Capítulo 13

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- Ven a mí, Tita.

Cuando Clete agitó su mano transparente en un gesto de mando, Tita se acercó involuntariamente a ella. Sin cambiar su expresión, una leve sonrisa apareció en sus labios rojos. De pie bajo la luz de la luna, estaba tan hermosa como siempre.

No, ¿cómo puedes describir su apariencia con una sola palabra?

Antes de conocerla, Tita vio varias pinturas y esculturas que representaban a Clete en el palacio imperial.

No importa cuánto tiempo pasara, los pintores y escultores siempre le dieron la imagen de una hermosa y valiente guerrera con brillantes ojos azules y una viva expresión en su rostro. Pero en el momento en que vio a Clete, Tita se dio cuenta de que todos estaban equivocados.

Su belleza sobrepasaba la belleza del mundo y, al mismo tiempo, había en ella una abrumadora sensación de fuerza y ​​autoestima, pero al mismo tiempo había cierto desapego en ella.

Ni la mujer más bella de la capital ni el general más valiente podían compararse con Clete.

La impresión que causó fue como una colisión con un mar de hielo sin fin.

Sin embargo, Clete, ahora de pie frente a Tita y sonriéndole, se veía un poco diferente de lo habitual.

Tita miró vacilante a Clete a los ojos. Todavía tenía miedo de mirar a los ojos azules, que reflejaban la sabiduría de innumerables años vividos, pero a veces aún notaba cómo estos ojos brillaban con ternura. Por eso, Tita siempre trató de estar cerca de Clete, deambulando cerca de ella para volver a verla.

Y ahora Clete miraba a Titus con esa mirada amable que tanto anhelaba ver. Ella le tendió la mano, como si se ofreciera a darle la mano. Entonces Tita tomó su mano. Pero, en ese momento, cuando le tomó la mano, un frío feroz recorrió todo su cuerpo. Sorprendida, Tita intentó instintivamente liberarle la mano, pero Clete la apretó con más fuerza y ​​no la soltó.

- Todo esta bien. No hay que tener miedo, el frío pronto desaparecerá.

Como ella dijo, el frío pronto pasó. Tita miró confundida la mano de Clete.

Su mano, que solía estar fría como espinas de hielo, ahora se sentía suave como una pluma y cálida.

- ¿Por qué estás aquí? ¿Has decidido dar un paseo como yo? - preguntó Tita, recordando el encuentro con Clete cuando jugaba con Snow.

- Porque me llamaste.

- ¿YO? ¿Pero cómo lo hice?

- Sí, tu sangre me llevó hasta ti.

Tita, sin comprender de qué estaba hablando Clete, la miró pensativa. Pero pronto ya no le importó.

"Debes haber estado muy solo todo este tiempo. Lo siento mucho...."

Cuando escuchó estas palabras, pronunciadas con una voz extraña, se le llenaron los ojos de lágrimas. Clete pasó suavemente la otra mano por su cabello, como si quisiera consolarlo.

- Sí, estaba muy solo ...

- Ahora siempre estaré a tu lado. Ya no estarás solo.

- .... ¿E-en serio?

- Por supuesto. No estoy mintiendo.

- ¡Estoy tan feliz!

Con una amplia sonrisa, Tita se arrojó a los brazos de Clete. Tenía las manos muy calientes.

- Pero hay una trampa.

- ¿Y? Cual, exactamente? - preguntó Tita con insistencia, temerosa de que cambiara de opinión.

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