II - En marcha

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—Tenemos que tomar medidas.

Gregory miró a su hijo con suspicacia.

—¿Y qué medidas quieres implementar? ¿Aumentar aún más la seguridad? —Gregory apartó la vista de Cole—. A este punto iremos a la quiebra.

—No, no me refiero a eso —Cole permanecía firme, mirando al hombre sentado ante él—. Tenemos que pedir ayuda a la capital.

—Te has vuelto loco entonces. —Gregory exageró una expresión de sorpresa—. ¿Qué tienen ellos que ver con todo esto?

—Les pagamos tributo a cambio de su protección, ¿no?

—Pensé que te había criado para que no fueras tan ingenuo. —Se levantó—. De ninguna forma nos van a ayudar.

—Tienen que hacerlo: puedo convencerlos.

Gregory entornó los ojos.

—Explícame.

—El comportamiento de esos monstruos no era normal... No, parecía que buscaban algo—Gregory levantó una ceja, Cole continuó como si no lo hubiera notado—. Los monstruos no atacaron edificios ni se enfocaron tanto en las personas.

—Murieron 27 hombres. —Gregory se impacientaba, Cole levantó la mano para detenerle.

—Veinte de ellos murieron por heridas de arma blanca. No hemos determinado aún si fue por un cuchillo, espada u otra cosa, pero lo cierto es que no fue por garras ni colmillos de monstruo. Además, la mayoría de los cuerpos se encontraron en o cerca de las murallas de la ciudad. Es como si un humano los hubiera matado para abrirles la puerta a los monstruos.

—¿Y? Pudo haber sido alguien de aquí. —Gregory se sentó de nuevo, cansado.

—Sí, uno de nuestros guardias de alguna forma controló a cientos de monstruos para que todos entraran por el mismo punto y a la misma hora. —Cole se encogió de hombros—. No tiene mucho sentido.

—Está bien. —Gregory se apoyó en el respaldo de su silla—. ¿Cómo convenceremos a la capital de que es problema de ellos?

—Como te dije, buscaban algo. Si no lo encontraron, atacarán otra vez. Pero puede ser que, tal vez esta provincia no sea el único objetivo. —Cole gesticulaba con las manos—. Tal vez querían llegar a otro sitio y debían pasar por aquí primero.

—Sigues insistiendo en que buscaban algo, ¿cómo puedes estar tan seguro?

—Tú no los viste, yo sí. —Bajó la mirada. Se le notaban las ojeras—. Sólo créeme, ¿sí?

Gregory no respondió. Cole, molesto, tapó parte de su cara con la mano.

—Oye, sé que la situación aquí está difícil y que no podemos enviar una caravana a la capital por cualquier cosa. —Se tranquilizó—. Mira, podemos esperar. Si vuelve a pasar en las mismas condiciones, entonces haremos lo que yo digo, ¿te parece? Si me equivoco, no volveremos a hablar de esto.

Gregory no respondió, solo asintió. La expresión de severidad no se borraba de su rostro. Cole dio media vuelta y cuando estuvo a punto de salir de la habitación, la voz de su padre le detuvo.

—Esperemos que te equivoques.

***

A pesar de que era tan temprano, multitud de gente estaba en la calle limpiando el desastre de la noche anterior. Era algo que debían hacer rápidamente o la ciudad se infectaría de miles de enfermedades.

—No pensé verte hoy por aquí —dijo Cole con una casi imperceptible sonrisa.

Samuel, que llevaba un rato restregando el suelo de piedra con un cepillo, se volteó desubicado.

Entre el Caos y el OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora