Capítulo 15

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La Torre de Astronomía era la torre más alta del Castillo de Hogwarts. Aquí es donde los alumnos estudian las estrellas y los planetas a través de sus telescopios en las lecciones de Astronomía con la profesora Aurora Sinistra. Esto generalmente se hacía a medianoche, cuando se veían mejor las estrellas.

Draco le había propuesto a Atenea encontrarse en la torre a media noche, según él para solamente ver las estrellas. El acceso a la torre generalmente estaba fuera de los límites de los alumnos, pero siendo ellos prefectos, tenían la ventaja de que podían salir a pasear por las noches sin ser requintados.

Las estrellas tintineaban desde el infinito manto negro que era el espacio. Eran hermosos y azules como piedras preciosas, todas relucientes y esplendorosas. Los más alejados, casi fuera del alcance de la visión humana, eran como punzadas resplandecientes en ese velo de oscuridad. Algunas tenían un tenue tinte plateado y se podrían comparar con unas brillantes chispas de fuego.

– ¿No es esto agradable? – habló Draco en voz baja, soltando un suspiro.

– Es hermoso – afirmó Atenea – ¿Alguna vez has oído hablar de la constelación que lleva tu nombre?

– Solo sé que en mi familia todos tenemos nombres de constelaciones o estrellas, pero no sé nada en especial.

– Pues la constelación Draco es una de las 88 constelaciones que nunca desaparece de vista en el hemisferio norte – comentó señalando una estrella tintineante – En la mitología griega se conoce a esta constelación gracias a la undécima tarea encargada a Hércules, en la cual debía conseguir las manzanas del árbol de Gaia en el jardín de las Hespérides, donde Hera había puesto a Ladón, el dragón de cien cabezas, como protector. Hera sintió mucho la pérdida de su bravo guardián del jardín de las Hespérides, por lo cual lo puso en el firmamento alrededor del polo norte. En otra versión se trataba de una serpiente que durante la gigantomaquia lanzaron los gigantes sobre la diosa Atenea. Ella la arrojó al cielo, donde quedó fijada.

– ¿En serio? – preguntó sonriendo, mientras giraba la cabeza para observarla.

– En serio – le sonrió de vuelta, fijando su mirada con la de él – ¿Qué coincidencia, ¿no? Tenemos una historia en la mitología griega.

Atenea se dispuso a observar nuevamente las estrellas, pero los ojos de Draco estaban todavía sobre ella.

– Dime cómo lo haces – habló de repente – ¿Cómo puedes brillar tanto? ¿Cómo puedes emanar luz cuando yo emano oscuridad?

Ella sonrió y tomó su rostro entre sus cálidas manos.

– Es oscuridad, Draco, no puedes quitarme la luz – le acarició suavemente la mejilla – Si quieres verlo de esa manera, entonces yo soy la luna, siempre tendré una luz en mí, no importa lo tenue que sea el exterior.

– La luz y la oscuridad no pueden estar juntas – pausó por unos segundos – ¿Me dejarás? – pasó sus brazos por su cintura – Siempre tengo miedo de que lo hagas.

– No – negó con la cabeza – No, me atrae demasiado de tu oscuridad como para dejarte.

Draco le sonrió, con una expresión de tranquilidad en el rostro, y envolvió un brazo alrededor de sus hombros y la atrajo hacia sí, frotando suavemente su brazo. Ella apoyó su cabeza en su pecho, mientras observaba el cielo. Ese abrazo hizo que la habitación fuera más cálida de alguna manera, a pesar de que el viento entraba sin dificultad.

– A veces pienso que nunca confiaré en otra persona como confío en ti – dijo entonces, y Atenea lo miró sorprendida.

No la estaba mirando, todavía estaba observando el cielo, concentrado.

– Este es uno de mis momentos favoritos – le confesó Atenea.

– El mío también.

Luego de algunos minutos disfrutando la vista del cielo y las estrellas, Atenea pudo escuchar algunas voces a lo lejos de la torre, se acercó a la baranda y pudo divisar a Ron, Ginny, Neville y a Luna corriendo hacia donde estaban Harry y Hermione. Al instante de verlos a la entrada del Bosque Prohibido, supo que estaban en problemas, así que se pensó en bajar y ayudarlos.

– Eh... creo que se hace tarde, tengo que irme – habló Atenea, mirándolo lo más calmada posible para que no sospechara de sus intenciones.

– Pero si no es tan tarde... – frunció el ceño.

– Pues, debe ser que me siento cansada, así que... me voy adelantando – y antes de girarse para salir, le sonrió y le dijo – La pasé bien, creo que deberíamos encontrarnos más seguido por aquí.

– Yo también lo creo – le dedicó una leve sonrisa – Vamos, te acompaño.

– Oh no, no, tranquilo, estoy bien. Disfruta las estrellas.

Y antes de que le pudiera decir algo, bajó corriendo de la torre para alcanzar a sus amigos y ver que planeaban hacer.

Al acercarse hacia el grupo, también pudo ver cómo señalaban a los thestrals, quienes movían la cabeza y agitaban sus largas y negras alas, haciendo que se alarmara, ya que esto no podría ser bueno.

– ¿Cuántos hay? – pregunto Harry.

– Solo dos – contó Luna.

– Pues necesitamos tres – sentenció Hermione.

– Cuatro, Hermione – la corrigió Ginny con el entrecejo fruncido.

– Creo que en realidad somos seis – aclaró Luna con calma.

– De hecho, somos siete – habló Atenea, llegando al lado de sus compañeros, y sorprendiéndolos.

– ¡Atenea! ¡Qué haces acá!

– Estaba en la Torre de Astronomía y los vi cerca del bosque, supuse que estaban planeando algo, y cuando ustedes planean hacer algo, nunca termina bien, así que quise venir a ayudarlos en lo que necesiten – respondió y les sonrió – Entonces, ¿A dónde vamos?

– ¡Nadie va a ningún lado! – gritó Harry – Miren, ustedes no tienen nada que ver con esto...

– Harry, somos el Ejercito de Dumbledore – interrumpió Atenea – Hemos practicado defensa por si se presentaba alguna situación, y aquí estamos.

– ¡De ninguna manera!

Ellos volvieron a protestar, pero Harry notó otro pinchazo en la cicatriz, mas doloroso esta vez, y entendió que cada minuto que perdían era valiosísimo, no tenía tiempo para discutir.

– ¡Esta bien! ¡Esta bien! Ustedes lo han querido – gritó, callando a los demás – De acuerdo, escojan un thestral y vámonos.

Feel Something |Draco Malfoy| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora