♧Capítulo 10♧

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Leonor Mitchell

Compartir una tienda de campaña con una chica que te sobrepasa casi por una cabeza no es muy agradable. Toda la noche estuve en una misma posición para evitar golpearla o darle patadas por accidente. No dormí nada bien, y para colmo nos vinieron a levantar a las 7 de la mañana con la excusa de que debemos ejercitarnos igual que los futbolistas que vinieron a este viaje.

—¿Quién sale a correr un domingo a las 7 de la mañana? —pregunté en voz alta. A juzgar por las miradas de algunas de las porristas, supuse que apariencia no era muy buena.

—Todos los deportistas de alto rendimiento —contestó Everett colocándose a un lado de mí ofreciéndome un Gatorade. Le di una mirada confundida. —Lo necesitarás.

—Gracias —lo acepté y lo coloque debajo de mi brazo derecho. —¿Entonces ya nos vamos?

—Aún no, Dylan no aparece —un chico moreno y fornido al cuál escuché que lo llaman Caleb, salió de una tienda de campaña sacudiéndose los pantalones deportivos que llevaba.

—Ese imbécil —el tono de Everett hizo que me preocupara.

¿No es la primera vez que se les pierde uno, eh?

—¿Dónde podrá estar? —Charlotte se unió a la conversación de los 2 chicos.

—Ni idea —comentó Caleb. —Pero no creo que haya ido tan lejos.

—Quizá si —dijo un chico pelirrojo con pecas saliendo de otra tienda de campaña. En una de sus manos llevaba dos latas de RedBull.-Lo encontré en la tienda de Paul.

—Este idiota si sabe cómo sacarme de quicio — dijo el moreno.

Ninguna de las porristas decían nada. Sólo observaban la escena como si fuera algo divertido, ni siquiera Charlotte dijo algo. ¿Así son siempre estás chicas?

—Y, ¿por qué en vez de sacar conclusiones al azar, mejor vamos a buscarlo? —dije rompiendo la tensión que se había creado en el grupo.

—Leonor tiene razón, de nada nos sirve estar aquí sin hacer nada —Charlotte me apoyó. Menos mal, pensé que le habían comido la lengua los ratones.

Nadie se movió, ni volvió a decir a nada. Sólo nos observábamos los unos a los otros dándonos miradas extrañas. Algunas transmitían culpa, otras estaban tratando de adivinar si sabían algo del chico y lo estaban encubriendo.

¿En serio nos vamos a quedar aquí parados como idiotas hasta que el rubio aparezca?

La respuesta fue mucho más predecible de lo que hubiera imaginado.

Dylan apareció en nuestro campo de visión, venía trotando desde la parte más profunda del bosque, traía puestos unos shorts deportivos color gris, una playera blanca pegada, estaba todo sudado y tenía las mejillas rojas. En una de sus manos llevaba una botella de agua. Se paró en cuanto nos vio dándonos una sonrisa y saludando con la mano.

—Buenos días, dormilones —dijo con la voz llena de energía.

—¿Dónde diablos estabas? —pregunto Everett

—Hey, tranquilo bro, me levanté más temprano para ir a correr —el pelinegro de dio una mirada de "no te creo" a lo que Dylan bufó. —Sabes que me gusta correr solo.

Esta escena se estaba tornado muy incómoda para mí. Si analizaba las cosas bien, yo era la que saldría más afectada en esta situación, pues la verdad es que no conozco a nadie en realidad. Charlotte y Dylan apenas eran conocidos, y todos los demás no los conocía en lo absoluto. Así que por mucho que me gustaría defender a Dylan, no tengo los argumentos suficientes como para decir que lo conozco y que jamás sería capaz de hacer algo así.

Grita mi nombre © [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora