– ¡Dumbledore! – exclamó entonces Atenea, mirando atónita por encima del hombro de Harry.
– ¿Qué?
Harry se volvió y dirigió la vista hacia donde miraba su amiga. Justo encima de ellos, estaba Albus Dumbledore, con la varita en alto, pálido y colérico.
Harry vio que Sirius esquivaba el haz de luz roja de Bellatrix y se reía de ella.
– ¡Vamos, tú sabes hacerlo mejor! – le gritó Sirius, y su voz resonó por la enorme y tenebrosa habitación. El segundo ataque le acertó justo en el pecho. Él no había dejado de reír del todo, pero abrió mucho los ojos, sorprendido.
Harry, sin darse cuenta de que lo hacía, volvió a bajar por las gradas y sacó su varita al tiempo que Dumbledore también se volvía hacia él.
Dio la impresión de que Sirius tardaba una eternidad en caer, y en su caída hacia atrás atravesó el velo que colgaba del arco.
Entonces se oyó el grito de triunfo de Bellatrix Lestrange, pero Harry comprendió que no significaba nada, que Sirius sólo había caído a través del arco y aparecería al otro lado en cuestión de segundos...
Sin embargo, Sirius no reapareció.
– ¡Sirius! – gritó Harry – ¡Sirius!
Pero cuando llegó al suelo y corrió hacia la tarima, Atenea lo rodeó con los brazos y lo retuvo.
– No puedes hacer nada, Harry...
– ¡Vamos a buscarlo, tenemos que ayudarlo, sólo ha caído al otro lado del arco!
– Es demasiado tarde, Harry...
– No, todavía podemos alcanzarlo... – luchó con todas sus fuerzas, pero Atenea no lo soltaba.
– No puedes hacer nada, Harry, nada. Se ha ido.
– ¡No se ha ido! – bramó Harry.
No lo creía, no quería creerlo. Harry seguía forcejeando con Atenea con toda la fuerza que le quedaba.
– ¡Sirius! – gritó – ¡Sirius!
– No puede volver, Harry – insistió Atenea, la voz se le quebraba mientras intentaba retenerlo – No puede volver, porque está m...
– ¡No está muerto! – rugió Harry – ¡Sirius!
Alrededor de Harry reinaba una gran agitación y surgían destellos de nuevos hechizos; pero era un bullicio sin sentido. Aquel ruido no tenía ningún significado para él porque ya no le importaban las maldiciones desviadas que pasaban volando a su lado, no le importaba nada; lo único que le interesaba
era que Atenea dejara de fingir que Sirius, que estaba al otro lado del viejo velo tan sólo a unos palmos de ellos, no saldría de allí en cualquier momento, echándose hacia atrás el pelo negro, deseoso de volver a entrar en combate.
Por otro lado, Dumbledore tenía a casi todos los otros mortífagos agrupados en el centro de la sala, aparentemente inmovilizados mediante cuerdas invisibles. Pero detrás de la tarima todavía se producían destellos de luz, gruñidos y gritos: Kingsley había ido hasta allí para relevar a Sirius en el duelo con Bellatrix.
– ¡Atenea! ¡Atenea! – escuchó la voz de Draco detrás de todo el bullicio que había.
Al voltear, vio como Draco forcejeaba contra el agarre de su padre, quien lo había aferrado fuertemente del brazo mientras retrocedía. Pero en eso, Lucius alzó su varita y desaparecieron rápidamente de la sala.
– ¡Draco! – gritó fuertemente Atenea, mientras que todavía sostenía a Harry, el cual seguía luchando para que lo suelte.
Entonces se oyó un fuerte golpetazo y un grito detrás de las escaleras. Kingsley caía al suelo aullando de dolor: Bellatrix Lestrange empezó a huir, pero Dumbledore le lanzó un hechizo que ella desvió para luego comenzar a subir por las gradas...
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Feel Something |Draco Malfoy|
Fanfiction- ¡Expecto Patronum! - gritó Draco con todas sus fuerzas. Pero, sin ver resultado alguno, Atenea tuvo que invocar ella misma a su Patronus, para encerrar nuevamente a los dementores a la caja. - No puedo hacerlo. - Si puedes, sólo tienes que pensar...