Ya saben, cuando suene el silbato: tres... dos... uno...
Al escuchar el silbato, los catorce jugadores empezaron a volar con la ayuda de sus escobas. Draco y Harry miraban hacia todas partes en busca de la pequeña pelotita dorada.
– ¿Todo bien por ahí, Potter? – se burló Malfoy.
– ¡Malfoy, déjate de hablar y encuentra la snitch! – le gritó Atenea molesta, mientras pasaba por su lado con la pelota.
Pasaron unos minutos de juego y Slytherin iba ganando por ocho puntos.
Mientras que Atenea avanzaba y esquivaba rápidamente a los demás jugadores, Fred y George se acercaban cada vez más uno a cada lado a Malfoy, para evitar que este agarre la snitch.
De un momento a otro, uno de los gemelos perdió un poco el equilibrio, haciendo que golpeara como de casualidad la escoba de Draco, tomándolo por sorpresa. La multitud gritó cuando el de Slytherin empezó a caer a toda velocidad, impactándose contra el césped.
– ¡Draco! – Atenea soltó un grito desgarrador, mientras volaba rápidamente hacia su compañero. Madame Hooch hizo sonar el silbato, haciendo que ambos equipos se detuviesen y viesen lo que había ocurrido.
Los jugadores que se encontraban más cerca del accidente rodearon el cuerpo quieto del caído en el suelo.
– ¡Quítense! ¡Muévanse! – gritaba Atenea mientras empujaba al que se encontrase en su camino.
Atenea cayó de rodillas al lado de Draco. Y presa del pánico, lo sostuvo en sus brazos, viendo las heridas que tenía en el rostro.
– No... no... Draco, despierta por favor – le susurraba, agarrándose con una mano con fuerza a su uniforme, mientras que con la otra le acariciaba la mejilla.
– Permiso, permiso – la voz de Hagrid se hizo presente – Atenea, voy a llevar a Malfoy a la enfermería para que la señora Pomfrey lo revise ¿de acuerdo?
Atenea, que estaba sosteniendo la mano de su compañero, asintió. Se levantó del suelo y vio como Hagrid cargaba a Draco, como aquella vez que Buckbeak lo atacó.
Cuando Draco despertó en la enfermería, intentó sentarse, pero el dolor era terrible.
– No deberías moverte.
Draco escuchó la voz de Atenea, que se encontraba sentada al lado de su cama.
– ¿Qué pasó? – le preguntó, en un tono confundido.
– Digamos que... por casualidad alguien hizo que perdieras el equilibrio y cayeras de tu escoba. Hagrid te trajo hasta acá. Madame Pomfrey me dijo que tendrás que pasar aquí la noche, solo por precaución.
– ¿Quién me empujó?
– Nadie te empujo, solo que te estrellaste por casualidad – Atenea, al ver la severa mirada de Draco, soltó un suspiro cansado – Fue uno de los Weasley.
El rostro del joven se tornó rojo de rabia.
– Pero fue un accidente, Draco. Ya no te duele, ¿verdad? – preguntó, cambiando de tema, mientras señalaba su pierna.
– Un poco.
Madame Pomfrey abrió la cortina para acercarse al joven, entregándole un vaso con un líquido humeante.
– Tienes que beber esto, para que mañana puedas estar como nuevo – y cuando la enfermera terminó de hablar, se dirigió hacia Atenea – Y usted, señorita Avramidis, puede retirarse, ya ha estado mucho tiempo haciéndole compañía a su amigo.
Atenea asintió, pero antes de retirarse, lo miró. Su cabello estaba hecho un desastre todavía, y bajo la brillante luz de la vela que estaba a su lado, lo vio más guapo y humano que nunca. De pronto se acercó y le depositó un suave beso en la mejilla derecha, para luego retirarse de la enfermería, dejándolo sorprendido.
– Hubiese visto usted la cara de preocupación de la señorita Avramidis cuando entró a la enfermería. No paraba de preguntarme en cuanto despertaría y si se encontraba en buen estado.
Y así fue. Atenea había llegado a la enfermería siguiendo a Hagrid, quien llevaba a Draco en sus brazos. Al dejarlo en una de las camas, ella tomó asiento en una de las sillas que había al costado. Pasaban los minutos y Atenea seguía sin moverse de su sitio. Llegó un momento el cual le dolía la espalda por tenerla encorvada, y cada vez que se le empezaban a adormecer las piernas, empezaba a sacudirlas de arriba abajo, pero eso probablemente era un tic de nerviosismo.
– ¿Cómo? – preguntó Draco, asombrado, de lo que le acababa de contar la enfermera.
– Lo que escuchó. Tuve que darle algo para que se relajara. Además, no quería irse cuando le dije que se retirara, ya que había pasado unas cuatro horas a su lado, y se la notaba cansada – Pomfrey, antes de cerrar la cortina, le dijo – Intente descansar, seguro la señorita Avramidis vendrá mañana a verlo.
Tras una risa picara, la enfermera cerró la cortina, dejando a Draco con una media sonrisa en la cara.
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Feel Something |Draco Malfoy|
Fanfiction- ¡Expecto Patronum! - gritó Draco con todas sus fuerzas. Pero, sin ver resultado alguno, Atenea tuvo que invocar ella misma a su Patronus, para encerrar nuevamente a los dementores a la caja. - No puedo hacerlo. - Si puedes, sólo tienes que pensar...