En realidad... si debería

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Había pasado casi una semana desde aquel día en las escaleras, sin embargo el contacto entre ambos había sido tan monótono y meramente profesional que fácilmente ese beso podría solo haber pasado en la imaginación de Kendall; sin embargo no era así puesto que ninguno de los dos había dejado de pensar en ese momento ni por un solo instante.

- ¿Cómo te fue? - cuestionó Meredith sentándose al lado de Kendall y ofreciéndole de la bolsa de frituras que tenía en la mano.

- Mal, me tuvo haciendo exámenes rectales todo el día - contestó mientras acomodaba unos expedientes y tomaba un par de frituras.

- ¿Y luego? - preguntó Meredith un poco ansiosa.

- Y luego... nada, ni siquiera se si volverá a pasar algo.

- Lo más probable es que no... ¿sabes? Escuché por allí que es así de amargado porque su ex novia le puso los cuernos mientras estaba en Irak.

- ¡Por Dios! ¿qué clase de persona le pondría los cuernos a semejante hombre? - preguntó, sus ojos verdes reflejaban la misma enorme sorpresa que su tono de voz.

- Tal vez una que no recibe amor...

- Porque su novio está muy ocupado intentando no morir en la guerra - agregó Kendall robandole un par más de frituras.

- ¿Te gusta mucho?

- No me gusta, solo admito que es apuesto - respondió encogiendose de hombros.

- ¡Claro que es apuesto! Pero es un titular y sabes que está prohibido - le recordó Meredith.

Kendall suspiró recargandose en la pared que tenía detrás y no supó que mas decirle.

Owen era apuesto, alto, con el cabello pelirrojo, de tez clara y tenía esos ojos color azul que ella no podía dejar de mirar, era delgado de complexión musculosa, hombros anchos y con una voz que podía volver loca a cualquiera, pero todos esos atributos no servían para tapar el horrible carácter que tenía casi todo el tiempo; aunque eso tampoco lograba quitarle de la cabeza a Kendall la idea de que quería volver a probar sus labios por lo menos una vez más.

- ¿Por qué sigues aquí? - preguntó Alex y la rubia checó su reloj de muñeca por décima vez.

- Porque estoy bajo el servicio de Hunt y debo avisarle que ya me voy.

- ¿Y? - cuestionó frunciendo el ceño con evitente confusión.

- Y estuvo todo el día de malas, no me apetece ir a hablarle.

Kendall mordisqueaba la uña de su dedo meñique en un gesto de nerviosismo, sabiendo que la verdadera razón por la que no quería ir era porque temía estar a solas con él y quedarse esperando algo que tal vez nunca pasaría.

- ¿Se puede? - preguntó luego de finalmente haberse decidido por ir a buscarlo a la sala de titulares.

- Pase.

Lo encontró sentado en el sofá con una tasa de café a medio beber en la mano, el cabello revuelto, y los ojos clavados en un par de expedientes.

- ¿Qué necesitas? - preguntó sin alzar la mirada hacia ella.

- Se que esta semana tengo turno de noche, pero hablé con el jefe porque hoy tengo que ocuparme de algunos asuntos personales, entonces me preguntaba si ya puedo retirarme.

- Las diez... - susurró mirando su propio reloj, dejó los expedientes sobre la mesa de centro y finalmente levantó la mirada hacia ella - ¿Por qué no te has ido si Richard dijo que salías a las 9:30?

- Porque tenía que venir con usted y pensé que estaría ocupado...

- Entiendo... - se quitó la bata, agarro su celular y se levantó del sofá - vamos, te llevo a tu casa.

- ¿Co-cómo? - tartamudeó algo confundida.

- ¿Traes auto?

- No, pero...

- Entonces muévete - ordenó él interrumpiendola.

Pasó por delante suyo y sus ojos se clavaron en su cuello con unas enormes ganas de degollarlo, odiaba la forma tan demandante como había "sugerido" llevarla, realmente lo odiaba, pero por otro lado tenía que admitir que le había hecho un gran favor porque ya era tarde y tardaría años en llegar sí tomaba el metro o el bus de regreso a casa.

Llegaron hasta el estacionamiento del hospital, caminaron hacia los lugares reservados para los titulares y su Mercedes Benz color negro estaba estacionado allí.

- ¿A dónde te llevo? - preguntó, mientras encendía el auto una vez que ambos estuvieron dentro.

Ella le dió la dirección y los primeros minutos del camino fueron de un silencio que hubiera sido sepulcral de no ser por la música que salía por el reproductor.

- Kendall - susurro él a la vez que bajaba el volumen de la música.

- ¿Si? - preguntó ella llevando su mirada desde la ventana hacía él.

- Lo que pasó entre nosotros no es correcto y no debería volver a suceder - afirmó Owen, aunque esas últimas palabras tenían cierto aire interrogante.

- No, no debería - repitió ella jugando con sus dedos de manera inconsciente.

- ¿No debería?

Cuestionó esta vez volteando a verla, justamente en ese momento había parado por un semáforo en rojo, sus ojos azules la taladraban con lentitud, como si con eso la obligara a decirle todas y cada una de las cosas que ella pensaba.

- En realidad... si debería - murmuró ella finalmente, aunque no se atrevió a mirarlo y para su fortuna el semáforo cambió de color así que Owen tuvo que fijar su mirada en el camino para seguir conduciendo.

Unos minutos después llegaron a casa de Meredith, todas las luces estaban apagadas indicando que no había nadie y ella agradeció que sea así puesto que no tendría que responder preguntas.

- Muchas gracias por traerme, doctor Hunt, que pase buena noche - se despidió apresurandose a abrir la puerta.

- Espera... - dijo él mientras detenía su mano quitandola de la manija de la puerta y tomandola entre la suya.

- ¿Que sucede? - Kendall miró a sus ojos, luego sus labios y entonces tomó ese pequeño destello de valor que apareció por un segundo y se acercó para posar sus labios sobre los suyos en un atrevido, repentino y sumamente prohibido beso.

Después de que Owen la dejara en casa de Meredith con las ideas nubladas gracias a esa pequeña e intensa sesión de besos en el auto, Kendall se había apresurado a subir por su maleta y salir nuevamente, aunque esta vez con dirección hacía el aeropuerto.

El avión había aterrizado en Boston exactamente a las 4 de la madrugada por lo que Kendall subió al primer taxi que encontró, y al cabo de unos minutos ya se encontraba frente al enorme portal del mejor hospital de la ciudad, con el corazón latiendo con rapidez y un nudo en la garganta.

Sus pasos la llevaron de vuelta a la habitación que llevaba meses sin pisar, y entonces tuvo que deterse un momento para tomar aire antes de posar su mano en la cerradura y entrar, abriendose paso hacia la cama en la que él se encontraba; Kendall tomó su mano sintiéndola tan fría como la última vez que lo tocó y entonces se atrevió a mirarlo a la cara por primera vez desde que entró en la habitación.

- Hola, amor.









Son casi las dos de la madrugada y al fin pude terminarlo, espero que les guste aunque debo decir que no está tan bueno como el primero que escribí y waTTPAD DECIDIÓ BORRAR.
Voten, comenten y siganme que si no voy a llorar :((

The Day Before You | Owen HuntDonde viven las historias. Descúbrelo ahora