Al salir de la oficina, Draco paseó rápidamente por los pasillos del castillo, hasta subir a la Sala de Astronomía.
Al ser ya las once, pudieron comprobar que hacía una noche tranquila y despejada, perfecta para la observación de los astros. La plateada luz de la luna bañaba los jardines y soplaba una fresca brisa.
– Ven – Draco guía a su amiga, hasta llegar al espacio donde había más luz, y se sentaron en el suelo.
– Voy a curarte, no te muevas – indicó el rubio.
Al poner una poción, que llevaba siempre consigo para cualquier ocasión, en la herida abierta, Atenea le golpeó la mano.
– ¡Auch! Atenea, quédate quieta, por favor – dijo Draco mientras limpiaba la sangre de su labio.
– Es que duele – dijo por lo bajo.
Draco le tomó de la mano y la sostuvo, mientras que con la otra le curaba.
– ¿Quién te hizo esto? – preguntó, limpiando parte de la sangre para poder ver la herida.
– Crabbe – respondió, pero él al escuchar el nombre de uno de sus amigos, por inercia apretó más la herida, haciendo que Atenea suelte un quejido.
– Lo siento, lo siento – puso cara de preocupación – No puedo creer que te haya hecho eso.
– Bueno, de los dos, creo que él quedó peor que yo. Le devolví los golpes – contestó orgullosa y Draco rio.
– ¿Por qué me mentiste? – le preguntó, pero al ver su cara de confusión, agregó – Me dijiste que no sabias nada del Ejercito de Dumbledore, y ahora me entero de que formas parte de este – bramó molesto.
– Oye, la que tiene que estar molesta ahora soy yo, no tu – dijo con el ceño fruncido – ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué formaste parte de la Brigada Inquisitorial? ¿Por qué ayudar a esa bruja?
A este punto Atenea había apartado la mano de Draco de su cara, pudiendo quedar cara a cara con el chico.
– Lo siento – susurró, bajando la cabeza y apretando los labios, mientras se distraía con el tapón del frasco con el cual curó la herida.
– No me respondiste – insistió ella con los brazos cruzados.
– Lo siento, es mi culpa que estés así. Es que yo... pensé que yo podría servir para algo.
Atenea, al escuchar eso, cambió su cara de molesta pasando a una de tristeza, desenlazó sus brazos y trató de abrazarlo, y él rápidamente envuelve sus brazos alrededor de su cintura, apoyando su cabeza en el regazo de ella.
Ella se inclinó sobre él instintivamente, como si estuviese protegiendo el cuerpo de Draco. Dejó un beso en su mejilla. Y luego, sin esperarlo, él se rompe. Tiritando violentamente, rompiéndose en sus brazos, como si fuese un millón de piezas que ella trataba de mantenerlas juntas. Y se promete internamente, en ese momento, que lo abrazará para siempre, así, hasta que todo el dolor y el sufrimiento que sentía desaparezca, hasta que se le dé la oportunidad de que nadie lo hiera tan profundamente, ni siquiera él mismo.
– No llores, por favor – pide cariñosamente, mientras se le llenan los ojos de lágrimas – Eres un ser humano, Draco. Deja de culparte por lo que la gente hace, no es tu culpa. Deja de culparte por estar tan triste, todos lloramos a veces y todos tenemos algunos días en los que todo lo que podemos ver es oscuridad y eso está bien. Deja de culparte por fallar, todos fallamos, todos cometemos errores y aprendemos de nuestros errores. Deja de culparte por cosas que están fuera de tus manos. Deja de culparte por las acciones de los demás hacia ti. Eres lo suficientemente bueno.
Pero al escuchar eso, se intensifica su llanto, uno silencioso, dejándose llevar por sus palabras.
– Detente, Draco. Respira, está bien – dice, tratando de tranquilizarlo, mientras acariciaba su espalda.
Lo toma por los hombros y delicadamente lo separa de ella. No pudo evitar derramar algunas lagrimas al ver el rostro de arrepentimiento y sufrimiento de Draco. Automáticamente lleva sus manos a las mejillas de él, limpiando las lágrimas que brotaban un tras de otra.
– Ven aquí – pidió Atenea, abriendo sus brazos, incitando a que se sentara a su lado y la abrazase.
Sin rechistar, se acerca, descansando su cabeza sobre el hombro de esta. Draco buscó tímidamente la mano de su compañera, y ella, al ver lo que quería, lo recibió con gusto.
– Lo siento – dijo él después de un rato, completamente serio, enderezándose en su sitio.
– Está bien – respondió ella, tocándole el rostro suavemente con el dorso de la mano – A veces desapareces tan completamente en tu cabeza... desearía poder seguirte – dijo esto ultimo casi en un susurro.
"Lo haces. Vives en mi cabeza todo el tiempo" quería responderle, pero prefirió no hacerlo.
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Feel Something |Draco Malfoy|
Fiksi Penggemar- ¡Expecto Patronum! - gritó Draco con todas sus fuerzas. Pero, sin ver resultado alguno, Atenea tuvo que invocar ella misma a su Patronus, para encerrar nuevamente a los dementores a la caja. - No puedo hacerlo. - Si puedes, sólo tienes que pensar...