Puedo compensarlo (parte 2)

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—¿Owen? — él conocía esa voz, sabía de quien se trataba, por lo que para cuando giró no le sorprendió encontrarse con el rostro de su hermana — ¿Cuándo volviste?

Su voz temblorosa y la expresión confundida en su rostro le daban a Owen la sensación de que ella estaba a punto de intentar golpearlo como lo hacía cuando ambos eran niños y él hacia algo que a ella no le agradaba; sin embargo esta vez en lugar de un golpe recibió un abrazo, uno que no pudo corresponder.

— Mamá... ella... ambas pensábamos que seguías en Irak — continuó Megan, con lágrimas acumulándose en sus ojos — He rezado por ti cada noche para que volvieras con nosotras, desde que te fuiste rezo por ti cada noche... de rodillas... para que sobrevivas otro día más... que logres volver a casa...

Oír a su hermana llorar sobre su hombro mientras intentaba encontrar las palabras para recriminarle el hecho de que fue un egoísta le rompió el corazón, él quiso corresponder su abrazo y pedirle perdón, quiso prometer que volvería a casa esa noche para cenar con ella y mamá, pero se descubrió a sí mismo tomando las muñecas de su hermana para hacer que suelte el abrazo y alejándose de ella sin decirle una sola palabra, dejando nuevamente a Megan con el corazón destrozado como aquella tarde cuando se fue a Irak, con la única diferencia de que esta vez su conciencia pesó más al notar que Kendall había visto toda la escena.

Él la había buscado por casi todo el hospital hasta que recordó aquel lugar al que ella solía ir a sentarse cuando necesitaba algo de paz, por lo que caminó directamente hacia el pasillo del ala izquierda, buscando con la mirada a la rubia hasta que la encontró sobre una de las camillas vacías, concentrada en la montaña de papeles que tenía sobre sus piernas.

— No es lo que piensas — afirmó sentándose a su lado.

— ¿Ah no? — esta vez sí lo miró, pero deseó no haberlo hecho ya que al instante supo que esos ojos azules iban a convencerla de lo que sea, lo cual era ciertamente peligroso.

— No, no soy tan desgraciado como crees, puedo garantizarlo.

— ¿Tu madre sabe que regresaste de Irak?

Silencio. Un profundo silencio por parte de Owen. Hasta que al final negó con la cabeza.

— Debo ir a entregar esto — dijo ella mientras se bajaba de la camilla y tomaba los papeles.

— Kendall... — la detuvo tomándola del brazo.

— No la conozco, ni conozco a tu hermana, pero se que merecen más que esto. Tú mereces más que esto.

Asintió bajando la mirada por un momento mientras soltaba el agarre en el brazo de la chica, para posteriormente llevar su mano a la mejilla de la rubia y acariciarla con lentitud mientras buscaba su mirada.

Kendall miró hacia otro lado por un segundo, pero se descubrió a sí misma mirando los labios del pelirrojo un instante después, y para cuando quiso darse cuenta de que estaba cayendo en su juego ya era demasiado tarde. Sus brazos fueron a parar sobre los hombros del mayor mientras sus dedos se enredaban en su cabello y sus labios se unían a los suyos en un beso que al inicio pretendió ser dulce, pero acabó siendo imperioso, como si ambos llevaran todo el día deseándolo. Un escalofrío recorrió la espalda de Kendall en el instante que los dedos de Owen alcanzaron un centímetro de piel desnuda en su cintura, haciéndola ver que ansiaba su toque aún más de lo que podía admitir.

— La llamo — dijo finalmente, con sus manos aún aprisionando la cintura de la rubia — llamo a mi madre una vez a la semana, ella cree que llamo de Irak, pero la llamo.

Kendall asintió, recorriendo su mejilla con las yemas de sus dedos en un gesto tierno mientras lo miraba incitándolo a continuar.

— Las conversaciones son breves porque no soporto la idea de que ella descubra que el hijo que envió a la guerra ya no está y nunca más estará. Podría conducir los 10 kilómetros de mi casa hasta la suya para verla, pero lo único que haría es romper su corazón. Ella me miraría como lo hizo Megan hace un momento, como si ya no fuera su Owen, y no se si yo podría soportar saber que ya no lo soy.

Ella bajó la mirada y mordió su labio inferior en ese típico gesto suyo que él comenzaba adorar, sintiéndose una completa idiota por meterse en asuntos ajenos y creerse capaz de juzgar estos sin siquiera conocer la historia.

— La única vez que no me siento como un fantasma es cuando tu me miras — tomó su barbilla suavemente para levantar su rostro y buscar su mirada — porque miras y me ves a mi, al que soy ahora y no al que esperas que sea.

Entonces, mientras Owen la envolvía en un abrazo, Kendall descubrió una cosa, una simple y aterradora verdad: él podría decirle lo que sea y si la miraba de esa forma ella le creería.






Creo que nunca había actualizado tan seguido pero aquí va. Valórenlo porque se apago mi laptop antes de guardarlo y casi me da un ataque cardiaco :(((

The Day Before You | Owen HuntDonde viven las historias. Descúbrelo ahora