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Luego de abandonar la oficina del señor Kim, Namjoon le envió un mensaje a Seokjin. Al ver que este no le era contestado, decidió dirigirse hacia la casa del doncel.

La cuestión planteada por su padre era algo que no dejaba de rondar su cabeza, ni siquiera cuando paró un taxi y le dio la dirección al mismo.

¿Qué era Kim Seokjin para él?

¿Capricho?

¿Obsesión?

¿Amor?

La imagen de la primera vez que lo vio llegó a su memoria casi de manera instantánea.

Recuerda haberlo observado a través de uno de los ventanales de cristal de la heladería. Las hermosas facciones y la seguridad de su andar eclipsaron toda su atención.

Era, sin duda alguna, el chico más hermoso que había visto hasta el momento. Y era un doncel, de eso estuvo seguro.

Pero había algo más.

Seokjin no era como los demás donceles. Lo supo en el momento en que las bellas facciones se transformaron en una mueca de enojo y disgusto dirigida hacia quien tuvo el atrevimiento e infortunio de hostigarlo.

Para ese entonces, Namjoon había conocido ya a varios donceles y, en honor a la verdad, no se visualizaba en un plan romántico con uno pese a la innegable belleza de estos, así como a su docilidad y delicadeza. Siendo precisamente esto último lo que, por alguna extraña razón, no le permitía verlos como una pareja adecuada para él.

¡Por Dios! Parecían criaturas tan frágiles, que te insitaban a querer cuidarlos y protegerlos. Irónicamente, él tenía la impresión de que se romperían en sus manos de solo tocarlos.

Y, entonces, ahí estaba Seokjin, con la cara roja de la ira y a punto de lanzarse sobre el mas que contrariado chico que tenía en frente. El castaño no parecía necesitar ayuda; sin embargo, Namjoon sintió la necesidad de defenderlo.

Después de su primer encuentro y del rechazo que sufrió, podría decirse que sí, se encaprichó con el hermoso joven de lengua afilada. Deseaba conocerlo y, a medida que este más lo alejaba, ese encaprichamiento pudo dar paso a una obsesión por derribar todas sus defensas.

Pero ¿era solo eso? -Se cuestionó mientras se bajaba del taxi y se dirigía hacia la puerta principal del hogar de quien dominaba todos sus pensamientos en ese mismo instante.

Sonrió ladino en cuanto fue recibido por la sonrisa cuadrada de Taehyung tras abrir la puerta.

--Hola, Taehyung. -saludó al menor a la vez que agitaba la mano en el aire
--Ahm... Vengo para ver a Seokjin, pero ahora que lo pienso mejor, debería esperarlo aquí afuera.

Namjoon se rasca la nuca un poco avergonzado ya que, por ir tan metido en sus pensamientos, llegó hasta allí sin saber si encontraría al apuesto chico.

--¿Por qué? -cuestiona el pequeño de sonrisa cuadrada, pestañeando inocentemente
--¿Quieres que le diga a mi hermano que salga?

--¿Él está aquí?

--Sí. -asiente ligeramente --Había salido, pero regresó hace un momento.

Nam se adentra al interior de la casa una vez Tae se hace a un lado, invitándolo a pasar.

Como todas las demás veces que va de visita, ya se disponía a ir hacia la habitación compartida por ambos castaños cuando cierto aparato en el bolsillo trasero de Taehyung -quien se encontraba de espaldas, cerrando la puerta- llamó su atención.

Frunció su ceño, observando extrañado aquel celular que tan familiar se la hacía puesto que Hoseok tuvo uno igual.

¿Casualidad?

Mi Terco Doncel 《NamJin》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora