Capítulo 10

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La mañana siguiente, día de la salida a Hogsmeade, Atenea había quedado para hablar con Hermione y contarle lo que había pasado la tarde anterior.

Esa mañana hizo un frío fresco, con un fuerte viento y las intensas heladas matinales herían las manos si no se protegían. El cielo y el techo del Gran Comedor adoptaron un tono gris claro. Las montañas que rodeaban Hogwarts estaban cubiertas de nieve, y la temperatura dentro del castillo descendió tanto que muchos estudiantes llevaban puestos sus gruesos guantes de piel de dragón cuando iban por los pasillos de una clase a otra.

A las 10 de la mañana, todos los estudiantes estaban fuera del castillo para poder dirigirse al pueblo.

– Bueno, ¿adónde vamos? – preguntó Atenea a su amiga apenas la vio – ¿A Las Tres Escobas?

– No, no – repuso Hermione, empezando a caminar por la nieve – No, siempre está lleno de gente y hay mucho ruido. He pensado que podríamos ir a Cabeza de Puerco, ese otro pub, ya lo conoces, el que no está en la calle principal. Me parece que no es... muy recomendable, pero casi nadie suele ir allí.

Bajaron por la calle principal y pasaron por delante de la tienda de artículos de broma de Zonko, donde no les sorprendió ver a Fred y a George. Luego dejaron atrás la oficina de correos, de donde salían lechuzas a descansos regulares, y giraron por una calle lateral al final de la cual había una pequeña posada.

Un deteriorado letrero de madera colgaba de un oxidado soporte que había sobre la puerta, con un dibujo de una cabeza de jabalí cortada. Cuando se acercaron a la puerta, el letrero chirrió agitado por el viento y ambas vacilaron un instante.

– ¡Vamos, que me estoy congelando! – apuró Hermione.

Atenea fue la primera en entrar. Aquel pub no se parecía en nada a Las Tres Escobas, que era un local limpio y acogedor. Cabeza de Puerco consistía en una sola habitación pequeña y sombría, donde se notaba un fuerte olor a algo que podría tratarse de cabras. Entraba muy poca luz del exterior por las ventanas, ya que estaban sucias. A primera vista, el suelo parecía de tierra pisoteada, pero cuando Atenea caminó por él, se dio cuenta de que había piedra debajo de una capa de moho acumulada durante siglos.

En la barra había una persona que llevaba la cabeza envuelta con grises y sucias vendas, aunque aun así se las ingeniaba para beber vaso tras vaso de una sustancia humeante por una rendija que tenía a la altura de la boca. También había dos personas encapuchadas sentadas a una mesa, junto a una de las ventanas.

– Hermione, ¿Quién te ha recomendado venir aquí?

– Bueno... le pregunté al profesor Flitwick si a los alumnos les está permitido entrar en Cabeza de Puerco, y me dijo que sí, aunque me aconsejó que lleváramos nuestros propios vasos.

El camarero salió de la trastienda y se les acercó con sigilo. Era un anciano de aspecto gruñón, con barba y largo cabello gris.

– ¿Qué quieren? – gruñó.

– Dos cervezas de mantequilla, por favor – contestó Hermione.

El camarero metió una mano bajo la barra y sacó dos botellas sucias y cubiertas de polvo que colocó con brusquedad sobre la barra.

– Seis sickles – dijo.

– Pago yo – se apresuró a decir Atenea, y le entregó las monedas de plata.

Las amigas fueron hacia la mesa más apartada de la barra y se sentaron observando a su alrededor. El individuo de los sucios y grises vendajes dio unos golpes en la barra con los nudillos, y una jarra apareció flotando hasta la mesa, sirviéndole otro vaso lleno de aquella bebida humeante.

Feel Something |Draco Malfoy| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora