XX - Locura

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El asunto del Guardián del Culto tendría que esperar. Cole sabía que mencionar lo que habían encontrado despertaría los ánimos entre el resto del grupo, así que decidió guardar silencio. Trataría de descansar lo mejor posible para tomar una decisión al día siguiente.

Los soldados ya habían tomado posiciones de guardia alrededor de las tres casas que usarían como refugio durante la noche; estos cuidarían el exterior mientras el resto descansaba. Al adentrarse, lo primero que Cole vio era que sus más cercanos aún no estaban durmiendo: Glenn, Mia y Anette lo esperaban a las puertas. Esta última no pudo esperar a preguntar:

—¿Qué encontraron?

Debido al gran cansancio que sentía, Cole fue capaz de responder de la forma más aburrida posible, tratando de no levantar ninguna sospecha.

—Solo algunas armas que los soldados que escapaban debieron dejar atrás.

Anette no lucía muy convencida.

—¿Fuiste a esta hora solo para ver eso?

—Podría indicar que hay gente cerca. Debemos estar pendientes de cualquier señal que nos guíe a sobrevivientes.

La muchacha iba a decir algo más pero Cole la interrumpió.

—Es hora de dormir. Mañana nos acercaremos a los monstruos y debemos estar descansados.

Glenn dio media vuelta y se alejó sin decir nada. Mia vaciló un momento antes de irse también. Cole iba a retirarse cuando notó que Anette no le quitaba la mirada de encima, la sospecha no se apartaba de sus enormes ojos. Se quedó un momento viéndola de vuelta, hasta que pudo articular un torpe «buenas noches». Luego se fue sin esperar respuesta.

Dado el sitio en el que estaban, Cole tendría el privilegio de dormir en una cama decente a pesar de haber salido en campaña. Su cuerpo se sentía pesado, se aseguraría de aprovechar las siguientes ocho horas. Después de quitar las láminas de metal de sobre su cuerpo, cayó como un ladrillo sobre el colchón.

...

No sabía cuánto tiempo había pasado, suponía que media hora, pero no lograba dormirse. Los pensamientos abundaban su mente; no veía claro el camino que estaba tomando en todo ese asunto. ¿Había hecho todo bien? Tal vez debiera estar en su hogar, en Éfeso, en vez de estar persiguiendo un demonio imaginario. Habían hecho avances, sí. Pero también sacrificios. Zev había sido capturado y Samuel había tenido que morir para que pasara. Zev ahora estaba muerto, pero la marea de monstruos no se detenía. ¿Valía la pena luchar así? ¿Sacrificar todo por una esperanza desconocida? No... estaba seguro.

Gruñó, ya había perdido mucho tiempo. Aún sentía cansancio a pesar de que el sueño rehuía de él. Se concentró, no podía desperdiciar las horas nocturnas. Permaneció quieto, silenció sus ideas, normalizó su respiración, esperando que le ayudara a quedarse dormido.

Cuando su conciencia empezaba a desvanecerse por fin, un mosquito lo picó en el antebrazo izquierdo. Molesto por la interrupción, se sacudió para apartarlo. Segundos después sintió la picadura de nuevo. Debía tener una suerte horrible porque no había tenido problemas con mosquitos hacía meses. Con su mano derecha golpeó el sitio donde debía estar el mosquito.

Al dar el manotazo, se dio cuenta que algo no estaba bien: no tenía un mosquito debajo de su mano, había golpeado algo más grande. Antes de que siquiera tuviera tiempo de asustarse, oyó un grito afuera. Y luego otro: eran gritos de terror. En cuestión de segundos, se irguió sobre la cama y trató de agarrar lo que le había picado el brazo. Sintió algo retorcerse cerca de él. ¿Sería una serpiente? Estaba en gran peligro entonces.

Casi como acto reflejo saltó de la cama. Podía ver algo aún sacudiéndose entre las sábanas. Buscó rápidamente el sitio donde había tirado su armadura. La luz de la luna llena entraba por su ventaba facilitándole una tarea que, en otras circunstancias, sería imposible. Palpó entre todos los trozos de metal hasta que lo encontró. Cuchillo en mano se acercó de nuevo y, sin pensarlo, empezó a apuñalar todo lo que parecía moverse.

Entre el Caos y el OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora