IX - Primer consejo (bonus)

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Primer consejo

CAPÍTULO IX - Bonus

Sri Lanka

Oficina principal de las empresas Jeon.

Povs Jungkook

Yo conocía las tres características esenciales para que una piedra sea considerada preciosa: belleza, durabilidad y rareza. Jimin era la única persona en el mundo que cumplía con todas ellas.

Belleza: como cuando observas un diamante, los efectos ópticos que Jimin causó en mi lobo fueron casi dolorosos. Su piel nívea, su cabello liso y rosado, su cuerpo moldeado por una profesional bata de trabajo, sus ojos ansiosos mientras me suturaba... todo, todo era perfecto. Él no podía ser olvidado, iba a ser recordado, admirado y deseado desde el primer momento en que lo vi.

Durabilidad: porque él conservaba su belleza, su aroma, su tranquilidad a pesar de todo lo que ocurría a su alrededor. Permaneció inquebrantable durante la noche que lo conocí, aún cuando sus manos tuvieron que coser mi abdomen como si fuese un animal desgarrado desde adentro. Cuando lo volví a ver, ocurrió lo mismo, ni un poco más, ni un poco menos, él era intocable y perfecto.

Rareza: porque no hay otro omega como él. Me atrevo a sentir pena por el resto de alfas que nunca gozarán de su compañía, que nunca lo tendrán bajo su cuerpo temblando por sentirse nervioso y excitado, que nunca lo escucharán susurrar su nombre saliendo de sus abultados y perfectos labios.

Todo esto pasó por mi mente cuando Irene me presentó el Jade* pulido, listo para ser puesto en la subasta de Hong Kong en la casa Sotheby's* y en la de Seúl el próximo mes.

— La existencia de esta piedra es casi tan placentera como tú presencia Jeon – la joven alfa bromeó, nuestra relación era de lo más lejana a la de un jefe y empleado.

Irene era una gran amiga de la familia.

El collar contaría con tres jadeitas* iguales a ésta y un pequeño rubí* en el centro. Podría ser vendida a un precio millonario y recuperaríamos el récord arrebatado por los Min hace años, cuando un collar semejante fue subastado por 27 millones de dólares.

— Es una piedra hermosa y ha sido pulida a la perfección. Los chinos pagarán lo que sea por ella, sigue siendo su favorita. El verde esmeralda, el jade imperial. No existe algo que la iguale... – susurré, rozando con mi pulgar la base de la piedra.

— Ya pedí que sea presentada como Jadeita, no quiero confusiones. No me interesa venderla como mierda por cinco mil dólares – sonreí. Irene sabía ser ruda y malhumorada, una excelente subastadora.

— Nadie va a confundirla con una nefrita*. Mira lo translúcida que se ve. Está claro que su nivel de dureza es alto. Es el inosilicato más buscado, incluso se distingue el perlado en sus exfoliaciones.

— ¿Cómo puedes comprobar eso sin los elementos mineralógicos correspondientes? Te veo muy seguro de tus piedras, como si pudieras distinguir cada uno de los minerales en ellas.

— Mis habilidades extras tienen nombre y apellido y están colgando de mi cuello – alardeé orgulloso.

Cómo alfas teníamos capacidades admirables en lo relacionado a la vista, olfato, curación y agilidad física, pero lo mío no era del todo natural.

Irene observó la Taaffeita y la Topogummita* chocando entre sí sobre mi camisa negra. Entendió de inmediato a qué me refería, fueron años de trabajo junto a mi padre.

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