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038: Dallas ha vuelto.
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Jenna Kennedy

Llevaba un tiempo ya queriendo averiguar quién era el responsable de los mensajes extraños. No había hablado con nadie del tema y siendo honesta no lo haría. Los chicos son demasiado sobre protectores conmigo, serían capaces de comprarme un teléfono nuevo y bloquear el número con tal de no recibir nada y ese no era mi objetivo. No necesitaba detener los mensajes, necesitaba saber de donde habían salido y quien los estaba enviando.

Después del último donde me decía que nos veríamos en el partido de bienvenida decidí hacer lo primero que mi cabeza me indicó. Necesitaba enfrentar a esta persona, saber de quien se trataba y que carajos quería conmigo.

Así que le envíe un mensaje antes del partido. No entre a la secundaria, decidí que debía estar afuera esta vez, por seguridad de los demás. Quedarme mirando y vigilar que las cosas no se salgan de control. El anónimo me respondió mi mensaje, le pregunté que en donde nos veríamos, me dijo que en mi café preferido. Así que allí me quede, afuera de la cafetería de al lado esperando a que alguien que jamás he visto aparezca.

También tuve la idea de qué tal vez se trataba de alguno de los chicos haciéndome una estúpida broma de mal gusto, aunque pensándolo mejor, no era cierto.

Mucho menos cuando una motocicleta se aparcó a un lado de mi jeep y de ella bajo un tío con una pinta lo más extraña.

Me empecé a poner nerviosa cuando no reconocí al chico y peor aun cuando lo tuve en frente.

—Jenna —llamó con una voz algo grave, levante la mirada confundida viéndolo con curiosidad. No era alguien a quien yo reconociera, no tenía ni la más mínima idea de quien se trataba.

—¿Quien se supone que eres?

—¿De verdad tan rápido té haz olvidado del sonido e mi voz? Pensé que yo significaba más que eso, Anastacia.

Arrugue el entrecejo por como me llamo. Ese era mi segundo nombre y los únicos que me llamaban así eran mi madre, Jonathan cuando se enojaba, y...

—Dallas...

Lo solté sin siquiera pensarlo. No sabía si se trataba de el, no sabía si era o no. Simplemente salió de mis labios su nombre. Como si su nombre quemara tanto que me doliera decirlo.

Así se sentía.

—El mismo que viste y calza.

—No, no puedes ser tú... tú estás...

—¿Qué? ¿Muerto? No nena, no estoy muerto. Es más, estoy mejor que nunca.

Abrí los ojos como platos cuando llevo sus manos a sus ojos y quito las gafas de sol que me impedían verle el rostro con claridad.

El color aceituna de sus ojos hizo contaste conmigo viéndome directo.

Era él, el mismo que antes.

No había cambiado nada. Sus ojos verdes, su piel pálida, la cadena con la J colgando.

Todo lo que él era y significaban, estaban ahí. Bajo una camiseta de manga larga y una chaqueta de cuero color negra.

Three Point Shot | Libro I |  ✓. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora