Prólogo

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Todo comenzó cuando nací un veintinueve de febrero, en el pequeño pueblo de Sarter. Ese día no era conocido solo porque pasaba cada cuatro años, también era conocido por las luces que pasaban por todo el cielo cada veintinueve de febrero.

Las leyendas de las ancianas eran lo que más resaltaba, debido a estas extrañas luces, normalmente espantaban a los incrédulos e inocentes, diciendo que eran las brujas en busca de niños, otras decían que las estrellas buscaban a quienes llevarse, en lo personal nunca lo creí, siempre tuve la curiosidad de intentar seguirlas aunque nunca lo hice en estos veinte años.

— ¿Lista? — Farah esta en la puerta con una canasta de picnic

— Sí — asiento con una sonrisa — Voy a traer la manta.

Cada veintinueve de febrero se acostumbraba hacer actividades que involucran a todo el pueblo para poder apreciar las luces, esta vez optamos por un picnic mientras los otros hacían juegos, demostraciones de talentos entre otras actividades. Salimos de casa y nos dirigimos al parque central en donde están todos o la mayoría de personas pertenecientes al pueblo.

— Feliz cumpleaños querida Aster — me da un abrazo y esboza una sonrisa — Me alegra verte por aquí.

— No podía perderme las luces tía Samantha — esbozo una sonrisa incómoda

— Disfruten de este día, cada vez falta menos — exclama con emoción antes de irse

— Pensé que no le agradabas — dice Farah con confusión

— No le agradaba, pero desde el accidente se ha vuelto más unida a mi, después de todo es mi única familia — me encojo de hombros.

— Mejor busquemos un lugar para sentarnos, necesito comer algo — hace una mueca de disgusto

Buscamos un lugar el cual no sea muy transitado así nadie camina sobre nuestra comida y arruina nuestro picnic, extendemos la manta en la grama y comenzamos a comer los emparedados que hizo el padre de Farah.

— ¿Qué se siente tener veinte
años?

— Lo mismo que tener diecinueve — suelto una risa - No hay mucha diferencia.

— Eres alguien muy amargada — rueda los ojos

—Eso no es completamente cier...

Antes de poder terminar la oración mi rostro queda cubierto de la tarta de manzana que había enfrente mía, dejando trozos en mi nariz.

— No puede ser... lo siento ¿te encuentras bien? — la persona que cayó sobre mi me pasa una servilleta para poder limpiar mi rostro

— ¿Es costumbre tuya tropezar con las personas? — reniego antes de levantar mi vista y encontrarme con la cabellera rubia de Flegt.

— Perdóname Aster — pasa la mano por su cabello con pena — Me lanzaron el balón e intente atraparlo.

— No importa Flegt — me limitó a decir

Esboza una sonrisa encantadora y se va corriendo con el balón en la mano, el rubio y simpático Flegt, hijo del alcalde, eran la representación de familia perfecta o de esa manera los denominaba.

Seguimos comiendo hasta que se hace de noche, las personas se reúnen a la par de la gran fogata, la mayoría de niños y sus padres se han ido ya a sus casas así que la mayoría que quedan son adolescentes, adultos y lo que seamos las personas de veinte años porque no me siento perteneciente a ningún grupo, supongo que es parte de la vida.

— Te traje esto — Farah me da unos malvaviscos

— Eres un amor.

— Lo sé, es lo necesario para poder pasar mejor la noche, un poco de dulce y claro la chillante voz de Flegt — levanta la voz un poco en la ultima parte haciendo que él sonría un poco, pero sin dejar de cantar

Luces En FebreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora